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Wikipedia y la Británica: la guerra de los mundos

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No es exagerado afirmar que la Encyclopædia Britannica constituye uno de los más reconocibles símbolos del humanismo occidental y su propósito de difundir globalmente un conocimiento universal. Borges decía haberla leído de una vez, Einstein participó en su redacción y su disciplinado ejército de vendedores a domicilio la introdujo en los hogares de la clase media anglosajona. Era el sueño de Diderot hecho realidad, ¡sin números rojos! O así solía ser. Porque, después de alcanzar sus mejores resultados a comienzos de los noventa, la Británica (desde hace décadas ha bastado el adjetivo en femenino para referirse a la enciclopedia de manera inequívoca) se declaró en bancarrota seis años más tarde y sus vendedores dejaron de llamar a la puerta. Desde entonces, lucha por evitar su desaparición.
¿Qué ha pasado? Naturalmente, lo que ha pasado es Internet. Baste decir que la compañía mira hacia África como uno de sus mercados estratégicos: porque allí no pueden conectarse fácilmenteEntrevista con Ian Grant, director de la Encyclopædia Britannica en Reino Unido, en Boersenblatt.net, revista electrónica de los libreros alemanes, 27 de enero de 2009 (http://www.boersenblatt.net/303697/).. En el resto del mundo, la Británica ya no es la enciclopedia: ese título corresponde a Wikipedia. Fundada en 2001, esta enciclopedia digital redactada por los propios usuarios ha crecido vertiginosamente, hasta convertirse en el sexto lugar más visitado de la red y desarrollar versiones en más de doscientas lenguas. Mientras tanto, la Británica ha creado una versión online y trata de reafirmar sus valores tradicionales en un escenario nuevo. De modo que su enfrentamiento con Wikipedia ha terminado por representar algo más amplio: el choque entre dos modelos de generación del conocimiento. Es la guerra de los mundos. Y la Británica va perdiendo.

Aunque su creación se remonta a 1768, cuando los impresores escoceses Andrew Bell y Colin Macfarquhar trabajaron durante tres años en su primera edición, no alcanzó un éxito popular significativo hasta la década de los veinte del pasado siglo. Fue entonces cuando sus artículos adoptaron una forma más accesible y se sometieron a revisión continua para conquistar el mercado americano. Empezaba la era dorada de las enciclopedias, que se prolongaría hasta la década de los sesenta y conocería el auge de insignes réplicas nacionales: Larousse, Brockhaus, Espasa, Treccani. Sus costes eran bajos, los beneficios holgados. Todo iba bien.

Pero cuando llegaron las nuevas tecnologías, la Británica no supo reaccionar. En 1985, sus gestores rechazaron un acuerdo con la incipiente Microsoft y lanzaron en solitario un CD-ROM que fracasó sin paliativos. Microsoft lanzó en 1993 su propia enciclopedia, Encarta, que cosechó un modesto e inesperado éxito. Sólo en 1994 salió al mercado una primera versión online de la Británica, pero ni siquiera la vertiginosa reducción de su precio persuadió a los consumidores, aparentemente indiferentes a la calidad de sus contenidos. Había nacido el mercado de las enciclopedias digitales y la Británica no tenía un lugar en él. En realidad, el posterior desarrollo de la web 2.0 condenó también a Encarta, que desapareció en 2009. Wikipedia era ya dominante. Y es que los tiempos –es decir, las tecnologías– van muy rápidoSobre todo esto, véase Shane Greenstein y Michelle Devereux, «The Crisis at Encyclopædia Britannica», Kellogg School of Management, Northwestern University, 2006..

De ahí que la Británica decidiera hace un par de años realizar cambios en su versión online para sobrevivir a Wikipedia, sin perder su identidad por el camino. Recordemos que la Británica quiere erigirse en la autoridad definitiva sobre temas relevantes mediante el juicio vertical de los expertos, mientras Wikipedia apuesta por la colaboración horizontal para cubrir razonablemente bien el mayor número de temas posibles. De ahí que el choque subsiguiente entre ambas suscite preguntas nada triviales acerca de las bases de la sociedad del conocimiento.

