Buscar

ROBERT GUÉDIGUIAN Marius y Jeannete

Marius y Jeannete

ROBERT GUÉDIGUIAN

La película Marius y Jeannete está distribuida por Golem.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

En el principio –es un decir– fue Jean Renoir. Pero luego el cine francés derivó hacia ese engolamiento y cursilería que suelen caracterizar a tantas de sus producciones, sin que la nouvelle vague consiguiese vacunarlo del todo. Marius y Jeannette recoge una de las mejores tradiciones francesas, y en estos tiempos no deja de ser una película sorprendente, tanto por la modestia del escenario –un patio de barriada, una fábrica abandonada–, como por los personajes que muestra, obreros de provincias. Al cabo, puede considerarse una película periférica en el mejor sentido, el de elegir y desarrollar una historia con independencia del contexto cinematográfico habitual, sin prejuicios y al margen de las modas. Además –y en esto también recuerda una época de Renoir– pertenece a ese campo, tan en boga hace años, del cine comprometido. El compromiso del autor, o del escritor, suele tener como propósito la realización de obras en que cobran especial importancia las circunstancias sociales, el contexto colectivo en que se mueven los personajes, desde una perspectiva de denuncia.

En el compromiso que se establecía hace treinta años como ineludible objetivo del artista, los personajes llegaban a carecer de cualquier intimidad que no estuviese marcada, como un efecto fatal, por las circunstancias de explotación e injusticia de que eran víctimas.

Como se sabe, para el socialismo real los sentimientos individuales que no se suscitasen en función de los acontecimientos sociales eran una especie de ganga pequeñoburguesa, sospechosa de disidencia y escapismo, cuando no inaceptablemente antirrevolucionaria. Desde la consideración de un individualismo motejado de estéril analizó Lukács la obra de Kafka, condenándola al infierno de lo que carecía de función social. Sin embargo, ese enfoque del compromiso no es el que deja traslucir Marius yJeannette, pues aunque en ella los personajes se refieren con frecuencia a asuntos colectivos, el nudo del conflicto en que se encuentran es una muy intimista historia de amor. Adscribirse al campo del compromiso sin perder de vista ni sacrificar el ámbito de los sentimientos individuales, e incluso haciendo de ellos el foco de atención principal, es uno de los aciertos de esta película.

Jeannette, que tuvo una hija con un hombre que la dejó y otro hijo con un hombre, éste árabe, que se mató al caerse de un andamio, vive una relación amorosa, con el guarda de una vieja fábrica ya en desuso que las excavadoras van destruyendo. En el entorno de la relación entre Marius y Jeannette, los vecinos –por un lado, la familia obrera que componen Dedé y Monique, con sus hijos; por otro, Justin, maestro jubilado, y Caroline, comunista activa que sufrió la deportación en la guerra mundial– forman una especie de coro que no sólo da sentido al escenario de la pequeña comunidad de la barriada marsellesa en que todos viven, sino que incluso ayuda a esclarecer cierto secreto de Marius, interviniendo de forma decisiva en el desarrollo de sus amores con Jeannette.

El punto de vista principal de la historia se centra en Jeannette, cajera de un supermercado que es despedida por enfrentarse con su superior. Los inicios y el progreso de su relación con Marius constituyen la parte sustantiva de la trama. No obstante, y siempre con un criterio de pura funcionalidad, el punto de vista abandona a Jeannette cuando se pretende describir o hacer énfasis en otros aspectos de la historia. Así, los miembros de la vecindad que conviven con la familia de Jeannette en la laberíntica vivienda irán mostrando los diversos aspectos ideológicos y hasta pedagógicos de la película: el concepto de política –incluso elegir una marca de cerveza es un acto político–, el concepto de religión –toda forma de integrismo es un daltonismo mental que se impone por la violencia–, el de patrimonio cultural colectivo y hasta el de sentimiento o conciencia de clase. Todo ello narrado con sencillez, escasez de medios –lo que nunca le resta dignidad estética– y sin efectos especiales.

Ya en los títulos se nos advierte de que la película es un cuento. Parece que el director considera cuento aquello que, acaso por el amable decurso de los sucesos, no parece pertenecer a la verdad de lo real, o no se corresponde con lo que debiera serlo. Pero todos sabemos que la literatura está llena de cuentos tristes. A mi entender, el enfoque narrativo y estético de la historia de Marius y Jeannette entraría, más que en el territorio del cuento, en el de la comedia de costumbres. Puede que el director haya querido componer unos personajes simbólicos, pero –felizmente, según mi opinión– los símbolos de la fábula quedan disueltos en una afortunada reconstrucción de lo cotidiano que da a sus personajes una certera apariencia de vida, y una frescura y falta de rigidez que se armonizan bastante bien con unos diálogos que, no precisamente naturalistas, están construidos en general con lucidez y sentido del humor.

Pues Marius y Jeannette, que tiene como personajes unos cuantos desposeídos –desposeídos europeos, entendámonos–, es, sobre todo, una historia sobre la alegría y el coraje de vivir, y también sobre el miedo a la vida. El director ha querido convertir a sus oscuros personajes en héroes de una ficción, relatar sus dificultades y no perder de vista el mundo de intolerancia y explotación en que se mueven, en un punto geográfico concreto del mundo contemporáneo. Mas, a través del relato de amor que es el núcleo más denso de su película, ha conseguido dar a una historia aparentemente menor e irrelevante, de gentes humildes, un sentido universal. Ese es el mérito de las ficciones bien logradas

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

4 '
0

Compartir

También de interés.

La fortuna española de un «poeta de los ojos»

Vivir, dormir, morir: soñar acaso

Quizás el terreno más descuidado por los estudiosos de la Edad Moderna sea precisamente…