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Paradigma del neorrealismo portugués

UNA ABEJA EN LA LLUVIA

Carlos de Oliveira

KRK, Oviedo

Trad. de Xavier Rodríguez Baixeras

182 pp.

19,95 €

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Sea bienvenida la aparición en lengua española de Una abeja en la lluvia, de Carlos de Oliveira. La novela se publicó en Lisboa en 1953, aunque fue revisada y corregida en años posteriores. Su autor estuvo vinculado al neorrealismo portugués, movimiento literario que tiene sus semejanzas con la novela social española de mediados del siglo pasado y con la obra de ficción que se produjo en la década de los treinta en Brasil, cuyos autores más representativos fueron, entre otros, Jorge Amado, Rachel de Queiroz y Graciliano Ramos, con cuya obra guarda la de Oliveira un parecido en lo que se refiere a la atmósfera claustrofóbica que atenaza a sus personajes. Aunque posteriores en el tiempo, los neorrealistas portugueses –grupo al que pertenecen, entre otros, Fernando Namora, Mário Dionísio, Joaquim Namorado, Manuel da Fonseca, Alves Redol y Soeiro Pereira Gomes– iniciaron su andadura en los años cuarenta en las colecciones Novo cancionero y Novos prosadores. Su visión estética estaba fuertemente influida por los modelos del realismo socialista. En la opinión de uno de sus más significativos teóricos, Joaquim Namorado, pretendían mostrarse, sin que el autor o narrador tomase partido, las contradicciones existentes en la sociedad provocadas por la lucha de clases. Había, por tanto, cierta pretensión de objetividad científica en el neorrealismo, que refleja de forma ejemplar Una abeja en la lluvia, hasta el punto de convertirse esta novela en un paradigma de su escuela. En este sentido, sus personajes parecen actuar siguiendo unas pautas de conducta dictadas tanto por la posición social que ocupan como por sus tensiones internas que son incapaces de controlar u orientar. El narrador, cuando no confunde su voz con la de los protagonistas, es distante y no se implica con unas situaciones pasionales que, por otra parte, están descritas con un dinamismo casi cinematográfico y un poderoso aliento poético. Esto último no debe extrañarnos, ya que su autor está considerado como uno de los poetas más destacados de su generación.

Carlos de Oliveira nació en Brasil, en 1921, en una familia de origen portugués y, con apenas dos años de edad, se trasladó a Portugal, donde su padre ejercía la profesión de médico. Colaboró con las dos revistas más significativas del neorrealismo: Seara Nova y Vértice. Además de diferentes poemarios, reunidos más tarde bajo el título Trabalho poético (1977-1978), publicó su primera novela, Casa da duna, en 1943, en la colección ya mencionada de Novos prosadores. Más tarde vendría Alcateia (1944) y Pequenos burgueses (1948), donde irá afinando su estilo, perfeccionando sus recursos, su concisión narrativa que le permitiría describir, con la frialdad y precisión de un cirujano, los sentimientos y pasiones, los oscuros deseos que alientan bajo las acciones humanas. Finalmente, tras años de silencio narrativo, publicará en 1978 su última obra de ficción, Finisterra. Paisagem e povoamento, donde derivará hacia otras concepciones estéticas y humanas. El drama rural que se narra en Una abeja en la lluvia se anuncia ya en las primeras líneas del relato. El clima denso, opresivo de un tiempo de aguaceros y humedad parece acorralar a sus personajes en un ámbito sin salida ni posible horizonte. El argumento no trata sólo de los privilegios de una determinada clase social, sino del posible valor de la vida que discurre en ese determinado lugar y en ese tiempo concreto. Hay en Carlos de Oliveira, como sucederá también con la obra de Vergílio Ferreira, quien también se adhirió en sus primeros años a las propuestas estéticas del neorrealismo, un desplazamiento de una literatura de denuncia social a una de carácter existencial. Algo que en esta novela es apenas un atisbo. Concretamente, no se sabe con certeza si es una determinada nobleza rural la que se ve abocada a desaparecer con su ranciedad y ensoñaciones de grandeza señorial, o es la propia naturaleza humana, incapaz de superar sus propias contradicciones, la que pone de manifiesto su inutilidad. El sorprendente y plástico final del libro, que le da título, sirve como metáfora y explicación última de los hechos narrados, y es un buen ejemplo de la actitud del autor, que contempla y describe los asuntos humanos con la frialdad de un naturalista. En ningún momento se permite la mínima concesión al sentimentalismo, a la nostalgia proustiana o a la esperanza del mundo nuevo que habrá de sobrevenir tras la desaparición de las clases sociales. La naturaleza humana queda al arbitrio de los avatares climatológicos o históricos, y el sujeto tiene muy poco o nada que hacer si no es el ser testigo de los acontecimientos y tener la oportunidad de contarlos. En este aspecto podría rastrearse en la novela una posible influencia del nouveau roman francés, cuyas directrices estéticas influyeron también en algunos escritores del realismo social español. Una abeja en la lluvia es, en consecuencia, una novela de intensidad sobrecogedora, que remueve al lector y le invita a una reflexión posterior a la que, en apariencia, el autor es ajeno, aunque la haya provocado conscientemente. Hay que agradecer la excelente traducción de Xavier Rodríguez Baixeras, quien además ofrece una introducción altamente esclarecedora sobre la obra y la trayectoria de Carlos de Oliveira, un escritor prácticamente desconocido en España, que se negó reiteradamente a formar parte de las camarillas literarias y huyó de los reconocimientos públicos y de las entrevistas con una persistencia tan obsesiva como ética.

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Ficha técnica

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