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Todo Ortega

OBRAS COMPLETAS

José Ortega y Gasset

Taurus, Madrid/Fundación Ortega y Gasset, Madrid

1064, 992, 1096, 1080, 936, 1176, 966 y 768 pp.

50 € cada tomo

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A la altura del otoño de 2008 han aparecido ocho tomos de las nuevas Obras completas de Ortega y Gasset. La edición, publicada por la editorial Taurus, está siendo preparada en la Fundación Ortega y Gasset por un equipo de expertos bajo la dirección de Javier Zamora Bonilla. Es conveniente subrayar el valor que supone que, a poco más del quincuagésimo aniversario de la muerte del filósofo madrileño, que falleció en Madrid en 1955, podamos disponer de una edición prácticamente crítica de estas Obras completas, que resuelve muchos de los problemas que presentaban las anteriores ediciones, el mayor de ellos la edición de los escritos políticos, desencajados del resto de la producción del filósofo. Era, por tanto, obligado situar esos escritos en el momento en que se dieron a la luz. También tenemos ahora acceso a muchos cambios que introdujo Ortega en algunos textos y que resultan decisivos para comprender la evolución de su pensamiento.

La empresa de ofrecer esta edición de la totalidad de la obra orteguiana, añadiendo todos los póstumos e inéditos existentes, es ambiciosa. Y lo que a principios del siglo podía parecer una utopía se ofrecerá en los diez años siguientes como orgullosa realidad. El ritmo de la edición ha venido marcado por la diferencia entre las obras publicadas en vida de Ortega y su producción póstuma e inédita. Respecto al conjunto que abarca las primeras, se han publicado dos volúmenes al año, de manera que los seis tomos que ocupan han ido apareciendo de 2004 a 2006. Por su parte, la serie de los inéditos y obra póstuma, por su misma dificultad, va de momento a un ritmo de un tomo por año; así, en 2007 apareció el tomo VII, el año pasado el VIII y esperamos que entre este año 2009 y el próximo, con la publicación de los tomos IX y X, se dé término a esta magna empresa.

De lo dicho se desprende que estas nuevas Obras completas están divididas en dos grandes grupos. El primero (tomos I-VI) incluye, ordenada de modo cronológico, toda la obra publicada en vida de Ortega, es decir, hasta 1955. En gran medida, estos tomos recogen lo publicado en los seis primeros volúmenes de las viejas Obras completas, más lo publicado en los tomos X y XI, que reunían los textos políticos que Ortega dio a la prensa diaria desde 1906 a 1932, pero ahora los textos aparecen en su lugar por orden cronológico. También se incluyen textos publicados en la prensa argentina no recogidos en las Obras completas de 1946 y, por tanto, casi desconocidos, así como los originales en español de algunos textos publicados sólo en otros idiomas, razón por la cual muchos de ellos también podían ser poco conocidos. Los siguientes tomos, a partir del VII, están dedicados, por un lado, a la obra póstuma de Ortega y, por otro, a la publicación de los textos inéditos cuyos originales se encuentran en la Fundación Ortega.

A continuación va a tratarse de dar al lector una visión general de los criterios de la edición, la forma de su distribución y el tipo de aparato crítico que el lector va a encontrarse. Después, se hará un breve recorrido por los tomos dedicados a la obra publicada en vida de Ortega, insistiendo en aquellos textos desconocidos en España, para dedicar luego una mayor extensión a los escritos inéditos y a aquellos póstumos de los que se ofrecen algunas revisiones.

Como ya se ha indicado, en 2004 apareció el primer tomo de la serie. La aparición de ese libro resultó un gran acontecimiento editorial, porque con él veíamos tomar cuerpo un proyecto largamente deseado. Además, con ese tomo teníamos, por un lado, las indicaciones de los criterios de la edición y, por otro, la muestra del aspecto exterior de la misma, cuestión nada baladí, porque anunciaba la imagen que en adelante, durante décadas y décadas, va a adornar miles de bibliotecas con un cuadro inconfundible formado por los lomos de los diversos tomos, que semeja un tablero de ajedrez de cinco filas y diez columnas.

