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De crímenes y guerras

Los amigos del crimen perfecto

ANDRÉS TRAPIELLO

Destino, Barcelona, 336 págs.

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Se ha abordado en más de una ocasión la relación entre la novela policíaca y la tragedia clásica. Edipo rey, por ejemplo, desarrolla un argumento que, si se admite un resumen interesado, consiste en averiguar si un presunto inocente acabará cometiendo un asesinato. Para el lector de la novela de género, la trama y el crimen de esta tragedia son importantes, en cierta forma, porque tienen unas gotas de misterio y un mucho de responsabilidades y averiguaciones que brindan un diagnóstico moral y político de la sociedad. Sean o no convenientes o incluso interesantes estas relaciones, la verdad es que la novela Los amigos del crimen perfecto hace mucho por alzar la novela policíaca a la categoría de obra trágica, quizá porque en ella ocupe el escenario de forma determinante la guerra civil, la tragedia colectiva de los españoles del siglo XX .

La muy británica idea de fundar un Club de Amigos del Crimen Perfecto lleva a unos contertulios, a quienes une la pasión por la novela de detectives, a reunirse periódicamente para analizar casos de asesinatos que conocen por los medios de comunicación, para valorarlos en función de la pericia y acierto de los diferentes actores que intervinieran en cada crimen, y, cómo no, para adjudicar una precisa categoría estética a cada uno de ellos. El único asesinato cuyo misterio roza de forma directa a este grupo de gente, tiene sus lejanos móviles en la guerra civil.

No es infrecuente que los escritores españoles se burlen con delicada y cómplice ironía de quienes pretenden confundir literatura y vida, y aun de quienes manifiestan una fe demasiado cándida en las convenciones de los géneros literarios. No en vano es la española una tradición presidida por el ejemplo de Don Quijote. Por este motivo, a ningún lector le extrañará que el grupo de amigos llegue a la conclusión de que la realidad ha dejado muy atrás todas sus ideas sobre crímenes y novelas policíacas: «Llevábamos un montón de años buscando como los alquimistas un crimen perfecto. Y no lo encontrábamos. Y ahora que tenemos uno, no nos sirve de nada, porque ni siquiera podemos participar a los demás nuestro descubrimiento». El crimen perfecto al que aluden estas palabras, el indemostrable, es la muerte de un policía brutal e incestuoso, de un policía con un negro pasado como torturador y asesino de disidentes políticos. La modalidad ibérica del crimen perfecto, según esta novela, ofrece una perspectiva adecuada cuando se deja definir ante el telón de fondo de los acontecimientos de la guerra civil. Las complejas estéticas de delitos pasionales, políticos o económicos de otros países, no llegan a triunfar en España, pues el escenario que inevitablemente necesitan para su representación ya está ocupado por el obligatorio recuerdo de la guerra civil. La muerte del policía asesino tiene algo de justicia poética o de compensación, en un plano imaginario, que los damnificados indirectos, descendientes o parientes de quienes sufrieron a manos de ese policía torturador, acaso acepten con algún sentimiento de culpa. Sólo en ese plano puede entenderse ese crimen, y sólo en ese plano se justifica el deseo noblemente ambicioso de elevar toda la guerra civil a esa categoría de crimen que «no nos sirve para nada», de asesinato que no puede comunicarse a nadie, de asesinato con culpables a quienes no se puede castigar, con inocentes a quienes no se puede compensar. He aquí que esta novela, Los amigos del crimen perfecto, viene a demostrar al lector que es ocioso esperar un crimen perfecto cualquiera, buscarlo, tipificarlo, ordenar su varia fenomenología. La guerra civil fue el crimen perfecto.

El obstáculo que plantea una novela concebida de esta forma es de naturaleza estética y moral: ante un crimen perfecto tan difuso, la guerra, tan presente e ineludible, ¿para qué escribir?, ¿para qué escribir, precisamente, una novela policíaca? Responde a estas preguntas ese rasgo al que ya he aludido antes, pero sobre el cual conviene hacer alguna precisión. La confusión o la relación entre vida y literatura descubre al lector una dimensión del relato que es interesante, pero no es menos interesante considerar que Los amigos del crimen perfecto es, asimismo, una parodia de novela policíaca y es, también, una parodia parcial de una novela rosa. Estas dos parodias quieren reflejar la evolución de la sociedad española. El cambio de valores en España en los años finales del siglo XX pedía esparcimientos literarios con pretensiones intelectuales superiores a los de las novelas de quiosco. Dos escritores, que aparecen como personajes en Los amigos delcrimen perfecto, pretenden escribir esta clase de novela de género, con la consecuencia de que el editor los despide. Sin embargo, Los amigos del crimen perfecto es precisamente una novela con esas pretensiones, las de añadir un interés social a las novelas de género, por lo cual el destino de estos dos personajes se une al contenido de la novela en que aparecen, con lo que la parodia se convierte en metaparodia en más de un momento. «No se es hombre hasta que no se pasa uno una noche paseando solo por una ciudad, sin rumbo fijo, con el amargo sabor de la desdicha en la boca…». El protagonista de la novela, escritor de novelas de detectives, piensa esta frase, que se aplica a su propia vida, pero posteriormente la incluye en la novela que está escribiendo, el lector de Los amigos del crimen perfecto la lee en esta novela, y establece, por su cuenta, la relación entre novela, género y vida, y se acerca así a las interesantes confusiones que propicia la buena literatura entre ficción y vida. Con esta urdimbre, la trama va dibujando el tapiz de la obra, hasta llegar a ese crimen perfecto, la guerra civil, crimen en el que nadie había reparado como símbolo de una novela de género. Durante la lectura de esta obra, el esparcimiento de los menos doctos se une a los intereses literarios más cultos y al interés por la vida.

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Ficha técnica

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