La Encyclopædia Britannica se adhiere a un proceso de edición tradicional. Selecciona a contribuyentes y editores conforme a sus cualificaciones; somete los textos a una meticulosa revisión; y sólo con el tiempo hace las correcciones pertinentes. Cautelas que difícilmente encajan con uno de los llamados cinco pilares de Wikipedia: «Sé atrevido al actualizar artículos y no te preocupes por los errores». Porque se sobreentiende que el error cometido por un contribuyente lo corregirá otro. Su proceso de edición se basa, así, en la contribución libre y voluntaria de todos los usuarios, sin sometimiento –salvo excepciones– al visto bueno de un editor. ¿Significa eso que Wikipedia carece de reglas? Todo lo contrario. Sus políticas de edición son severas: toda afirmación debe ser referenciada debidamente y el punto de vista ha de ser neutral. Cuestión distinta es su grado de cumplimiento. Lo novedoso de Wikipedia no es el fin, sino los medios: una forma de cooperación que la tecnología hace posible. Y no cabe duda de que este sistema de edición –cooperativo, desjerarquizado, comunitario– es el secreto de su éxito.

Ni siquiera la Británica ha podido sustraerse a su influencia. En enero de 2009, anunció la adopción de un modelo híbrido en su edición online, que trata de combinar su tradicional principio de autoridad con la apertura cooperativa de Wikipedia. Pero no se trata de operar con una wiki, que es la herramienta técnica que permite trabajar colectivamente y sin filtros en una página, sino de permitir a los lectores hacer sugerencias que serán tranquilamente aprobadas –o no– por sus editores. Estas contribuciones habrán de cumplir con los rigurosos estándares de la casa y sólo serán visibles en la edición digital. Jorge Cauz, su actual presidente, justifica estos cambios aduciendo que culminan una larga historia de educada colaboración con los lectores, sin renunciar a la búsqueda de la objetividad y la subsiguiente confianza en los expertos, probado que la generación de conocimiento puede ser cooperativa, pero no democráticaJorge Cauz, «Collaboration and the Voice of Experts», Encyclopædia Britannica, 3 de junio de 2008. (www.britannica.com/blogs/2008/06/collaboration-ownership-and-expertise/).. Tampoco gratis, por cierto: a diferencia de Wikipedia, la Británica exige suscripción. Quizás eso explique que Wikipedia recibiera hace dos años cerca del 97% de las consultas a enciclopedias online en Estados Unidos, frente al 0,57% de la BritánicaVéase www.pcworld.com/article/158263/hitwise_wikipedia_squashes_encyclopedia_rivals.html..

¿Qué sucede, en la práctica, cuando se manejan las dos enciclopedias? Sobre todo, ¿cómo se lee la Británica después de Wikipedia? La edición digital de la Británica tiene unos ciento veinte mil artículos y se alimenta de las dos principales secciones de su decimoquinta edición: los artículos cortos de Micropedia y los más extensos de Macropedia. Su diseño es aceptable, pero no brillante; la disposición de las imágenes quizá no sea la mejor; detalles que, en el terreno de la costumbre, cuentan. Sea ello como fuere, la Británica presenta un notable inconveniente inicial: la dificultad de búsqueda. Cuando se introduce algún concepto o nombre, su buscador nos remite a la página individualizada (cuando la hay) o a lo que denomina assorted references, o referencias variadas. En principio, igual que Wikipedia; pero enseguida se aprecia que la menor cantidad de referencias cubiertas individualmente por la Británica provoca que, en muchos casos, se nos remita a una breve mención dentro de un ensayo más largo. La unidad mínima de consulta resulta ser desproporcionadamente grande. Así, si se introduce la noción de «atentado suicida», la Británica dirige a Year Reviews o resúmenes anuales en que se les menciona, mientras Wikipedia le dedica página propia; y lo mismo pasa con el camp, la novela gráfica o la «responsabilidad de proteger» del derecho internacional.

Es evidente que la mayor escala de Wikipedia hace posible una diversidad que la Británica no puede –ni quiere– ofrecer. Pero sucede que el estándar impuesto por Wikipedia afecta al modo en que leemos la Británica. Esto no ocurre siempre; la Británica ofrece páginas excelentes sobre conceptos o nociones particulares. Y apenas condesciende al tratamiento de una cultura popular que florece en Wikipedia, aunque quizá sorprenda encontrar en ella voces dedicadas a Star Trek, Pokémon y Susan Boyle: ¡no todo va a ser Heidegger! Sí parece estar menos atenta que Wikipedia a conceptos más contemporáneos, como el fotolog, las aplicaciones de software (apps) o los mercados emergentes. Finalmente, tampoco compite con Wikipedia en la dimensión archivística que constituye uno de los mejores rasgos de esta última: el almacenaje de una ingente cantidad de información diversa –partidas de ajedrez, fichas de discos y películas, estaciones de tren– gracias a la colaboración masiva.

