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Los planos de la utopía

Musapol

IGNACIO GÓMEZ DE LIAÑO

Seix Barral, Barcelona

255 págs.

2.500 ptas.

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El último libro de este sugerente escritor, su segunda novela, aglutina narrativamente buena parte de las preocupaciones más hondas de su trayectoria intelectual, aquellos temas por los que ha transitado en ensayos filosóficos previos, tales como el teatro de la memoria, la gnosis, el arte de los mandalas, la arquitectura esotérica (recuérdese su deslumbrante ensayo sobre Athanasius Kircher), la magia, el viaje como movimiento iniciático, así como referencias varias a otros asuntos de índole «espiritual»: la alquimia, la inexistencia del ego, el yoga, el andrógino, o la meditación. Asuntos casi todos que bordean siempre ese melifluo magma que conocemos como New Age, evanescencia bienintencionada que Gómez de Liaño soslaya desde la inteligencia aforística, por ejemplo, o la ironía astuta. Y todo ello, esta vez, en el marco narrativo de un descubrimiento insólito: una ciudad, en los confines de Rusia y Mongolia, Musapol, en la que se ha realizado la utopía: una ciudad para el conocimiento y la investigación interior, en la que apenas existen máquinas y en la que la meditación es el «deporte nacional» de sus libres, inteligentes y evolucionados moradores. Una ciudad cuyo fin es enseñar a sus habitantes a ser dueños y señores de sí.

En efecto, Alejo y Jaime, los dos protagonistas principales de esta «novela de ideas», interesados en los teatros de la memoria renacentistas de Giulio Camillo Delminio o Giordano Bruno (tema éste, como es sabido, objeto de un prodigioso ensayo del propio Gómez de Liaño) emprenden un viaje por Asia Central. Lo que al principio se planteaba como búsqueda personal y amistosa, culmina, tras el sorprendente descubrimiento de Musapol (Brunogrado) en una ceremonia iniciático-arquitectónica que conecta este texto con las famosas utopías renacentistas de Campanella o Bacon, con su ciudad del sol y nueva Atlántida, respectivamente.

Creo que este libro debe leerse como corolario lúdico (y en parte fallido) de su impresionante summa de hace apenas un año, El círculo de la sabiduría, en la que Ignacio Gómez de Liaño, tras varios lustros de entusiasta investigación, trazaba una línea sin solución de continuidad entre los diagramas de conocimiento del gnosticismo o el mitraísmo y los mandalas tibetanos. De hecho, la ciudad toda de Musapol (la ciudad de las musas y Apolo) no es sino un inmenso mandala (o un gigantesco teatro de la memoria), un espacio para alcanzar la realización espiritual y acceder a la Iluminación.

No obstante lo dicho, hemos de añadir en seguida que aunque Musapol es un libro interesante –al menos puede serlo para un cierto público lector, dado el cariz de los temas que trata– no es, sin embargo, una buena narración. Lo más sugerente del libro que es, precisamente, la descripción de la ciudad utópica, núcleo y centro de la novela, está muy poco eficazmente engarzada en una armazón narrativa excesivamente endeble, que a duras penas sí se sostiene en eso que Aristóteles llama en su Poética la necesidad y la verosimilitud, cimiento ineludible de toda trama narrativa que quiera imponer su coherencia en el lector. No hay tal aquí, desgraciadamente. El hecho de que con buenas intenciones se puede hacer mala literatura es una obviedad. También que una mala novela puede estar llena de ideas sumamente interesantes. Tal es el caso. Aunque quizá baste con pensar que el inquietante y sabio ensayista Gómez de Liaño se ha «divertido» con esta narración tan fantástica como autobiográfica, en definitiva, en la que ha osado trazar, en forma de ciudad, los planos más íntimos de su búsqueda espiritual. Y, como dije al principio, se trata de un texto que gana mucho si se lee en el contexto global de la producción de su autor.

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Ficha técnica

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