En las primeras páginas, que se repetirán en todos los volúmenes, se explican los criterios de la edición: recoger «toda la producción orteguiana conocida hasta la fecha», excepto las «notas de trabajo» y la correspondencia. El criterio de edición es estrictamente cronológico, «salvo aquellos que fueron subsumidos en obras posteriores» (p. XVII), como es el caso, por ejemplo, del artículo «Del momento político. Bajo el arco en ruina», de 1917, que sería incluido en la Redención de las provincias, de 1931. Cuando en el año haya una monografía, ésta va al final de ese año, lo que, como veremos, puede acarrear alguna distorsión si no se leen a fondo las notas críticas. De los textos aparecidos en otros idiomas, se publica el original en español, aunque éste permaneciera inédito. El aparato crítico consta de cuatro apartados. En primer lugar, unas «Notas a la edición», que recogen la historia del texto editado, su relación con otros textos y su datación. Viene después la «Noticia bibliográfica», en la que, en los primeros seis tomos, se indican todas las ediciones del texto y la que se ha utilizado para la fijación del mismo. A partir del tomo VII se indica en este apartado la ubicación del manuscrito en el archivo de la fundación y, eventualmente, las publicaciones póstumas que haya podido haber de ese texto. Viene a continuación el «Apéndice», que recoge las variantes de textos en las diversas ediciones. En el caso de La rebelión de las masas, este apartado comprende casi sesenta páginas. Especialmente importante es este mismo apartado en las diversas ediciones de El tema de nuestro tiempo. En los tomos de escritos póstumos o inéditos, sin embargo, no existe porque el texto base es el manuscrito de Ortega. Hay, en fin, un apartado de «Anexos» que incluye textos atribuidos a Ortega pero sin su firma, así como los textos que Ortega «dejó fuera de la versión definitiva de la obra publicada» y algunos diálogos. A todo esto hay que añadir los índices onomástico y toponímico, que en el tomo X se ampliarán con un índice general.

En los seis primeros tomos hay muchísimos textos no recogidos en las viejas Obras completas, o desconocidos por haber sido publicados en la prensa argentina. Así, el tomo I, el de las Meditaciones del Quijote, incluye como novedad la tesis doctoral de Ortega, Los terrores del año mil, y los artículos políticos hasta 1915 inclusive, además de una buena cantidad de textos desperdigados o nunca más reeditados, incluso diez textos de los que «no había constancia» (I, p. 936), entre ellos alguno muy importante como, por ejemplo, la nota, de 1911, sobre la interpretación de los sueños (I, p. 519); o el texto, del mismo año, sobre El Greco en Alemania, por el que cobramos conciencia de la oposición entre los alemanes –que «son hombres de conceptos»– y los mediterráneos (I, p. 522). U otros de tono político, como el texto sobre Lasalle (I, p. 506), por el que se comprueba el enorme interés que tuvo Ortega en el fundador del Partido Socialista alemán.

El tomo II, quizás el más fácil de editar, recoge el libro con textos de juventud que Ortega reunió bajo el título Personas, obras, cosas, así como los ocho tomos de El Espectador. Es de agradecer la oferta que se hace en el aparato crítico de las variantes que presentan los textos en caso de haber sido antes publicados en El Imparcial o La Nación, ya que ofrecen matices que pueden importar a la hora de establecer la evolución del pensamiento de Ortega. En el tomo III, que va de 1917 a 1925, aparecen algunos de los textos de mayor éxito editorial de la obra de Ortega, tales como España invertebrada, El tema de nuestro tiempo, La deshumanización del arte y Las Atlántidas, libro este en el que Ortega ya anuncia la importancia del sentido histórico. También se incluyen hasta veintiún textos de esa época que, excepto tres, no habían vuelto a imprimirse. Entre éstos, sobresale uno de 1919, «Buena ocasión de dar un paso franco hacia otra España» (III, p. 192), en el que Ortega vincula el renacimiento de nuestro país con la «implantación del régimen autonómico» (sic, en 1919, p. 193), y acusa «a los grupos constituidos en los alrededores del Poder» de «falta de idealismo».

