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¿Una nueva ciencia social?

Abrir las ciencias sociales

Comisión Gulbekian para la reestructuración de las Ciencias Sociales

Siglo XXi, México, 1996

Ed. Immanuel Wallerstein

114 págs.

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Coordinado por Immanuel Wallerstein, este breve y enjundioso informe de la Comisión Gulbenkian tiene la virtud de acometer de forma directa y valiente el problema actual de las ciencias sociales. Surgidas de una divisoria que las separó de las ciencias duras y especialmente de la admirada física, pero desdeñosas para con las viejas humanidades, las ciencias sociales no cejaron hasta su plena institucionalización académica. Ésta comportó su parcelación según criterios simples de espacio, tiempo y objeto. Las resultantes parcelas fueron cavadas con esmero por sus orgullosos propietarios y así, sociólogos, economistas, politólogos, historiadores, antropólogos y demás caterva produjeron frutos únicos, con clara etiqueta de marca.

¿Qué ocurrió a la postre? Algo sorprendente a lo que venimos asistiendo desde hace décadas. En efecto, resultó que los cavadores más concienzudos, aquellos que más se empleaban en la búsqueda de las raíces últimas de su saber, acabaron por socavar las parcelas de las que con tanto afán se habían deslindado y emergieron en las tierras del vecino. Surgieron así transgresores e híbridos y, una vez surgidos, no han dejado de proliferar: economistas que sociologizan, politólogos que razonan al modo de los economistas, antropólogos y sociólogos que se lanzan en pos de la historia, historiadores que desdeñan el tiempo instantáneo del acontecimiento, etc. Lejos de finalizar ahí, la hibridación ha acabado por hacerse incontenible y ahora resulta que los nuevos científicos sociales prestan también oídos a las desdeñadas humanidades y que incluso se hace porosa y arbitraria –Prigogine dixit– la divisoria fundacional que separaba ciencias duras y blandas.

Algunos celebran esta situación como confusión posmoderna. Otros la execran como decadencia y claman por su reconducción. Wallerstein y colaboradores no proponen ni lo uno ni lo otro. Reconocen que la situación actual es de una creciente hibridación o superación de las fronteras disciplinares, pero reconocen también la necesidad de que las disciplinas, aun transformándose, sigan cumpliendo su papel, disciplinando y normalizando campos del saber. Y reconociendo ambas cosas proponen una concepción nueva, más realista de la ciencia y, en paralelo, una política científica que permita institucionalizar un diálogo fluido entre especialistas de distinto origen curricular. La nueva concepción de la ciencia ha de reconciliarse con la práctica real de conocimiento: difuminación de la frontera entre humanidad y naturaleza; acento en lo complejo, temporal e inestable; administración de la tensión irresoluble entre lo universal y lo particular, lo global y lo local; lucha por una objetividad inclusiva, dialógica y atenta a su propia historicidad. En el marco de esta concepción ha de desarrollarse otra política científica. El informe detalla incluso algunas medidas muy concretas a adoptar. La idea que las anima es la del científico abierto hacia otras disciplinas, asentado en muchos disciplinares múltiples: un viajero con raíces pero sin la nostalgia del paisaje seguro.

La lectura de este inteligente texto desconcertará a lo que queda de la tribu nacional de científicos parcelarios. Más atentos a BOE, oposiciones y perfiles de plaza que a los requerimientos de las ciencias que supuestamente practican, se refugiarán en su retahíla sanchopanzesca de saberes: «cada cual a lo suyo», «zapatero a tus zapatos», «más vale pájaro en mano…», etc. De espaldas al mundo, seguirán insistiendo en la clara acotación disciplinar de saberes y cosas, en la lucha por parcelas profesionales exclusivas para sí mismos y sus pobres estudiantes. En contra de tales ofuscaciones, Wallerstein y colaboradores invitan a explorar y dar palabra a lo que está ocurriendo en la actualidad en el campo de la ciencia y a idear las medidas institucionales que lo asienten y hagan operativo. El destino de las ciencias sociales –o más bien, el destino general de las ciencias, con independencia de su supuesta «dureza»– se juega ahí, pues entre la parcelación estéril y el popurrí sin tasa ni método se define el espacio en el que hoy en día se construye el conocimiento. Dejémonos de cuentos viejos y atendamos a lo que está ocurriendo en el mundo actual de la ciencia. Hasta Ortega lo sabía: ¡hay que estar a las cosas!

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Ficha técnica

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