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Tradición y originalidad

HILOS DE SANGRE

Gonzalo Torné

Mondadori, Barcelona

464 pp.

20,90 €

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Parece razonable admitir que la originalidad bebe en las fuentes de la tradición y, como decía Eugenio d’Ors en su conocida sentencia, todo lo que no es tradición es plagio. Y hoy, cuando una parcela vociferante de escritores postula la guerra a la tradición repitiendo moldes caducos que por desconocimiento creen novedad, alguien como Gonzalo Torné afianza su voz nueva siguiendo y modificando con coherencia los sólidos ejemplos que le dejaron sus mayores.

Desde esta actitud ha conseguido el novelista una obra sólida y destinada a permanecer. Hilos de sangre se ciñe a unos paradigmas y estructuras narrativas tradicionales y, sin embargo, es original. El relato se sustenta, sobre todo, en el tan frecuentado género epistolar, que aquí se realiza mediante correos electrónicos en lugar de cartas, y en escritos narrativos dirigidos, por partida varia, a un destinatario, llamado por algunos teóricos narratario. En segundo lugar, recurre a formas tan conocidas como la narración iniciática o el perspectivismo, habitual en el siglo pasado, que con multiplicidad de voces narrativas diversifican la focalización del punto de vista para construir un personaje inseguro que busca su identidad en la historia y en los conflictos de su familia.

La novela está organizada en cinco partes con diferentes contenidos y registros textuales. La primera, narrada por Clara, la protagonista, utiliza el género epistolar, como ya se ha dicho, a través de SMS entre ella y sus hermanos Álvaro y Amanda, para ofrecer distintos puntos de vista sobre el deterioro de su matrimonio; pero detrás de este motivo se encuentra otro más medular: la muerte del abuelo Gabriel. En la segunda, Clara escribe un relato iniciático sobre su formación en el sexo, el enfrentamiento a un aborto y su relación con el abuelo, del cual se recoge al final un escrito sobe la historia del mundo. En la tercera realiza una digresión para acercarse al entorno de Gabriel y contar la historia de Llort y Teresa, de Anglés y Sara, además de ofrecer una información sobre los escritos dejados por el abuelo. La cuarta cambia de narrador: Gabriel se confiesa a Clara para explicar y explicarse el sentido de la vida recordando su juventud, sus inquietudes revolucionarias en la República, la guerra y la posguerra, su peripecia anarquista, su papel de traidor y delator con el fin de salvar la vida y sus amores con Victoria y con la abuela Rosa. En la quinta y última parte, Clara se dirige a Álvaro (toda la novela tiene en definitiva ese destinatario) para situar a los personajes en el presente y cerrar las líneas argumentales.

¿En qué reside entonces la originalidad de la novela? En algo tan sencillo y tan difícil de conseguir, y así se ha hecho en tantas ocasiones a lo largo de la literatura y el arte, como recoger y armonizar de forma equilibrada y natural lo heredado de la tradición para construir un universo literario totalmente nuevo. Vaya un ejemplo: Torné se apunta al realismo, pero su manera de contar no es tan minuciosa y explícita como la del realismo de antaño, sino tan sugerente que está llena de elipsis y silencios y es capaz de sorprender al lector en cada vuelta de página.

Sorprende igualmente su habilidad para la digresión y el desvío de la ruta iniciada, ese mecanismo que modifica las cosas para que no parezcan ser lo que son o lo que se espera que sean. Vaya otro ejemplo: tras la primera parte, el lector toma conciencia de que la protagonista de la novela es Clara, el personaje narrador; sin embargo, desde la segunda esta impresión parece cambiar (se confirmará más tarde), pues va dejando paso al protagonismo del abuelo Gabriel, que alcanza su cenit en la cuarta parte, narrada por él en primera persona, la más extensa del libro.

La renovación del realismo tradicional se percibe igualmente en el desarrollo de la trama. Consecuencia de la focalización y de la actuación de las voces narrativas, la novela no sigue una estructura lineal y consecutiva para contar y explicar la historia, sino que se articula en una organización fragmentaria del texto para que cada personaje en primera persona ofrezca en cada fragmento los diferentes puntos de vista que llegarán a conformar la visión total y plurisignificativa de la historia que, como ya se dijo, trata de construir una identidad personal indagando en el pasado y en los conflictos familiares.

Entre estas voces narrativas destacan dos. En primer lugar, la de la protagonista, punto de partida y de llegada de la novela, que escribe a su hermano Álvaro para dar cuenta de sus dudas e inseguridades y, sobre todo, de su obsesión por el abuelo, en quien cree encontrar el origen y la razón de su propia peripecia. En segundo lugar, situada en el centro mismo de la obra, la del abuelo Gabriel, que escribe un largo relato a Clara para testificar, o justificar, un pasado que podría explicar el presente de inseguridades y comportamientos de los tres nietos.
 

Hilos de sangre es, sin duda, una excelente novela, pero es una lástima que con todos sus méritos quede a la postre deslucida (ignoramos si esto es achacable unas veces al autor y otras al editor) por frecuentes incorrecciones (son especialmente llamativas la suplantación arbitraria y errónea de unas preposiciones por otras y algunas faltas de concordancia) y por un caprichoso uso de los signos de puntuación que puede perjudicar la comprensión del texto.

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Ficha técnica

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