El tomo IV, que pasará por ser el tomo de La rebelión de las masas, incluye un gran aparato crítico sobre las diversas ediciones de este gran libro, así como todas las variantes que aparecen en los folletones de El Sol, de La Nación o en sus diversas ediciones. También se publican los adelantos que hizo Ortega, en La Nación, del curso dado en 1929 sobre Qué es filosofía, así como partes de las lecciones sobre Qué es conocimiento, que, en el curso 1929-1930, impartió en el local de la Revista de Occidente y partes de las cuales repitió en el curso siguiente. Ortega no incluyó estas publicaciones de 1931 en sus Obras completas de 1946, los seis primeros volúmenes de las viejas Obras completas. Ahora podemos ver qué seleccionaba Ortega de sus cursos para ofrecerlo a un público más amplio.

En 2006, con los tomos V y VI, terminó de publicarse la serie de las Obras completas que recogía la producción publicada de Ortega. El V abarca del año 1932 a 1940, y el VI, desde 1940 hasta 1955. Entre los dos incluyen, por tanto, las publicaciones de Ortega a lo largo de veinticinco años. Este dato nos obligaría a pensar en la biografía de Ortega, pues la obra publicada nueva de este período es en torno a la mitad del período anterior. Además, prácticamente todo el tomo V incluye textos de antes de la guerra. Con esta reflexión puede comprenderse de modo palmario lo que la Guerra Civil le supuso de interrupción y amputación de su obra filosófica.

Según se dice en las «Notas a la edición», el tomo VI «recoge las obras que José Ortega publicó en los tres últimos lustros de su vida» (VI, p. 967), por lo que este tomo difiere profundamente del tomo VI de las viejas Obras completas de 1946, que sólo llega hasta un texto de 1943, y que en gran medida recoge una selección hecha por Ortega de «Brindis» y «Prólogos» de años anteriores, textos que ahora se alojan en el año de su publicación original. A pesar de todo, en esos turbulentos años aún pudo escribir dos de los prólogos de más relieve, el «Prólogo a Historia de la filosofía, de Émile Bréhier» y el «Prólogo a Veinte años de caza mayor, del conde de Yebes».

Por eso, de este tomo VI nos interesa la parte no equivalente al VI de las viejas Obras completas y que comprende dos tercios del volumen. El interés de este tomo no está tanto en las novedades como en el hecho de saber cuáles eran los textos elegidos por Ortega para su publicación, muchas veces en otros idiomas. Los años 1944 y 1945 Ortega no publica nada, aparte de por otras razones, porque estaba preparando, por un lado, la edición de las viejas Obras completas, en seis volúmenes, que saldrían en 1946 y 1947, y, por otro, la nueva edición de La rebelión de las masas, cuyo último formato procede de 1946, cuando introduce la división de este libro en dos partes. Además de En torno a Galileo, cuya primera publicación completa procede del año 1947, el resto del tomo recoge en gran medida pequeños textos, conferencias o fragmentos de ellas, que fueron publicadas en varios medios, pero cuyos originales completos en español aparecieron de modo póstumo en el volumen IX de las viejas Obras completas. Por eso los fragmentos ahora publicados tienen el interés de señalar qué seleccionaba Ortega para dar a las prensas.

Como un indicio de lo que interesaba resaltar a Ortega, puede señalarse algún retazo de la conferencia sobre Europa de 1949, como la teoría sobre la doble vida que llevaba el hombre medieval, por un lado pegado a su ambiente y, por otro, influido por el idioma y los usos religiosos e intelectuales de la cristiandad, mirando a la vida que le venía del Imperio romano. Especial interés suscita el breve prólogo a la traducción alemana de Misión de la universidad, porque, escrito veintidós años después (el texto es de 1952), Ortega concluye diciendo que espera que, teniendo en cuenta los cambios acaecidos, «las ideas de reforma aquí expuestas puedan conservar e incitar a una reforma de la Universidad» (VI, p. 833), es decir, que su idea sobre la reforma de la universidad de 1931 no sólo no habría perdido valor, sino que lo habría aumentado.

