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Una vida hecha historia

Le passager du siècle

FRANÇOIS FEJTÖ

Hachette, París

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Algunos de los que estudiamos en la universidad durante los primeros años setenta, recordamos todavía, con un horror teñido de cierto resentimiento, algunos libros tan dogmáticos de contenido como oscuros de forma que no es cuestión de mencionar ahora. Frente a ellos, otros mantienen vivo un rastro de gratitud en nuestra memoria a causa de su honestidad, capacidad de análisis y claridad de estilo. Son obras a las que se vuelve para refrescar conocimientos e interpretaciones o captar, al cabo del tiempo, aquella idea políticamente incorrecta para el canon revolucionario del momento, que permaneció apartada en algún rincón del cerebro, pero a la que los acontecimientos o la experiencia resucitan con fuerza.

Un ejemplo es la versión española de la Historia de las democracias populares, aparecida en francés en 1969, que publicó, en dos volúmenes, la editorial Martínez Roca en 1971. Su autor, François Fejtö, es un judío húngaro nacido a comienzos del siglo XX en Budapest, naturalizado francés en 1953, que frisa unos lúcidos e intensamente vividos noventa años. Como suele ocurrir con otros análisis críticos de la experiencia comunista que no provengan de posiciones de izquierda más o menos radical, Fejtö ha sido poco traducido al español. En lo que hace a su historia de las democracias populares, falta la parte correspondiente a su implantación y posterior estalinización. Tampoco se ha traducido el libro que dedicó al desmoronamiento de estos regímenes. Del resto de sus obras, la única traducida, y ciertamente de un gran interés, ha sido Réquiem por un imperio difunto, que lleva el significativo subtítulo de «Historia de la destrucción de Austria-Hungría» Histoire des démocraties populaires, Tome I, L'ère de Staline, Seuil, 1952. La fin des démocraties populaires, en colaboración con Ewa Kulesza-Mietkowski, Seuil, 1992. La versión española de Réquiem por un imperio difunto es de 1990 y la editó Mondadori. El original francés apareció dos años antes..

Lo que hace Fejtö en el libro que nos ocupa –unas largas entrevistas con el diplomático italiano Maurizio Serra (quien se muestra más prolijo que incisivo en las preguntas)– es repasar y poner en orden sus ideas en relación con los acontecimientos del siglo que acaba de terminar, desde la situación internacional que desencadenó la Primera Guerra Mundial, hasta la limpieza étnica en Kosovo. Nuestro historiador, que ya publicó sus memorias hace catorce años Las Mémoires de Budapest à Paris aparecieron en Calmann-Levy, 1986. Siglo XX Marzo, 2001. Nº 51. , se define como un patriota húngaro en su primera adolescencia, y cabe deducir que hostil al imperio multinacional de los Habsburgo. Fejtö se mostró en su adolescencia más inclinado hacia la literatura que hacia la historia, la sociología o la economía, de modo que las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, especialmente graves para los húngaros, redoblaron el efecto deslumbrante que tuvo para él la lectura de los novelistas rusos pre y post-revolucionarios. Todo eso alimentó un proceso de radicalización que, con toda naturalidad, lo llevó al marxismo, en el plano intelectual, pensamiento sobre el que Fejtö organizó grupos de estudio al comienzo de sus años universitarios en Budapest y, sin solución de continuidad entre la teoría y la práctica, a una breve militancia de dos o tres años en el Partido Comunista húngaro.

Por fortuna para Fejtö y para sus lectores, el proceso de aprendizaje no se detuvo ahí. Había en su educación un aprecio genuino por los valores críticos de la Ilustración y por la libertad política que, unidos a una fuerte independencia personal, propiciaron, como en casos similares, la ruptura con el comunismo. La incompatibilidad entre comunismo y democracia se le hizo evidente a Fejtö en 1933, ante los resultados y las explicaciones que los comunistas alemanes y el Comintern de Stalin utilizaron para justificar su eficaz ayuda en la destrucción de la República de Weimar para beneficio del nacionalsocialismo. Esta ruptura la llevó a cabo Fejtö en la cárcel, ya que sus actividades comunistas lo condujeron a prisión once meses y fue expulsado de la universidad. A partir de entonces nuestro autor se movió en la órbita intelectual y política de la socialdemocracia de su país, tolerada por el régimen de Horthy. Fejtö compartió entonces las críticas al bolchevismo de Kautsky y Rosa Luxemburgo en nombre de un marxismo más o menos ortodoxo, aunque le interesó también, por ejemplo, el informe que hizo André Gide tras su viaje a la Unión Soviética, en 1936. Las revelaciones que le hizo Arthur Koetsler sobre la política en la zona del Frente Popular durante la guerra civil española le marcaron, asimismo, profundamente.

