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Salida en falso

EL AMOR NO ESTÁ EN EL TIEMPO

Javier Corcobado

Tropismos, Salamanca

442 pp.

21 euros

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El músico y poeta ocasional Javier Corcobado, de cierto renombre en el circuito underground madrileño, se lanza al ruedo con su primera novela: El amor no está en el tiempo, una arriesgada empresa de más de cuatrocientas páginas de pesada lectura que se encuentra lejos de otros sonados debuts que no vienen al caso mencionar.Y es que a la edad de cuarenta y dos años, cuando se ha adquirido cierta experiencia sobre la vida y se ha tenido tiempo de leer y releer a los maestros de la literatura (sean éstos cuales sean), se esperaría algo diferente, más maduro, más verosímil y, en definitiva, más literario. La propuesta de Corcobado no acaba de convencer, desaprovecha lo que podría haber sido una historia interesante y, en definitiva, no aporta demasiado al panorama actual de la narrativa española. Pero vayamos por partes y no nos dejemos llevar por la pasión.
 

El amor no está en el tiempo (título cuyo significado continúa siendo un enigma para mí) narra la historia del eminente farmacéutico Alejandro Barrié, quien, tras tres años sumido en una profunda depresión, decide escapar de su casa y su familia y explorar rumbos desconocidos, reinventarse a sí mismo. Pone en marcha su automóvil y escoge un camino al azar, dejando que sea el destino el que decida por él. Pronto empezará a sentirse liberado de sus ataduras, rejuvenecido y con ganas de afrontar cualquier reto. Sin embargo, cuando cree haber rehecho su existencia y «encontrado al amor de su vida» (con tales palabras, si no similares, se encarga de hacérnoslo saber el narrador), una tragedia pone punto y final a su reencontrada felicidad: su recién estrenada amante, una prostituta tópicamente redimida de la perdición de los bares de carretera, aparece ahorcada sin saberse cómo ni por qué. A partir de ese momento la narración, ya suficientemente hinchada, comienza a incorporar elementos sin ton ni son, haciendo de la historia algo sumamente enrevesado y rocambolesco, a medio camino entre el thriller policíaco, la novela erótico-romántica y el más puro gore. En ella se da cabida a muertes misteriosas, venganzas desmesuradas, experimentos científicos de dudosa credibilidad, amores incestuosos y, por si fuera poco, pornografía barata.Antes de que llegue el desenlace, la novela está tan recargada, rebosa de tantos ingredientes espurios, que no nos queda más remedio que tomárnosla a risa.

Susan Sontag, en su mítico libro de ensayos Contra la interpretación, dedicaba una sección a la estética camp, de la cual señalaba sus principales rasgos: la exageración, su carácter popular y el hecho de que nadie, salvo su artífice, fuese capaz de tomarla completamente en serio. No pretendo insinuar que la novela de Corcobado sea camp, ni mucho menos, pues con los productos camp pasa lo mismo que con los clásicos: sólo el tiempo decide si merecen tal etiqueta. Sin embargo, hay demasiados elementos en ella que nos obligan, bien a considerarla un involuntario descalabro, bien a verla como una obra sin pretensiones de seriedad, a la manera de las películas de la productora Troma (cítese El vengador tóxico y otras joyas del séptimo arte). Por un lado, está la historia, ya someramente referida, en que truculencia y gratuidad van de la mano, donde se nos intenta sorprender con numerosos giros argumentales, pero lo único que se consigue es que la verosimilitud y la paciencia de los lectores se vendan al mejor postor. Con los personajes ocurre lo mismo: el tremendismo vertido en ellos, lejos de lograr la catarsis o la empatía, nos los presenta como criaturas de otro planeta, inverosímiles y, en multitud de ocasiones, grotescas: no hay más que leer los pasajes que se refieren a Julio, el amigo de Alejandro, las sesiones sadomasoquistas de los jóvenes Saúl y Julia o el desproporcionado comportamiento de Alejandro en la recta final de su venganza. Todo ello, además, va recubierto de un deliberado feísmo, encaminado a pintar una sociedad global subyugada por la crueldad y las drogas, que no resulta en absoluto efectivo, sino que, como las peores páginas de Bukowski, es tan solo desagradable.

En cuanto a la forma y el estilo, no contribuyen, que digamos, a levantar el listón. La narración se articula por medio de diversos saltos en el tiempo, destinados en su mayor parte a crear expectación y levantar sospechas, propósito que sólo se logra a medias, pues hay ciertos hechos que son obvios para el lector desde el principio y que, sin embargo, no le son revelados hasta pasadas unas cuantas hojas. A ello se añaden una prolijidad y explicitud exasperantes, más propias de una novela decimonónica que de la obra moderna que pretende ser; se repiten las ocasiones en que el narrador nos explica en detalle, y sin funcionalidad reconocida, la disposición de los muebles de una casa, la biografía de un personaje, pasajes que ya se daban por supuestos y, quizá sea eso lo peor, estados anímicos o sentimientos («Estaban profundamente enamorados», se llega a decir durante el idilio de Alejandro y la prostituta). De su estilo, por otra parte, puede decirse que es muy irregular y rara vez logra alcanzar la seriedad filosófica o moralista a la que, supuestamente, aspira. Ello puede deberse, como ya apuntaba algún crítico, a la condición de letrista de Corcobado, que hace que muchas de sus sentencias parezcan sacadas de una de sus canciones, donde, gracias al acompañamiento musical pasaban inadvertidas, pero que en el mutismo del papel suenan huecas e innecesarias («cisnes transparentes copulaban heridos bajo el velo de la noche», ha sido, posiblemente, la que más impacto ha dejado en mí).

En definitiva, El amor no está en eltiempo es un proyecto fallido, una primera obra decepcionante, que sólo interesará a los acérrimos seguidores de Corcobado. Ojalá su segunda tentativa –si es que la hay– tenga más fortuna y todas las torpezas de ésta se vean subsanadas.

 

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Ficha técnica

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