Un texto interesante, que además aparece en castellano por primera vez, es el que se corresponde con alguna de las conferencias que dio en el otoño y principios del invierno de 1953 en Hamburgo, Hannover y Múnich. Aunque la mayoría del texto puede ser encontrado disperso en otros lugares, el hecho de que Ortega lo publicara en alemán le otorga un valor específico. En realidad es una especie de fenomenología del Estado, interesante porque al final expresa la idea que Ortega tiene del Estado como asfixia del individuo: «aún quiere llegar a ser –exclama– lo menos que puede ser: se ha convertido en un Estado-beneficencia» (VI, p. 846). También en el texto de la conferencia que al año siguiente dará en Darmstadt «Individuo y organización» (VI, p. 888), coincidente en parte con la anterior, aflorará la misma idea.

No quiero dejar de comentar el texto «El hombre y la medida de la tierra» publicado en alemán, porque en él, además de una bella descripción del espacio humano, aparece una de esas profecías a que tan aficionado era Ortega: la vida humana, generalmente sometida a los localismos, gracias a los inminentes intercambios y contactos con otras culturas, se desprenderá de sus usos tradicionales y elegirá lo mejor de cada pueblo, lo que «representaría una reforma radical de la vida humana», creando «por fin, algo así como el “hombre abstracto”, el hombre desnudo de pasado casual» (VI, p. 886), un Weltmensch. Esas serían las condiciones, según Ortega, para la World Union y para pensar en un gobierno universal.

Los dos últimos textos publicados por Ortega son los textos de otras dos conferencias en torno a Europa, que es el tema que más le preocupó después de las guerras española y mundial. No son estas últimas conferencias interesantes por lo que implican de novedad, sino por el hecho de que en casi todas ellas aparece el tema de Europa. El libro termina reproduciendo, como anexos, los diálogos que siguieron a las conferencias de Ginebra de 1953 y de Darmstadt de 1954. En el primero se percibe, por parte de los asistentes, cierto tono de reserva frente al carácter un tanto exagerado de la intervención de Ortega sobre el cambio de época. De especial interés resulta la intervención de Merleau-Ponty y la respuesta de Ortega, en la que resume su propia filosofía como la de «la razón vital, o la razón histórica» (VI, p. 1119). En el segundo, que se refiere al tema que ocupa también el escrito sobre el Estado, asoma el rechazo de Ortega al Estado-beneficencia, pero ahora no habla del Estado-beneficencia, sino del Estado del bienestar. Queda la duda de si la palabra «bienestar» es originaria de Ortega pues, si éste hablaba de Wohlfahrt, es correcto traducirla como bienestar, pero en los manuscritos de la conferencia se habla de «beneficencia», con el lastre de negatividad que ésta comporta. Lo interesante es que Ortega parece corregir su rechazo del Estado del bienestar, porque «el Estado está justamente ahí para hacer aquello que la sociedad por sí misma, espontáneamente, no puede hacer o no puede hacer bien. En este sentido cada Estado es, naturalmente, un Estado del bienestar» (VI, p. 1131).

Esta segunda mitad del tomo VI muestra de modo palmario la inmensa actividad internacional de Ortega. En cuanto a los textos, lo más importante es saber con exactitud qué elegía Ortega para publicar, con lo que nos muestra que el tema de Europa y los rasgos de una vida contemporánea organizada sobre la técnica constituían sus mayores preocupaciones.

