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Berlusconi, el dueño de la Segunda República

EL SAQUEO DE ROMA

Alexander Stille

Papel de Liar, Barcelona

Trad. de Miquel Izquierdo

452 pp. 23,50 €

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Rey del ladrillo, magnate televisivo, primer ministro, hombre más rico de Italia, corrupto, mafioso, bufón, mujeriego, miembro de una logia secreta, salvador, demonio: ¿cuál es la historia de Silvio Berlusconi, que se declara, muy al estilo norteamericano, como un hombre hecho a sí mismo? Este es uno de los aspectos centrales del libro de Alexander Stille, que nos explica cómo Berlusconi pasó de ser un desconocido a convertirse en la persona que encarna la llamada Segunda República. Y nos presenta un retrato equilibrado, cosa difícil cuando se trata de Berlusconi, aunque siempre crítico, pues la clara anomalía que representa su dominio de los medios de comunicación y sus intereses empresariales, es de difícil comprensión, especialmente para un autor estadounidense, aunque gran conocedor de Italia, como Stille. Pero esto es únicamente una parte de la historia, puesto que el libro también analiza su conflicto de intereses y las consecuencias que su control sobre los medios de comunicación tiene para la democracia. Entonces, ¿qué significa su aparición para la política? ¿Es un caso único o un ejemplo paradigmático? Y este es uno de los aspectos más interesantes del libro: su descripción minuciosa de la figura de Berlusconi unida a un análisis más amplio que intenta extrapolar su significado a la política contemporánea. Stille presenta así tres facetas del personaje: como ejemplo del modo de hacer negocios en la Primera República, pero también como elemento disruptivo e innovador tanto en la economía como en la política italiana y sus consecuencias para la democracia.

En primer lugar, Berlusconi representa el modus operandi de la Primera República, donde triunfó con una serie de proyectos inmobiliarios que iban dirigidos a una nueva clase media cuyos valores y forma de vida iban contra la predominante cultura católica y comunista. Su éxito como empresario del ladrillo está jalonado con diversos ejemplos de cómo se hacían los negocios por entonces: con una mezcla de audacia, capacidad de convencer y acceso, del modo y nivel que fuera, a los contactos necesarios para buscar la financiación e implementar sus proyectos. Es en esta época cuando ya comienzan las investigaciones sobre su fortuna y sus contactos, especialmente su participación en una logia secreta, la P2, que incluía a diversas figuras políticas, empresariales, altos funcionarios y servicios secretos que pretendían controlar toda la maquinaria del Estado. El origen de su imperio mediático sigue las mismas pautas, puesto que, protegido por Bettino Craxi y algún demócrata cristiano, siguió una estrategia de hechos consumados que le llevó de poseer unas frecuencias televisivas únicamente locales a crear televisiones de ámbito estatal, que acabaron siendo tres en 1984 y que rompieron el monopolio de la RAI, asegurando su dominio sobre la televisión privada.

Es también en este período donde vemos al Berlusconi disruptivo en el ámbito económico y cultural. Con una televisión pública muy regulada y controlada por el poder político, su grupo mediático era mucho más flexible y obtenía ingentes cantidades de dinero de la publicidad. Es el primero en Italia en darse cuenta del gran poder que la televisión tenía para influir a la opinión pública y no dudó en darle voz a aquellos políticos que más le beneficiaban, empezando por Craxi y el Partido Socialista, cobrándose sus favores en forma de espacios en televisión con regulaciones favorables para sus negocios. Este poder de los medios y sus consecuencias fueron tratados, no por casualidad, por Giovanni Sartori en Homo videns, así como las consecuencias de la sustitución de las palabras por la imagenVéase, por ejemplo, su artículo «Italia contra sí misma», Revista de Libros, núm. 148 (marzo de 2009), pp. 29-33.,Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida, trad. de Ana Díaz Soler, Madrid, Taurus, 1998.. Sus televisiones implicaron también un gran cambio cultural, con series norteamericanas, las velline, guapas presentadoras ligeras de ropa, y el fútbol. Stille proporciona un ejemplo revelador del cambio cultural en el caso de la publicidad, puesto que la RAI no emitía anuncios de comida para animales al haber niños que se morían de hambre en África. Berlusconi permitió que se anunciasen muchas pequeñas y medianas empresas, así como sectores ausentes en las cadenas públicas, haciendo que se diesen a conocer y beneficiando, por tanto, a innumerables empresarios. Se dirigía, así, a unos grupos sociales emergentes que no se sentían representados por los dos grandes partidos y que pasarían a formar la base electoral de su nuevo partido. De este modo, la imagen de Berlusconi va agrandándose, haciéndose más popular aún cuando compra el Milan, uno de los equipos clásicos del calcio italiano que, unido a su red comercial que abarcaba toda Italia, le proporcionó una gran visibilidad y control sobre el territorio. Estas bases fueron cruciales cuando estalló Mani Pulite, el proceso contra la corrupción iniciado por la magistratura de Milán, que propició la caída del sistema de partidos y especialmente de Craxi, su máximo valedor y escudo en los ya numerosos juicios en los que estaba inmerso Berlusconi. Por tanto, y esta es la teoría de Stille, Berlusconi decide entrar en política para cubrirse las espaldas y, en vez de estar respaldado por políticos, pasar a ser él mismo quien detente el poder.

