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Un siglo de narrativa

Nostalgia de la nada perdida. Ensayo sobre narrativa contemporánea

CÉSAR ANTONIO MOLINA

Endymion, Madrid, 1996

525 págs.

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Distingue Torrente Ballester, en unas palabras que se recogen en un ensayo de este libro, entre crítica literaria y ciencia literaria, pues mientras aquélla utiliza juicios de valor, atiende a los modos de gustar, hace afirmaciones intuitivas y aplaude o rechaza, ésta no expresa juicios de valor, estudia los modos de ser, se apoya en lo racional y aspira a lo universal, no a lo personal. La conclusión del escritor gallego es sorprendente: por las razones expuestas, la ciencia literaria es deseable, pero no inevitable y jamás necesaria; la crítica literaria, sin embargo, sí es necesaria. Nostalgia de la nada perdida, último de los numerosos libros publicados por el poeta, crítico y profesor César Antonio Molina, pertenece al territorio necesario de la crítica literaria, una actividad ardua por su constante dedicación oculta, y casi siempre silenciosa y silenciada, y un blanco vulnerable por el arriesgado pronunciamiento de sus juicios de valor. El autor ha recopilado en este extenso y apretado volumen el trabajo de muchos días y de varios años, que de otro modo quedaría desperdigado y almacenado en las páginas de periódicos y revistas de las hemerotecas, para ofrecer un conjunto sustancioso de análisis y opiniones, valoraciones en definitiva sobre multitud de obras narrativas, y un completo registro de apuntes biográficos sobre sus autores, anotaciones bibliográficas y, lo que es más interesante, revelaciones imprescindibles para conocer las relaciones estrechas, y en ningún caso gratuitas, entre la literatura y los literatos o entre la literatura y las transformaciones históricas, políticas o sociales durante más de un siglo.

No es pequeño el espacio temporal elegido por Molina, desde los tiempos del realismo decimonónico hasta nuestros días, como tampoco lo es el campo de estudio de la narrativa. Aquí se encuentran representados muchos mundos novelescos de la cultura occidental de ambos lados del Atlántico, así como tendencias diversas de la narrativa contemporánea. La mirada del crítico, sin embargo, se centra fundamentalmente en algunas literaturas concretas como la portuguesa, la inglesa y norteamericana, la italiana, la alemana y la española, con especial atención a la gallega. Unas veces será la publicación en España de una novela o de un libro de cuentos la ocasión oportuna para escribir sobre el autor y su trascendencia en las letras universales, bien tomando como referencia el libro en sí o bien toda su obra, y otras será el narrador o novelista en todo su conjunto el objeto de estudio, por razones de afinidades estéticas o sociales o por justa reivindicación de su presencia en la cultura actual.

De este modo, César Antonio Molina compagina, como suele ser habitual en la crítica literaria, dos modos de escritura analítica: por un lado, el texto breve y esencial, intuitivo en extremo, que surge como un chispazo de la lectura reflexiva del libro reseñado, y que tiene como finalidad descubrir las claves necesarias para su interpretación y valoración; por otro, el texto amplio y pausado, resultado del conocimiento y la dedicación prolongada al estudio literario, que busca llegar a la totalidad mediante la visión exhaustiva de los asuntos, de las formas estéticas y de los perfiles que conforman el ser de un escritor a lo largo de su producción, de su proceso creativo y de su personal enfrentamiento al mundo. En el primer caso se encuentran, por ejemplo, reseñas reveladoras sobre Castelo Branco, Machado de Assis, Artaud, Stevenson, Lowry, Graves, Nabokov, Gore Vidal, Italo Svevo, D'Annunzio, Pavesse, Sciascia, Tabucchi, Roth, Kafka, Mann, Musil, Botho Strauss, Dostoyevski, Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel Miró, Sender o Bergamín. Todos ellos son muestras notables de una intuición afilada y certera.

En el segundo caso, sin embargo, es donde creemos que el crítico alcanza mayores cotas y responde a las expectativas del lector con sus apreciaciones fundamentadas y con sus implicaciones personales más arriesgadas. Ahí están para corroborarlo los excelentes ensayos sobre la vida y el pensamiento de Eça de Queiroz, la peculiar personalidad de Miguel Torga, la libertad genérica de Saramago, la difusión en Europa del mundo céltico, las distintas tendencias narrativas de Italo Calvino –uno de los mejores ensayos del libro–, los Diarios de Jünger, y de modo especial, los ensayos sobre los referentes realistas y mágicos en la obra de Cunqueiro y Torrente Ballester o sobre los cuentos de Rafael Dieste.

Nostalgia de la nada perdida es, sin duda, una lección de crítica literaria. En sus páginas se pueden encontrar los tres caracteres que la definen: información, interpretación y valoración. Un texto crítico debe, en primer lugar, informar de todo aquello que sirva para el conocimiento del autor, de la obra y de su contexto estético e histórico; en segundo lugar, interpretar las líneas esenciales de los contenidos, las formas y las tendencias literarias, así como sus relaciones con el resto de la literatura; en tercer lugar, valorar la necesidad y el alcance de la obra, la calidad estética de su escritura y la originalidad de su universo narrativo, dentro del marco necesario de su compromiso con el ser humano a quien va dirigido, y siempre con la valentía, e incluso la osadía, de criterio y juicio que lo hacen más sugerente y atractivo. César Antonio Molina no sólo aplaude o rechaza, como escribía Torrente Ballester, sino que arriesga en sus análisis, a veces sin morderse la lengua, para encontrar el sentido preciso que su intuición le reclama y la claridad unívoca que su compromiso con la literatura le exige.

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Ficha técnica

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