Con esto llegamos a la segunda serie de las Obras completas. El tomo VII abarca hasta el año 1925; el VIII, hasta 1932; el IX lo hará hasta 1948; y el X hasta 1955, incorporando los diversos índices. El tomo VII incluye una considerable serie de textos inéditos, además de otro grupo de textos publicados póstumamente en sitios prácticamente inaccesibles. De ahí la importancia de este tomo, tanto para completar la visión que podamos tener de la obra de Ortega como para perfilar aspectos importantes de su pensamiento. Empecemos con el dato significativo, nada baladí, de que en este tomo más del 40% de su material es inédito. De las más de setecientas cincuenta páginas de texto orteguiano, más de trescientas son inéditas: se trata de cuarenta y nueve textos, unos pequeños, otros más largos, pero todos sin duda interesantes o muy interesantes. Del resto, casi doscientas cincuenta páginas son textos póstumos no recogidos en las viejas Obras completas sino en libros difíciles de encontrar. En lo que queda, por tanto, algo más de ciento ochenta páginas, se recuperan textos publicados en los tomos IX, X y XII de las Obras completas de Revista de Occidente y Alianza Editorial. De los textos póstumos más importantes se recogen en este tomo las lecciones que Paulino Garagorri publicó con el título de Investigaciones psicológicas –y que ahora aparecen bajo el título original de las lecciones, Sistema de psicología–, así como veintinueve textos que estaban desperdigados hasta en trece libros distintos.

Pero lo que más puede interesar son los cuarenta y nueve textos inéditos que se publican en este tomo VII. Entre ellos los hay pequeños, algunos de los cuales incluyen verdaderas perlas filosóficas, mientras que otros nos aproximan a interesantes aspectos biográficos de Ortega. Por ejemplo, el bello pero amargo texto «Elecciones: reparos que hace un español sin acta», de 1916, importante porque debe ser leído como lo oculto tras la confesión orteguiana de «Verdad y perspectiva» de El Espectador. O bien nos orientan sobre la génesis de algunos conceptos muy importantes de la filosofía orteguiana, por ejemplo, en «Notas para dos reuniones de la Liga de Educación Política», donde aparece con toda nitidez la noción de generación como concepto histórico («Dime de qué generación eres y te diré lo que llevas en el vértice del corazón», p. 334), como el «círculo de sensibilidad» que «determina más apretadamente la contextura individual» (ibídem).

En el «El humilde liberalismo» se presenta una filosofía de la tolerancia; ahí mismo se señala la melancolía como la cualidad del filósofo, que, de acuerdo con otro texto, «nace del respeto y enseña el respeto: la filosofía es la ciencia general del respeto» (VII, p. 139). O se apunta una línea de mucho calado en la filosofía de Ortega, como sucede en «Divagación sobre El barbero de Sevilla» (1905), donde se exalta la necesidad de romper la seriedad de la vida y afrontarla con deportividad; después sabremos que la vida es necesidad y exuberancia, deportividad, vida superflua y esfuerzo deportivo. Frente a ese doble carácter de la vida, está la filosofía (que como muy bien nos dirá en plena madurez, en Qué es filosofía, no es vivir sino des-vivir) como ciencia del respeto, porque la admiración, por la que empieza la filosofía, si es ante las cosas humanas, es respeto: «El respeto, señoritas, es la emoción filosófica» (p. 139).

También puede seguirse la importancia que para Ortega tiene la filosofía del límite, así en «Algunos reparos a Jacinto Benavente», hasta asegurar que «La sabiduría […] es un honesto replegarse sobre la nativa limitación» (p. 143), esto es, el «tacto mental», similar al tacto físico que nos da los límites de nuestro cuerpo.

Un texto muy importante es la «Lección del 15 de diciembre» de 1909, impartida en la Escuela de Magisterio por el flamante nuevo catedrático de la misma, y que concluye el Ortega de veintiséis años, la edad en que, según él, fraguan las ideas matriciales que nutrirán toda la vida, advirtiendo que «el feminismo es una cuestión moral: el ser humano lo es sólo en tanto que participa de modo activo en la cultura. Hombre = ser capaz de ciencia, etcétera. Es inmoral mantener a las mujeres en esa situación infrahumana, como meros aparatos de maternidad (pp. 141 y ss.). Para Ortega es inmoral que «los hombres no las pongan [a las mujeres] en condiciones espirituales» (ibídem), es decir, para que puedan contribuir a la cultura.

