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Motivos concéntricos

LA NOCHE DE LA CONSPIRACIÓN DE LA PÓLVORA

Juan Antonio Masoliver Ródenas

Acantilado, Barcelona

230 pp.

17 €

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Memoria e imaginación, entreveradas. Un mundo personal donde se funde lo real y lo ficticio. En 2001, Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) cerraba una trilogía de novelas autobiográficas que inauguró con Beatriz Miami (1991), prosiguió con Retiro lo escrito (1998) y coronó con la corrosiva La puerta del inglés.Tomando la forma de un diario, el autor abría las puertas a sus obsesiones. Un sarcasmo destilado en malévolos juegos verbales, poemas trocados en sátira, episodios personales y pullas aforísticas. Parodiaba la crítica y los críticos, esas voces de esos ámbitos que tan bien conoce; hacía befa de sus demonios familiares: el mandarinato y el celo didáctico que supedita las obras al dictado de escuelas o generaciones. Conocedor del mundo universitario, Masoliver Ródenas establecía la justa proporción entre academicismo y mezquindad.

Si en La puerta del inglés, el escritor barcelonés registraba obsesiones, en La noche de la conspiración de la pólvora condensa su universo personal y literario en una veintena de relatos. La obra de Masoliver se estructura en motivos concéntricos, como los aros de un árbol tan añoso como frondoso en experiencias y escepticismos: el sexo, la escatología, la Guerra Civil, la infancia de Masnou, el mundillo literario de la Barcelona de posguerra y una formación literaria domiciliada en Italia, Francia e Inglaterra. Y de la geografía al escenario. Historias recordadas o imaginadas en un Maresme arraigado en una crónica sentimental nada complaciente.

La adolescencia, una luz que se hace más estridente evocada desde la sesentena. Los motivos de Masoliver se despliegan en «El paseo del indiano», «El pueblo de la ciénaga» o «El padre». Palmeras y son de habanera truncados por el sangriento rencor de la Guerra Civil. De forma perversa, la misma luz mediterránea que excita los sentidos ilumina procazmente los cadáveres en la playa, la muerte y la descomposición social. El amor que transita de la felicidad a la monotonía y la caducidad refejado en «El doctor Cardoso» o «La mujer sin rostro».

La narrativa y la poesía de Masoliver Ródenas están unidas por el sexo que despoja de atavíos románticos la relación humana.A medida que avanzamos en la lectura reencontramos como estribillo a los mismos personajes en posturas reiteradas. El Masoliver cuentista es somático y seminal. El cuerpo. Placer y sufrimiento. Origen y final.

El microcosmos barcelonés inspira otra porción de relatos. Desmarcado de generaciones, Masoliver Ródenas se fue a los diecinueve años a Londres. Catedrático de Literatura española y latinoamericana en la Universidad de Westminster, traductor y crítico literario de La Vanguardia, esa etapa de su vida aflora en «Amnesia», donde el protagonista se siente perdido en la Barcelona que abandonó en la juventud. La extrañeza ante la ciudad natal se acentúa en «Persianas cerradas». Los puntos de encuentro habituales del escritor, como el desaparecido Bar Doria de la Rambla Cataluña, y los colegas de la pluma componen un paisaje que se hace cada vez menos inteligible. Siguiendo la técnica paródica de La puerta del inglés, Masoliver Ródenas se encuentra con Pere Gimferrer recitando a Ariosto; repara en los excrementos de las palomas y subraya tozudamente su extrañamiento de un mundo literario y la animadversión hacia la clasificación generacional. Con sesenta y siete años, Masoliver Ródenas se siente libre y muy orgulloso de no haber formado parte de los Nueve novísimos de José María Castellet. Se mantuvo siempre al margen y buscó sus propios referentes, ayudado por la genealogía familiar. Fue del todo ajeno a los años de realismo social, cuando los marxistas improvisados leían a Faulkner y Lukács, él crecía con Cervantes, Joyce, Pound y Eliot.

Si en la infancia y adolescencia de Masnou huele a erotismo, escatología y muerte para desembocar en la perplejidad existencial, la madurez depara la perplejidad de quien se siente extranjero: «¿Cuándo deja de ser uno de la ciudad en la que ha nacido y crecido?», se pregunta el narrador. Llega un momento en que van cerrándose todas las persianas y se apagan las luces de la identidad. No hay nostalgia en estos relatos comunicantes donde los personajes reaparecen para ejecutar las obsesiones del autor.

El volumen se cierra con la historia que le da título, «La noche de la conspiración de la pólvora». Referida a la noche de Guy Fawkes, fiesta británica de hogueras como la verbena de San Juan, constituye la llave maestra para acceder al mejor Masoliver Ródenas. La noche del solsticio y el hermano enfermo en silla de ruedas. Los vecinos que bailan al calor de la hoguera, el deseo crepitante, los cuerpos que se rozan, el sexo adolescente que se desvela y la silla del hermano que se desliza cuesta abajo en la última rodada. Una imagen buñuelesca, alumbrada por la luz cegadora de la juventud y silueteada como sombra por la muerte: «A veces pienso que el sol es un espejismo. Que el sol ilumina las cosas, pero que las cosas no existen…Veo deslizarse una silla de ruedas vacía, la veo también abandonada en la carbonera, como los muebles viejos de la hoguera». Una silla metálica que no puede quemarse. Un relato-compendio de una obra: los motivos concéntricos de una autobiografía literaria.

 

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Ficha técnica

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