Su entrada en política representa otro punto disruptivo en Italia. En primer lugar, crea un partido basado en las redes comerciales y el personal de su empresa, Fininvest, presentándose como alguien ajeno a la política y sus beneficiosVéase Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella, La casta. Così i politici italiani sono diventati intoccabili, Milán, Rizzoli, 2007, sobre las prebendas y beneficios de los políticos italianos. e incidiendo en cómo su éxito empresarial le capacitaba para dirigir la «empresa Italia». Así, muchos de los dirigentes, mánagers, abogados e incluso figuras televisivas de sus empresas pasarán a formar parte del partido, del parlamento y, finalmente, del GobiernoIncluyendo, por ejemplo, a su abogado como ministro de Justicia.. Frente a los clásicos partidos italianos de masa, Berlusconi representa un nuevo tipo de partido, llamado por los académicos «partido empresa», donde la ideología y el apoyo de los militantes se ve reducido al máximo y se trata de vender un producto del modo más atractivo posible con un partido que es una máquina electoral al servicio de su líderJonathan Hopkin y Caterina Paolucci, «The Business Firm Model of Party Organisation: Cases from Spain and Italy», European Journal of Political Reseach, vol. 35, núm. 3 (1999), pp. 307-339. Curiosamente, los dos casos analizados son la UCD y Forza Italia.. Esta personalización es otra característica nueva en la política italiana de la posguerra, refractaria a liderazgos excesivamente carismáticos tras la experiencia mussoliniana, lo que, unido a su dominio y control de los medios y su utilización en la competición política, supuso un gran cambio en Italia. Frente a una izquierda que aún buscaba su sitio tras la caída del muro de Berlín y una derecha desaparecida, Berlusconi ocupó su lugar ganando las elecciones de 1994. Lo haría con una coalición heterogénea, con los posfascistas Alleanza Nazionale de Gianfranco Fini y los independentistas de la Lega Nord de Umberto Bossi.

Con su llegada al gobierno se introduce el otro tema principal del libro de Stille, el conflicto de intereses, mostrándonos claramente qué significa y cuáles son sus implicaciones. Con una acción de gobierno más preocupada por proteger sus intereses económicos, su lucha contra los numerosos juicios abiertos por los jueces «rojos», leyes ad personam y regulaciones favorables para sus negocios, toda la maquinaria de sus empresas, editoriales, periódicos, revistas, etc., pasan a formar parte del juego político encumbrando y, sobre todo, vertiendo cualquier tipo de duda sobre sus principales rivales (ya se tratase de políticos o, especialmente, jueces) según conviniera. Así, por ejemplo, inició una campaña que llevó a dimitir al principal fiscal de Mani Pulite, Antonio di Pietro. Esta acción coordinada de sus medios para tapar, atacar, justificar y siempre intentar retrasar los múltiples juicios y problemas con que iba encontrándose, unida a su control del gobierno con sus abogados, que eran a la vez legisladores (como diputados y ministros) pero también sus defensores ante los tribunales, nos presentan con total crudeza el verdadero significado del conflicto de intereses y sus consecuencias perversas. El análisis de lo que implica este conflicto de intereses es demoledor, aunque quizás adolece de una mayor crítica al papel desempeñado por la izquierda y otros poderes económicos en Italia. Quedan fehacientemente documentadas las presiones contra grandes empresas (Pirelli, Telecom y Fiat, entre otras), aunque surge la pregunta de por qué éstos no hicieron nada. Básicamente se da a entender que sus negocios dependían de uno u otro modo de la acción gubernamental (fijación de precios, subvenciones, regulaciones), lo que provocó que se cuidasen muy mucho de iniciar un verdadero enfrentamiento, algo que dice más bien poco de esta élite económica italiana. Igualmente, cabe recordar, la izquierda ha gobernado en Italia entre 1996 y 2001 y de 2006 a 2008. En ningún caso se llegó a realizar una ley sobre el conflicto de intereses, e incluso D’Alema y Berlusconi llegaron a un acuerdo tácito para dejar ese asunto al margen.

Por tanto, parece ser que no es únicamente Berlusconi quien defiende sus intereses particulares con menoscabo del interés general. Mientras, a pesar de algunos casos judiciales clamorosos, continúa venciendo en las elecciones y está en su mérito el hecho de haber dirigido el único gobierno de la posguerra que ha completado toda la legislatura, dando una imagen de capacidad de actuación, algo muy de agradecer por parte de un sector importante de los votantes, acostumbrados a la parálisis gubernamental y a las luchas fratricidas en el seno de los partidos. Aun así, parece que esta sensación de haber creado un polo conservador en Italia está resquebrajándose con la reciente implosión del Popolo della Libertà, el partido surgido de la unión de Alleanza Nazionale con Forza Italia, tras la expulsión de Gianfranco Fini del partido, seguido por más de treinta diputados, en el verano de 2010. ¿Está apagándose la estrella de Berlusconi? Quizás es prematuro decirlo, puesto que, si algo demuestra su historia y queda muy bien documentado en el libro, él siempre vuelve y da probablemente lo mejor de sí mismo en los períodos más difíciles.

Para el lector, el análisis de Stille sobre la historia de Berlusconi, que es también la historia de la Segunda República, es de gran ayuda para comprender la política italiana actual. Y lo es más aún si se presta atención a la semejanza y a las lecciones que el caso berlusconiano proporcionan para la política en general. La unión entre poder mediático y político es ya una característica en diversos países occidentales y sus consecuencias pueden ser graves para los sistemas democráticos. Se da en Estados Unidos, en Francia, en España (donde Berlusconi tiene múltiples intereses), aunque en ningún caso coincide la propiedad de los medios y el cargo de primer ministro. Como dice el propio Stille, «puede que Silvio Berlusconi sea una figura pasajera, pero el fenómeno Berlusconi, con toda probabilidad, ha venido para quedarse».

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