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La división de Ramón Saizarbitoria

Los pasos incontables

RAMÓN SAIZARBITORIA

Espasa Calpe, Madrid, 1998

Traducción de Jon Juaristi

368 págs.

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Ramón Saizarbitoria (San Sebastián, 1944) se convirtió en una referencia importante de la literatura vasca en los años sesenta. Su novela Egunero hastendelako (1969) (Porque amanece cada día) se insertó en el nouveau roman francés y desde su objetivismo descarnado contó la historia de una muchacha que iniciaba un viaje para abortar. Eran los tiempos en los que se defendía que era más importante la aventura de contar que el contar una aventura. Era también el tiempo en que se sobrepasaba a los existencialistas y si éstos habían dado muerte a Dios, ahora se trataba de dar muerte al superhéroe.

En este camino, Saizarbitoria recorrió los estadios hasta terminar en Ene Jesús (1976) (¡Ay, Dios!) en la disolución de la aventura novelesca. Después vinieron casi veinte años de silencio hasta la publicación de Hamaika pauso (1995) que aparecerá pronto en castellano bajo el título de Los pasos incontables. Esta novela rescataba al escritor más completo, al autor magistral que superaba cualquier referencia anterior. La madurez ayudaba en la perspectiva para contar la historia de una generación, la del 68, que creció bajo el impulso antifranquista y la comprensión de la lucha armada. Como Saizarbitoria ha escrito, comenzaron enviando telegramas a Franco para que conmutara la pena de muerte a los condenados de 1975, y han terminado con un telegrama en la mano para intentar salvar a Miguel Ángel Blanco. Por desgracia, esta vez, era difícil saber a dónde había que enviar el telegrama.

Tras esta novela –que junto a El hombre solo de Bernardo Atxaga (Ediciones B) y Las últimas sombras de Anjel Lertxundi (Barral) forman el triángulo de oro de la última novela vasca–, Saizarbitoria ha publicado en 1996 Bihotz bi. Gerrako kronikak (Dos corazones. Crónicasde la guerra). Es posible que Hamaikapauso le haga un poco de sombra. Pero esta novela parece haber sido escrita sin presión, con alegría, tras un reconocimiento del público y por un convencimiento de verse nuevamente como escritor.

Oficio es la primera palabra que vendría a la memoria para designar esta historia, que como tantas veces en esta carrera literaria, se mueve en dos planos. Por eso se subtitula Crónicas de la guerra. Las crónicas de la guerra de 1936 y las del vivir cotidiano de dos personas que crean estrategias inútiles para la comunicación. El tiempo histórico guarda un secreto que traerá consecuencias para el protagonista y a su vez narrador. Su padre dejó embarazada a una dirigente de la organización femenina del Partido Nacionalista. El protagonista se convertirá en amante de Bioleta, la mujer que nació de esa unión.

La segunda trama se desarrolla años más tarde y cuenta la historia del matrimonio del protagonista con Flora: una unión que naufraga, una guerra de sexos, que terminará en un obsesivo plan para matar a la mujer. Novela de suspense, en suma. En un caso –imposible dejar de lado la ironía–, una investigación casi policíaca. En otro, el análisis obsesivo de la banalidad, como lo haría Highsmith.

El pulso narrativo de Saizarbitoria consiste en la fuerza de convertir en arte la más normal de las situaciones. Algunas de las características de su prosa aparecen en este texto: la frase que vuelve como en una sinfonía, la observación de lo normal, la conversión de lo banal en elemento inquietante, la sensación de futilidad que acompaña a una vida gris. Saizarbitoria siempre tendió a una admiración por la novela francesa, y algunos de sus maestros le han contagiado una dulce sensación de morosidad. Hay muchos pasajes que parecen prescindibles, pero que adquieren su significación al final de la novela. Y ese final, el asesinato de la mujer, es lo que más se ha criticado como si fuera un pie forzado. Es posible. Pero el desenlace, tan grotesco, subraya la personalidad del narrador, una persona gris, fútil, banal.

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Ficha técnica

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