Además de esos textos pequeños, hay otros largos. El primero, «El problema del conocimiento», ya propone como tarea del comienzo cartesiano de la filosofía «fijar los límites de nuestros espíritu» (p. 55), y subraya la palabra «límite», con lo que nos da una pista sobre el lugar de este punto al que ya me he referido. El texto se centra en la filosofía griega, pero se nota la continua presencia de Kant, lo que, a partir del semestre de invierno de 1905-1906, es típico de sus estudios en Berlín. El siguiente texto, «Stumpfheit», de 1909, es una especie de diario en el que se reúnen un total de setenta anotaciones de diversa extensión e interés. Ya sólo el estudio detenido de este texto merecerá toda una investigación. A mí me ha impresionado la cuarta, según la cual «el parto de Europa –la razón– costó la vida a Grecia como nación» (p. 155). La anotación núm. 24 distingue las tareas de hombres de la de varones; a las primeras pertenecen los «negocios universales y serios». Debe unirse esto con lo que hemos dicho antes, de la «Lección del 15», pues la mujer también deberá actuar como hombre, en el sentido de ser humano. La núm. 57, dos frases sobre la universidad que adelantan la idea de Misión de la Universidad, pues si la universidad es para hacer ciencia «y crear sabios», hay que hacer otras instituciones «para hacer hombres» (p. 170).

El último texto largo de esta época, antes de volver a Alemania en 1911, es el titulado «El hecho de que existan cosas…», que podría ser la memoria para la cátedra de Metafísica (véase VII, p. 869). En el texto se cita un par de veces a Husserl, indicando así su familiaridad con las Investigaciones lógicas, pero es un profundo análisis de la conciencia según Kant, autor que «vuelve a colocar la filosofía a la altura que alcanzó principalmente en Platón» (VII, 199). La conciencia es la condición de lo real, pero «conciencia, en sentido estricto, la conciencia es un concepto científico, una hipótesis, bien que la fundamental, pensada para los objetos de que en caótica ingenuidad me voy dando cuenta» (p. 198). Esta tesis de procedencia neokantiana reaparecerá, con otro sentido, a partir del año 1929 y, literalmente, en el «Prólogo para alemanes».

De 1912, un año especial en el que Ortega estaba estudiando en serio fenomenología y escribiendo su ajuste con Baroja, proceden dos textos, muy importantes, uno, «La “idea” de Platón», una conferencia en el Ateneo, de once páginas, y el otro, mucho más largo, «Tendencias actuales de la filosofía», de treinta y siete páginas y, posiblemente, el más importante de los publicados, porque, de los otros, «Lógica de las ciencias históricas» sólo tiene ocho páginas, aunque muy jugosas; «Política de la hora presente», también de ocho páginas, es una conferencia impartida en A Coruña en 1917, el año de las turbulencias de las Juntas militares, que le llevó a escribir «Del momento político. Bajo el arco en ruina», que deberá ser releído junto con la conferencia anterior. Y los otros tres, al margen de su indudable valor, son textos que han tenido ya una versión escrita. En efecto, uno de ellos es el discurso para la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, posiblemente de 1918, que Ortega reelaboró como «Introducción a una estimativa» (Revista de Occidente, 1923). En la nota de la página 716 de este tomo VII, y que no aparece en la reelaboración publicada, llega a decirse que «De los estudios clásicos sobre esta cuestión publicados por Husserl en sus Logische Untersuchungen (1901) puede decirse que ha partido toda la reforma actual de la filosofía».

