Buscar

Sobre Harry Potter y la pottermanía

Harry Potter y el cáliz de fuego

J. K. ROWLING

Salamandra, Barcelona, 635 págs.

Trad. de Alfonso Muñoz García y Mieves Martín Azofra

Harry Potter y el prisionero de Azkaban

J. K. ROWLING

Salamandra, Barcelona, 359 págs.

Trad. de Adolfo Muñoz y Nieves Martín Azofra

Harry Potter y la cámara secreta

J. K. ROWLING

Salamandra, Barcelona, 359 págs.

Trad. de Adolfo Muñoz y Nieves Martín Azofra

Harry Potter y la piedra filosofal

J. K. ROWLING

Salamandra, Barcelona, 286 págs.

Trad. de Alicia Dellepiane

image_pdfCrear PDF de este artículo.

No descubriremos a estas alturas el fenómeno Harry Potter. Baste para calibrar su alcance un breve repaso a algunos hitos de la pottermanía: los libros han sido traducidos a cuarenta idiomas, las ventas de los tres primeros en todo el mundo superan los treinta millones de ejemplares, la cuarta entrega –Harry Potter y el cáliz de fuego, que llegó a las librerías españolas el pasado 9 de marzo– batió todos los récords de reservas en la librería virtual Amazon antes de que se pusiese a la venta, en el mercado anglosajón se han lanzado ediciones especiales para adultos con una cubierta menos infantil, ya hay una adaptación cinematográfica y el personaje ha cumplido el requisito indispensable para entrar en el club de los verdaderos mitos del siglo XX: Harry Potter ha sido portada de la revista Time.

Antes de entrar en la valoración literaria de la obra, hay que decir que el fenómeno tiene, en principio, un aspecto interesante: desmiente a los agoreros que predican la agonía de la literatura por la progresiva desaparición de lectores. Parecía imposible, pero un personaje que llegó a las librerías sin el apoyo de dibujos animados, cómics o películas, despertó y sigue despertando un entusiasmo sorprendente en millones de niños, que apagan el televisor y dejan a un lado la consola para leer los libros de Harry Potter. Libros que además son considerablemente voluminosos y en cuyas páginas no aparecen ni ordenadores, ni realidad virtual, ni ciberespacio, ni naves intergalácticas.

J. K. Rowling –esa escocesa pelirroja, madre divorciada en el paro, que escribía en un bar y tuvo que mecanografiar dos veces el manuscrito de su primer Potter porque no tenía dinero para fotocopias, según cuenta la biografía oficial– envió el original a un par de agentes literarios y fueron varias las editoriales que lo rechazaron por considerarlo poco adecuado para el público infantil o pasado de moda, en definitiva impublicable. Hasta que Barry Cunningham, entonces en Bloomsbury, dio el visto bueno y logró la diana con la que sueña todo editor.

Teniendo en cuenta este rechazo inicial de varias editoriales y el posterior éxito de los libros de Rowling, la primera pregunta a la que hay que responder para valorar el fenómeno Harry Potter es: ¿Su éxito se debe a que es una obra verdaderamente innovadora? ¿Realmente es tan diferente del resto de la literatura infantil que se hace hoy en día, se aparta tanto de los planteamientos canónicos? Rotundamente no. El éxito de Harry Potter tiene que ver, ante todo, con el hábil uso que la autora hace de la tradición.

¿Cuál es la historia que narra Rowling? El niño Harry Potter, que se ha quedado huérfano después de que sus padres muriesen en un supuesto accidente automovilístico, es acogido sin ningún entusiasmo por sus repelentes tíos y el hijo de éstos, un no menos repelente chico gordo cuya principal afición es martirizar al nuevo miembro de la familia. Pero en realidad los padres de Harry no murieron en la carretera, sino que fueron asesinados por el malvado lord Voldemort, un mago empeñado en instaurar un reino de tinieblas, que además, y aunque Harry lo ha olvidado, también intentó asesinarlo a él, dejándole como secuela una señal en forma de rayo en la frente. Y es que Harry, pese a su aspecto anodino, no es un chico normal y corriente; pertenece a la estirpe de los magos y está destinado a salvarlos del pérfido Voldemort. De todo ello se entera cuando Albus Dumbledore, el director del colegio de brujería y hechicería de Hogwarts, viene a buscarlo para que inicie sus estudios entre los suyos. Para hacerlo, Harry deberá abandonar el mundo de los muggles, es decir de los seres humanos sin poderes mágicos, y penetrar en el universo paralelo de los magos a través de una de las puertas secretas que conducen a él.