A cambio, la Británica sigue siendo más elegante, objetiva y fiable. No obstante, las diferencias entre ambas quizá no sean abrumadoras. Un conocido estudio de Nature de 2005 concluyó que la Wikipedia apenas incurría en un tercio más de errores que la Británica. Ésta montó en cólera y exigió una retractación, que Nature, contraargumentos en mano, no ofreció«Internet Encyclopædias Go Head to Head», en Nature, vol. 438, núm. 7070 (15 de diciembre de 2005), pp. 900-901; «Fatally Flawed. Refuting the Recent Study on Encyclopedic Accuracy by the Journal Nature», comunicado de Encyclopædia Britannica, Inc., marzo de 2006; «Encyclopædia Britannica and Nature: a Response», vol. 440, núm. 7084 (30 de marzo de 2006), p. 582.. Leídos los detalles del estudio, no parece haber razones para desacreditarlo, si bien se limita a temas científicos y no obsta al reconocimiento de que Wikipedia es una enciclopedia más débil, por asistemática y propensa a incumplir sus propias normas sobre verificabilidad de textos.

Este último asunto merece atención. La Británica no hace explícitas las fuentes en que se asientan sus artículos; todo lo más, incluye una bibliografía, sin que podamos saber qué fuentes incluidas en ella corresponden a qué afirmaciones del artículo. Se trata del enfoque enciclopédico tradicional: el lector otorga su confianza a la institución, por pereza o a la fuerza, dada la dificultad de acceso a las fuentes. Pero Wikipedia nos ha hecho sensibles al problema que éstas suponen: porque las exige a sus contribuyentes y porque nosotros se las exigimos a ella. La autoridad heredada de la Británica ya no es suficiente; buscamos espontáneamente las referencias que sostienen sus textos y no las encontramos. No deja de ser paradójico que Wikipedia –aunque unas versiones más que otras– suela incumplir sus propias reglas al respecto; pero el debate en torno a ella ha consumado un cambio en la actitud de los lectores. Y lo mismo puede decirse de la llamada trazabilidad de los artículos, cuyo historial consta en Wikipedia y sólo deficientemente en la Británica.

Podría decirse, entonces, que el éxito de Wikipedia ha modificado las reglas del juego. De ahí que quizá se equivoque Paula Berinstein cuando señala que la pregunta clave es si puede el público desarrollar una enciclopedia fiable: se equivoca porque el público, precisamente, no se la planteaPaula Berinstein, «Wikipedia and Britannica. The Kid’s All Right (And So’s The Old Man)», Searcher, vol. 4, núm. 3 (marzo de 2006).. Son muchos los que prefieren la inmediatez participativa de Wikipedia a la experiencia mediada de la Británica, aunque las garantías de rigor sean menores: la sensación de comunidad simultánea atrae más que la certidumbre de un saber completo pero diferido. Naturalmente, cuando hablamos del público, debemos ser cautos: con una población mundial cercana a los siete mil millones de personas, la Británica recibe un millón y medio de visitas diarias, por seis de Wikipedia. Pero esa mayor escala es decisiva para su funcionamiento. Para Gabriel Zaid, sólo la tecnología de Wikipedia es nueva; la preferencia por las estructuras horizontales sobre las verticales es característica de la comunidad lectora desde el RenacimientoGabriel Zaid, Los demasiados libros, Barcelona, Debolsillo, 2010, p. 128.. ¿Es la Británica lo antiguo, entonces? ¿Nos resistimos a aceptar Wikipedia, como sugiere John Naughton, por nuestra «agorafobia cultural», nuestro miedo a lo abierto?John Naughton, «Face Facts: Where Britannica Ruled, Wikipedia Has Conquered», The Observer, 5 de abril de 2009. Quizá. Pero el fetiche cultural que es la Británica representa tanto un modo de hacer las cosas como una tradición de resultados culturales. Y queremos estar seguros de que los nuevos procedimientos conducen, a largo plazo, al mismo sitio: una sociedad abierta, meritocrática, global. Seamos cautos, pero optimistas.

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