Los diez cuentos que componen Maneras de estar remiten en cierto modo al título del libro: son relatos que ensayan tendencias y tamaños diferentes con el fin de encajar los asuntos que tratan con las formas narrativas más adecuadas. Hasta ahí nada que objetar, pues un escritor es muy libre para aventurarse en aquellos tipos de narraciones que son de su agrado y probar su escritura, como hace Fajardo, en piezas de corte realista o fantástico, de aventuras, de indagación psicológica o de tema amoroso.
Ahora bien, no en todos estos territorios se mueve el escritor con la misma habilidad y soltura. Lo que muestra este libro es que Fajardo, a quien conocemos sobre todo por sus novelas, se encuentra más a gusto en los relatos largos, de larga distancia, en los cuales es capaz de crear un tiempo, un espacio y, sobre todo, unos personajes verosímiles y coherentes. Así sucede en los titulados «Como una isla», «Nunca estuve allí» y «Drinks & Tobacco».
En cambio, en las distancias cortas, en los cuentos breves que debieran juntar la concisión y la sugerencia propias del género, el autor predispone innecesariamente al lector desde su mismo planteamiento, no con oportunas prolepsis narrativas, sino con explicaciones y claves explícitas que anulan su curiosidad y sus expectativas de suspensión, y con ellas la sorpresa. Para relatar una historia mítica, fantástica o, en todo caso, imprevisible, nunca –creemos– debe anticiparse la intriga diciendo, por ejemplo, que el personaje acudía a la plaza a esperar lo inesperado o que un sueño infantil le ha marcado la vida, que las noticias tenían siempre algo de legendarias o que la luz daba al paisaje un aire irreal.