Viene luego uno de los textos que más exégesis demandará: las lecciones del curso 1921-1922, que darían lugar a El tema de nuestro tiempo. El curso es la exposición del problema del conocimiento, primero, desde la perspectiva realista o positivista; segundo, desde la posición idealista, ésta ejemplificada en Rickert. Después de este curso sobre realismo (predominio del objeto) e idealismo (predominio del sujeto), viene la síntesis, que será la filosofía de la vida, en la cual el objeto y el sujeto tienen el mismo régimen porque, como dice en la lección X, de la parte del curso publicada como El tema de nuestro tiempo, «la reducción o conversión del mundo a horizonte no resta lo más mínimo de realidad a aquél» (III, p. 616), porque el mundo ha sido reconducido a mundo vital sin por ello perder su consistencia. Con la publicación de estas lecciones en este tomo cobra todo su sentido El tema de nuestro tiempo.

Y, por fin, el último texto, «El sentido deportivo de la vitalidad», primera conferencia de una serie de dos, de las cuales la segunda dio lugar al texto «El origen deportivo del Estado». En la primera, inédita hasta ahora, refuta la noción darwiniana de la vida como adaptación utilitarista porque quiere hacer un hueco a la vida como exuberancia, como juego y deporte. Así vemos una continuación de aquella contraposición que afloraba tempranamente entre la vida seria y la vida alegre, tema que, como se ve, estaba muy presente en Ortega desde su juventud.

Y, para terminar, volvamos a los dos textos de 1912, ya que suponen una considerable novedad por cuanto nos obligan a situar a Ortega, a lo largo de ese año, de lleno en el neokantismo, porque en esos dos textos aparecen conceptos radicalmente neokantianos. Como nos dice Ortega, «lo que al crepúsculo vespertino vemos caer por el horizonte no es el sol, sino nuestra imagen del sol», el sol real es el que está «en los libros de astronomía», el sol real es el que nos dan las ciencias. Para este Ortega: «La idea, idea las cosas en objetos. Y gracias a la idea tenemos la física. La idea engendra los objetos» (p. 230), por eso es cierto que el hombre es medida de todas las cosas: «Y este papel divino de reconstruir virtualmente el mundo propone al hombre el idealismo» (p. 230). Ortega está en pleno neokantismo, lo que también se ve en el curso de diciembre del Ateneo. No tiene desperdicio la descripción y refutación del psicologismo (pp. 251-257), que puede ser recomendada para entender la importancia de su formulación como dique frente al positivismo.

Con esto llegamos a la presentación del recién publicado tomo VIII, que cubre de 1926 hasta 1932, años de turbulencias políticas, pero también los años en que Ortega llega a su filosofía madura, que se manifiesta en los espléndidos cursos y en su libro fundamental, La rebelión de las masas. Cuatro textos póstumos son esenciales, aunque de los cuatro teníamos cumplida noticia. Los textos básicos son las conferencias en Argentina durante el viaje de 1928, Meditación de nuestro tiempo. Introducción al presente; las lecciones sobre Qué es filosofía de 1929; los dos textos de los cursos académicos siguientes, que dieron pie a la publicación de Qué es conocimiento, y las Lecciones de metafísica, que ahora recuperan su título: Principios de metafísica según la razón vital. Que todos estos cursos estén reunidos en un tomo, y con las correspondientes explicaciones críticas sobre el texto y las circunstancias de la publicación póstuma, otorga a la publicación un extraordinario valor y la convierte en una fuente de consulta ineludible de ahora en adelante. El trabajo futuro será, a la luz de estas publicaciones, primero, tratar de fijar con precisión analítica el pensamiento de Ortega y su desarrollo, y, segundo, ver los cambios que pueda haber en ese pensamiento.

