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Un libro para la izquierda

La izquierda y el cristianismo

R. DÍAZ-SALAZAR

Taurus, Madrid, 436 págs.

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Libro que rebosa información y experiencia, trabajo teórico y pasión provocativa. Sin brillantez de best-seller, pero seminal para nuestra coyuntura internacional, latinoamericana y española.

Pretende la interacción convergente y crítica entre dos realidades sociales y culturales, que nuestro escepticismo epidérmico puede considerar tópicas, pero que siguen siendo determinantes de nuestra actualidad y de nuestro futuro: «izquierda» y «cristianismo». Y fundamenta su pretensión –como escribe Salvador Giner-«con gran rigor desde una perspectiva sociológica muy interesante y completamente innovadora».

El libro está bien trabado en cinco capítulos de desigual amplitud. El primero, Refundar la izquierda: el nuevo ciclo del socialismo, parte del punto de partida inevitable para toda tradición sincera. Las experiencias del siglo que agotamos, y las desconcertantes posibilidades que se hacen presentes ya desde el que viene, exigen una re-fundación de las tradiciones supervivientes. La izquierda tiene que emprenderla ya, desde esta su hora «mala». Las páginas dedicadas a los problemas del fin de siglo, desafíos y propuestas de acción para la izquierda (págs. 20-44), resultan tan exactas como estimulantes.

El segundo capítulo, Laicismo ycristianismo en la política de la izquierda, está escrito desde la concepción gramsciana de la política como reforma intelectual y moral, y el reconocimiento del cristianismo como religión que, por su naturaleza e historia, no puede dejar de ser religión pública e intramundana. Desde esos supuestos, presenta los ámbitos de encuentro entre izquierda y cristianismo, estableciendo sus condiciones y límites, su relación y su recíproca autonomía. Laicismo y laicidad, en su necesaria distinción y en su desafortunada confusión, se presentan como conceptos-pivotes de esa relación, cuyo proceso histórico es el objeto del tercer capítulo.

Éste, El cristianismo, una cuestiónpública para la izquierda europeay latinoamericana, planteado históricamente con exhaustividad, requiere lectura paciente, por ser pieza esencial argumentativa de la tesis de Díaz-Salazar. El proceso se reconstruye en dos secciones, correspondientes a dos épocas: «del socialismo utópico a la derrota del fascismo y del nazismo» (págs. 96-160) y «de la izquierda antifascista a la izquierda postmarxista» (págs. 160-285). Resultaría simplista identificar la primera fase simplemente con la concepción privatista, y la segunda con la apertura al reconocimiento de la dimensión pública del cristianismo. Ya en la primera, el socialismo utópico como los movimientos de los socialistas religiosos conciben al cristianismo como cuestión pública. Y en la segunda existen notables diferencias entre los distintos socialismos nacionales. En la primera, el desarrollo queda circunscrito al continente europeo. En la segunda se presta atención suficientemente diferenciada a las izquierdas latinoamericanas. A lo largo del capítulo merece atención la histórica dialéctica secularizaciónforzada/religiosización forzada, reflejo desgraciado de la confusión entre laicidad y laicismo. El capítulo se cierra con el resumen del proceso «del cristianismo en la izquierda: de cuestión privada a cuestión pública», con párrafos dedicados al reconocimiento del carácter intramundano y público de la religión cristiana, la superación del laicismo y el reconocimiento de la dimensión social del cristianismo, la nueva racionalidad socialista más allá del cientifismo, la conexión de lo privado y público en la acción política, y una significativa reflexión sobre la vuelta conjunta a Marx y a Weber.

El capítulo cuarto, el más breve del libro, El espíritu del socialismo y elcristianismo prepara el quinto, Lafecundación de la izquierda por elcristianismo. En el cuarto, apoyándose en Max Weber y Werner Sombart, esboza Díaz-Salazar una definición sociológica del espíritu, su necesidad y funciones. Desde estos presupuestos, plantea bravamente esta constatación, compartida por muchos otros autores: «Existe una dimensión espiritual en la crisis de la izquierda. La pérdida de espíritu ha convertido al socialismo en una "envoltura vacía" y por eso hoy descansa en un fundamento mecánico y está petrificado.» Con los mencionados autores pregunta el autor quién habitará ese vacío, qué fuerza moral hará que nazcan nuevos ideales. Y sostiene que el cristianismo puede y debe ayudar a configurar el espíritu y la pasión de un nuevo tipo de izquierda y de socialismo. Por supuesto, «como una fuerza espiritual y moral más, no como la única».

A presentar la verosimilitud de esa recíproca influencia entre el futuro de la izquierda y el cristianismo que llama originario se dedica el quinto y último capítulo La fecundación dela izquierda por el cristianismo. Se subraya con energía y acierto el papel de la cultura política para la acción política. Una cultura ciudadana de mínimos, aunque signifique un progreso sobre nuestra situación actual, es insuficiente para la re-fundación de una izquierda capaz de llevar a cabo la transformación urgente. Una nueva izquierda necesita sustentarse sobre una fuerte cultura política de la solidaridad. Y aquí anuda con las convergencias que el cristianismo puede aportar a la izquierda para la incubación y fomento de esa nueva cultura política. Partiendo de una fenomenología sociopolítica del cristianismo originario, desarrolla con lucidez y pasión las convergencias que le parecen más características: «la primacía de los últimos, la pasión de la izquierda y la lucha contra las desigualdades», «pobreza evangélica y ascética ecosocialista: la regulación ecológica de la sociedad y del comportamiento humano»; la cristiana «cultura samaritana, la construcción socialista de la solidaridad y la reactivación del tercer ideal revolucionario».

Muchas cosas pueden preguntarse al autor y debatirse con él, como ya se está haciendo en significativos encuentros regionales con los partidos de izquierda o en foros culturales. Señalo las que me parecen más importantes. Se necesitaría una determinación deliberadamente más clara de lo que Díaz-Salazar entiende por cristianismo originario. No se trata de recuperar, por un mágico túnel del tiempo, el cristianismo primitivo. La fe cristiana lleva siempre consigo sus orígenes, aun allí donde es traicionada por el cristianismo sociológico, inercial. A aclararlo, habría ayudado una exposición crítica de la doctrina social de las Iglesias, que hubiera tenido su lugar apropiado entre el cuarto y el quinto capítulo. No es nada nuevo. Es lo que realizó E. Troelsch completando los estudios de M. Weber. Quizá la extensión del emergente libro disuadió al autor de hacerlo. Pero la laguna es patente y me atrevo a decir que autor y casa editorial nos deben esa pieza «desaparecida» del libro y exigida desde su intención cultural y política. Sería poco inteligente comprender esa tarea como larvadamente confesional. El autor ha dicho con acierto que «el cristianismo no es un patrimonio exclusivo de la Iglesia, sino de la humanidad». Por la misma razón, la doctrina social de la iglesia es una realidad pública y no un coto privado para cristianos. Y además… aunque, como de nuevo ha dicho el autor, «La izquierda y el cristianismo no está escrito para los creyentes, sino fundamentalmente para aquellos que no lo son», creo que les vendría muy bien a una mayoría de cristianos enterarse, a través de un libro escrito fundamentalmente para la izquierda, qué objetivos sociales son los propuestos por su propia Iglesia. La ignorancia y la incoherencia, es decir el déficit de cultura social y política, es una de las causas de que la izquierda y el cristianismo tengan demasiado reviradas las espaldas.

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Ficha técnica

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