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Presencias inscritas

Inscripciones

ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA

La Palma, Madrid, Colección "Tierra del poeta", 51 págs.

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Si todo libro es una inscripción sobre la piel del tiempo, una marca que el hombre deja en el envés de su propia finitud, un eco dibujado a partir del perfil de su voz, estas Inscripciones que hoy nos entrega Andrés Sánchez Robayna constituyen en el conjunto de su obra poética un signo de inminente metamorfosis y renacimiento, una marca de cierre y de apertura a la vez, la ensoñación de nuevos espacios para la palabra del poema. Así, el libro se abre y se cierra con poemas de sueño: en esos poemas la presencia se encarna en las imágenes de un sol de medianoche, de un ramaje contra el cielo de tormenta. La presencia queda inscrita en estos poemas que, a modo de arco, acotan el espacio para los otros poemas del libro.

Al igual que en Tríptico (1985), también en Inscripciones se pone de manifiesto el interés del autor por las artes plásticas: si allí eran Twombly y Chillida, aquí serán Poussin y RafolsCasamada los que iluminen desde su universo de colores y formas la palabra de Sánchez Robayna. En el poema «El pintor» se evoca la figura de Poussin, que ya había estado presente en el ciclo «Sobre una piedra extrema», del libro anterior. Poussin es el pintor de la inminencia, de los signos de tormenta y los árboles asidos por el viento. También sus cuadros son inscripciones que, en un movimiento vertiginoso de la memoria, se retrotraen hacia el tiempo inaugural de la Arcadia sin olvidar que el sujeto del lema «Et in Arcadia ego» no es otro que la muerte.

Inscripciones contiene dos poemas largos, dos ciclos de escritura que constituyen, respectivamente, un diálogo con la música y una conversación con la arquitectura. «Una tonada, hace ya muchos años» se construye como una espiral que comienza con un tañido de campana y se van adhiriendo progresivamente los aromas y colores, las sensaciones y los miedos, los sonidos y los sueños de un tiempo enterrado en la memoria que ahora, gracias a estos acordes, renace para la palabra. El otro ciclo, «La capilla», tiene su origen en una visita a la capilla del King’s College de Cambridge. En cierto sentido, también en este poema se propone una poética de la adherencia y de la conjunción: la capilla parece «música prolongada que no quiere morir», evocando las palabras de Wordsworth (de quien Sánchez Robayna ha traducido con gran acierto al español El preludio); y también «era aquel cielo / lo que en la bóveda lucía, eran / las risas y las barcas y los cuerpos / lo que allí se cifraba».

La reciente publicación de la poesía reunida de Andrés Sánchez Robayna en México ha permitido contemplar con perspectiva suficiente su evolución creadora. Parece evidente la existencia de dos grandes ciclos compuestos de tres libros cada uno. El crítico brasileño Augusto Massi ha hablado de un deslizamiento o evolución «de lo mítico a lo místico». Se trata, sin embargo, de un proceso mucho más complejo, al que apenas cabe aludir aquí, un proceso en el que la unicidad de la obra queda salvada paradójicamente en y por la adquisición incesante de franjas de conocimiento cada vez más profundas en dirección a lo que el autor ha llamado un in-conocimiento. La plaquette antes mencionada, Tríptico, cerraba el primer ciclo de escritura y abría el segundo. En unas declaraciones recientes comentaba Sánchez Robayna: «Sólo muy vagamente creo percibir ahora que Inscripciones cierra igualmente un nuevo período, un nuevo momento de mi evolución poética».

Los lectores de Inscripciones saben ahora que una palabra nueva se está gestando en el camino oscuro y luminoso a la vez del in-conocimiento; a ellos les toca esperar esa Palabra que aún late «innombrable / enterrada en la noche».

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Ficha técnica

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