¿Les suena? Un enfrentamiento entre las fuerzas del Bien y del Mal; un héroe, un elegido marcado con un estigma, cuyo destino es salvar a sus semejantes, para lo cual deberá seguir un camino iniciático y superar una serie de pruebas. Hay en el personaje de Harry Potter y su peripecia una evidente influencia del ciclo artúrico, la Biblia y Homero, aunque no necesariamente a través de su lectura directa, sino del poso que estas obras fundacionales han ido dejando, cuyo rastro llega hasta nuestros días, con reelaboraciones populares como La guerra de las galaxias de Lucas. Dado que la literatura «seria» del siglo XX se ha decantado por la intimidad, los antihéroes y los ejercicios metaliterarios, las hazañas de los héroes y las «grandes historias» han quedado relegadas a los géneros: la ciencia ficción, la novela fantástica y de aventuras y, por supuesto, la literatura infantil.

Por otra parte, hay también en los libros de Harry Potter una asimilación de los cuentos populares, tanto de sus estructuras y pautas de desarrollo narrativo como de sus argumentos. Por poner un ejemplo del principio del primer libro: la relación de Harry, que es un elegido sin saberlo, con sus tíos y su primo, y el exagerado desprecio que éstos muestran hacia su persona es una diáfana reescritura de la Cenicienta.

Otra fuente de inspiración de Rowling es la larga tradición británica de mundos paralelos, desde el País de las Maravillas de la Alicia de Lewis Carroll hasta el reino de Narnia de las novelas fantásticas de C. S. Lewis. Además, el mundo de los magos de los libros de Harry Potter, poblado de fantasmas, gnomos, unicornios, dragones y otros seres sobrenaturales, recrea la tradición de las novelas de espada y brujería, inspirándose sobre todo en El señor de los anillos de Tolkien.

¿Qué aporta entonces Rowling para que sus obras hayan alcanzado tal éxito? La habilidad de dar a todos estos elementos heredados y reelaborados un aire actual, con detalles y guiños que conectan con el lector de hoy. Además de una innegable pericia narrativa para orquestar tramas dinámicas y crear unos personajes que, pese a que tienen mucho de arquetipos, no resultan planos.

Un elemento clave de la conexión de la autora con sus lectores es el humor, un humor que debe mucho a los libros para público infantil de Roald Dahl. Por ejemplo, la descripción de los tíos de Harry, unos adultos no solamente imbéciles sino además mezquinos, bebe directamente del autor de Matilda y Las brujas sin ningún disimulo. Aunque Dahl, con sus guiños escatológicos y su despiadada disección de la cretinez adulta, era mucho más subversivo de lo que Rowling se atreve a ser. Pese a ello, y como antes le sucediera a Dahl, la autora escocesa también ha despertado las iras de los padres más conservadores, que ven en el mundo mágico de Harry Potter elementos satánicos e incitación a las drogas y al sexo.

Además de este humor punzante utilizado para perfilar a los tíos de Harry, Rowling maneja un humor más blanco en detalles del mundo mágico, por ejemplo en el listado de material imprescindible para acudir a las clases de la escuela de magos, y ese humor le sirve para acercar a los lectores el mundo de aires góticos en el que se desenvuelve el personaje.

Un personaje con el que a los niños no les resulta difícil identificarse, porque Harry, pese a sus poderes de mago, es un chico normal –lleva gafas, es delgaducho– que tiene los problemas de los chicos de hoy en día: su primo le pega, los amigos de su primo lo rechazan…

¿Por qué tienen tanto éxito los libros de Harry Potter? Porque le dan al lector infantil lo que éste busca: acción, humor, aventuras y fantasía, pero además le hablan de sus problemas cotidianos: sus anhelos y dudas, sus relaciones con la familia y sus problemas en el colegio (en un curioso artículo publicado en The New York Times, Pico Iyer considera que la escuela de magos de Hogwarts es una recreación de las escuelas privadas inglesas con sus desconcertantes ritos de iniciación y su riguroso sistema de castas –el clasismo se introduce a través del personaje de Ron, un amigo de Harry que es de familia humilde–, lo cual permitiría a los niños británicos una lectura en clave de las novelas a partir de sus propias experiencias escolares).

Rowling partió de la idea de no crear un personaje inamovible, que como un arquetipo sin variaciones se repitiera en cada nueva historia, como sería el caso de Tintín. La autora tiene la intención de desarrollar un proyecto cerrado consistente en siete libros, cada uno de los cuales cubrirá un año del aprendizaje de Harry, desde los once que cumple en el primer volumen hasta los diecisiete que tendrá en el último. La de Harry Potter es una aventura iniciática que pretende darles a los niños pistas sobre cómo enfrentarse al mundo.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

5 '
0

Compartir

También de interés.

El Diccionario de Eugène Delacroix