Junto a estos textos más o menos conocidos, se reúnen quince textos inéditos, aunque uno de ellos, el curso sobre Qué es la ciencia, qué la filosofía, que Ortega dio en Argentina y que no había sido recogido en la publicación de José Luis Molinuevo de las conferencias en Argentina, ocupa la mitad de las páginas de los inéditos de este volumen. De hecho, el texto había servido a Ortega para las primeras lecciones de Qué es filosofía. Entre el resto de inéditos es importante la «[Addenda]» al apartado VIII de La rebelión, así como la recuperación del título «[La rebelión de las masas –VIII]» (VIII, pp. 192 y ss.), publicado por Garagorri con el título «Siglo XVIII», porque ambos nos indican que en ese capítulo de La rebelión de las masas se pone rumbo claro a lo que podríamos llamar la génesis del hombre-masa. También llaman la atención los dos textos en su momento (1931) censurados: «Pacificar o cloroformizar –¡Decencia, decencia, nada más!» (VIII, pp. 396 y ss.) y «[Notas sobre la censura desigual]» (ibídem, pp. 404 y ss.). En ellos se ve la mordacidad de Ortega, pero también, por lo censurado, puede comprenderse lo que fue la frustrada salida de la Dictadura, lo que Ortega había llamado «el error Berenguer», que al fin llevaría a la proclamación de la Segunda República. Por último, cabe destacar la reconstrucción de la conferencia «El hombre y su circunstancia» (VIII, p. 499), que, aunque no incluye novedades, es una pieza magistral que ofrece el núcleo de la filosofía de Ortega.

Para terminar el comentario de estas Obras completas, quiero añadir dos consideraciones sobre la publicación del curso Qué es filosofía. En primer lugar, conviene señalar que el curso se mantiene tal como lo conocíamos a partir de las ediciones póstumas. Existía cierta inquietante curiosidad por saber hasta qué punto lo conocido del curso era un reconstrucción posterior a partir de los apuntes tomados de las lecciones dictadas por Ortega, y aunque haya alguna interpolación de los «apuntes de clase» –por ejemplo, una significativa, la referida a Baroja sobre la creencia (viejas Obras completas VII, p. 346), que ahora desaparece (véase VII, p. 292, final del primer párrafo)–, la edición crítica muestra que globalmente no es así, sino que el curso responde al manuscrito de Ortega, ya que los cambios son mínimos e irrelevantes. Segundo, conviene advertir que publicarlo al final del año 1929, de acuerdo con la norma editorial que hemos citado al principio, después del curso «[Vida como ejecución (el ser ejecutivo)]» (las lecciones del año académico 1929-1930 que, por tanto, tuvieron lugar aproximadamente un año después, porque sólo las tres primeras hojas procederían de 1929), puede quizá prestarse a una falsa comprensión del texto si no se leen con máxima atención las anotaciones críticas sobre el mismo. Esta advertencia tiene su interés por varias razones: primero, por la importancia que tiene el curso como la primera introducción sistemática y completa al pensamiento maduro de Ortega; segundo, porque el curso Qué es filosofía es de la primera mitad del año 1929, pero sus primeras lecciones las leyó Ortega en Argentina, por lo que parte del curso procede realmente de 1928; tercero, porque en junio de 1929 escribe Ortega el primer texto explícitamente crítico sobre la fenomenología: «[Sobre fenomenología]» (VII, p. 177), en el que se exponen ideas que en adelante inspirarán toda la reflexión orteguiana sobre dicha corriente filosófica, principalmente en el aludido curso 1929-1930, que, como hemos dicho, procede –menos tres páginas– de 1930, lo que significa que fue escrito dos años después de parte de Qué es filosofía. De ahí que, siendo este último curso fundamental para la presentación del pensamiento de Ortega, esa ubicación en la publicación puede inducir a error en la interpretación del texto. Sólo una lectura muy atenta del exhaustivo aparato crítico de este tomo VIII neutralizará esos problemas de interpretación.

Con esto creo haber dado una amplia visión de la edición de los ocho tomos hasta ahora publicados, a la espera de la culminación de la edición completa de estas obras en un par de años, con la edición de los inéditos y póstumos posteriores a 1932. El trabajo que subyace a esta empresa es, con toda seguridad, inmenso, pero los resultados están mostrando ser espléndidos, y el servicio que la Fundación José Ortega y Gasset está haciendo a la filosofía española es tan extraordinario que ya sólo con él quedaría justificada como institución.

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