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Palabras sabias e incompletas

Jaime Gil de Biedma. Conversaciones

JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO

El Aleph, Barcelona, 271 págs.

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Uno de los rasgos mayores de la poesía de Jaime Gil de Biedma (1929-1990) fue su tono conversacional, el modo tan gentil de invitar al lector a un juego de confidencias donde el poeta reflejaba sin solemnidades sus propias emociones ante la vida. Esta actitud, deudora en parte de W. H. Auden, propició que los lectores de su obra experimentaran casi siempre una sensación cercana a la camaradería. Leer a Gil de Biedma supuso, para muchos, escuchar una voz familiar, y el mismo poeta insistió a menudo en el carácter oral de su poesía. En los últimos años, incluso, ya no se preguntaba por qué escribió –ya que «lo normal es leer»–, sino que quiso refugiarse en el habla, convencido de que era ésta –y no la escritura– el más exultante instrumento de comunicación. Pero, ¿cómo reunir ese legado disperso hecho de palabras en el aire?

Jaime Gil de Biedma. Conversaciones es un volumen que contiene una veintena de entrevistas aparecidas entre 1972 y 1990, muchas de las cuales ya no se hallaban al alcance del público. Un trabajo, pues, de hemeroteca destinado a ser obra de referencia en el ámbito biedmaniano. No obstante, la labor del profesor y poeta Javier Pérez Escohotado, responsable de la edición, podría haber sido más ajustada. Ya en su prólogo se permite afirmar que «estas "Conversaciones" vienen a completar su obra», confundiendo «completar» con «complementar». Luego asegura que aquí «se reproducen las más significativas», y uno se pregunta cómo puede quedar completo algo que no se presenta en su totalidad y qué sinuoso criterio ha excluido, en algún caso, entrevistas espléndidas en favor de otras de menor interés. Cualquier antología, lo sabemos, nace de la voluntad personal del autor. Y en este sentido, nadie puede cuestionar la bona fides de Pérez Escohotado, su respeto por Gil de Biedma, su conocimiento de la poesía española y su ansia por llenar una laguna, que hace de estas Conversaciones una obra tan útil como oportuna. Pero en ella ha prevalecido, en general, el aspecto literario sobre el humano. A mitad de libro, el lector ya conoce sobradamente lo que el poeta pensaba sobre el Baudelaire de Tableaux Parisiens, por ejemplo, o la influencia de Guillén en su obra, o las debilidades de la poesía social. Pero sólo en raras ocasiones –la excelente entrevista de Maruja Torres, la de José Batlló, la de Federico Campbell o la de Ana María Moix– surge íntegra esa voz confidencial del poeta, que nos sedujo con su mundo. El propio Jaime Gil insistía en que el quehacer poético ocupa una parte muy pequeña de la vida de un hombre. En consecuencia, ¿por qué primar aquí con tanto celo los secretos de taller?

Humanamente, se echa en falta la entrevista de Borja Calzado para La Vanguardia, donde Gil de Biedma recorría los lugares de su infancia y adolescencia barcelonesa, algo fundamental para enraizar la poética de un autor esencialmente urbano. Tampoco se entiende la exclusión de la imprescindible entrevista de Danubio Torres Fierro para Claves, la más exhaustiva, o la de Alfonso Armada en ElPaís, la más metafísica, donde el autor reflexiona, ya enfermo, sobre el tiempo y la muerte. Cierto que el lector encontrará entrevistas valiosas con Biel Mesquida, Carme Riera o Merino. En ellas asistimos a un auténtico festín de la palabra, pues el autor de Las personas del verbo opina con su legendaria inteligencia sobre literatura, historia, política y sociedad. Pero se da la paradoja de que el timbre de sus palabras está más próximo al de los ensayos de El pie de la letra que a los poemas de Moralidades, es decir, al del hombre cercanísimo cuya influencia resulta central en la poesía española de los últimos años. Una selección más certera y compensada, menos académica, habría perfilado un retrato más preciso, habría alumbrado otras facetas de un hombre que tuvo innumerables. El maestro, en fin, que le debe tanto a Eliot como a la zarzuela, a Cernuda como a Concha Piquer, a Auden como a Carlos Gardel. El mismo, en definitiva, que escribió que «la mejor poesía es el verbo hecho tango».

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Ficha técnica

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