Fejtö abandonó Hungría en 1938 y se instaló en París. No volvería a su patria hasta pasados cuarenta años. La experiencia política que traía de su tierra le hizo sentirse muy incómodo con la presión continua que los comunistas ejercían sobre la izquierda intelectual francesa. Presión que, desde los años treinta, encontró en el antifascismo un argumento de chantaje moral y político especialmente eficaz. Esa situación hizo que el exiliado húngaro se aproximara al círculo socialista de Léon Blum, y que intimara con Angelo Tasca ––fundador con Bordiga, Gramsci y Togliatti del Partido Comunista italiano, aunque vuelto a las filas socialistas–, quien ilustró con amplitud a Fejtö sobre las responsabilidades de la izquierda revolucionaria italiana en la llegada del fascismo al poder. El espíritu libre de Fejtö hizo que éste ampliara grandemente su círculo de amistades y relaciones políticas e intelectuales, como había sido el caso de sus últimos años en Hungría. De este modo, dentro de lo que podría considerarse el espacio de centro izquierda, Fejtö se relacionó estrechamente con el grupo católico de izquierda de Emmanuel Mounier y la revista Esprit, sin perjuicio del mantenimiento de una relación de mutuo respeto con intelectuales próximos al comunismo, en el caso de Sartre, o incluso amistosa, como fue la entablada, al comienzo de su vida en París, con el grupo de André Malreaux, situado todavía en esa órbita. Fue, sin embargo un tribunal presidido por Raymond Aron y que contaba con la presencia de la historiadora ex comunista Annie Kriegel, el que concedió a Fejtö un doctorado en Ciencias Políticas en 1973.

Con las lecciones del pacto germano-soviético de 1939, la aplastante derrota de Francia por la Alemania nazi al año siguiente y la resistencia británica encabezada por Churchill, Fejtö extendió sus simpatías a los conservadores antifascistas. Fue un temprano admirador de De Gaulle, lo que, tras la proclamación de la V República, lo llevaría a distanciarse de Mendès France, con quien había colaborado estrechamente. Fejtö realiza también una valoración positiva de la política de Adenauer, así como su reconocimiento a dos antinazis austriacos, Zita de Borbón Parma, última emperatriz de la doble monarquía, y a su hijo, Otto de Habsburgo, jefe de la dinastía y eurodiputado.

La aportación fundamental de Fejtö a la opinión pública europea y, más concretamente, a las controversias de la izquierda francesa desde su puesto en la agencia France Press, en la que dirigió un equipo de expertos de veinte personas, y por medio de sus libros, ha consistido en un conocimiento profundo de la evolución de las llamadas democracias populares y de la propia Unión Soviética. Gracias a él ha contribuido a desmontar los mitos, cuando no engaños, del que se tenía por futuro necesario y deseable de la humanidad. Su primera gran campanada la dio Fejtö en 1949, publicando un contundente artículo en la revista Esprit, en el que ponía al descubierto el montaje de embustes y calumnias que rodeó el proceso de László Rajk, antiguo combatiente republicano en la guerra civil española y hasta entonces ministro del Interior de la Hungría popular. Fejtö conocía a Rajk de sus tiempos de militancia en el Partido Comunista húngaro y desenmascaró el mecanismo que, con este caso, empezó a aplicarse para la bolchevización de las democracias populares, probado en la propia Unión Soviética y en la España republicana con el proceso del POUM. Fejtö llevó a cabo también otra gran batalla de opinión en defensa del carácter popular y no reaccionario de la revolución húngara de 1956, aunque sus esfuerzos chocaron entonces con límites infranqueables dentro de la izquierda francesa. Así, Sartre, aunque abrió de par en par las puertas de Les Temps Modernes a los documentos y análisis de Fejtö y sus amigos, le reconoció que, en su condición de revolucionario, no podía permitirse romper con «el partido de la clase obrera», es decir, el Partido Comunista francés, por mucho que éste mintiera sobre la situación en Hungría.

Al menos hasta la liquidación de la Primavera de Praga, en agosto de 1968, Fejtö defendió la posibilidad de que las democracias populares representasen una tercera vía entre el capitalismo occidental y el comunismo soviético y chino que aunara socialismo y democracia. Para lograrlo era imprescindible la desestalinización dentro y fuera de la Unión Soviética, y de ahí su valoración crítica, pero favorable, de personajes como Tito y Khroutchev, y su abierta simpatía por otros como Imre Nagy y Alexander Dub v cek. Pero, cuando Gorbatchev retomó el camino reformista de estos últimos, el fracaso del socialismo era ya tan patente en todos los campos que, de reformador del sistema soviético, el hombre de la perestroika se convirtió en su liquidador más o menos consciente.

Lo que más llama la atención, en todo caso, es el calificativo de homo habsburgicus con el que Fejtö se define a sí mismo en estas conversaciones al cumplir los noventa años. Cambia así, en profundidad, su valoración de adolescente. La destrucción deliberada de la monarquía austro-húngara comportó la ruina de la civilización centroeuropea. El nacionalismo, primero, y el socialismo, después, aportaron sólo tiranía, miedo y fracaso crónico a aquellos pueblos, a los que la dominación soviética amalgamó con los países balcánicos, bastante más atrasados, bajo la expresión especialmente odiosa para los centroeuropeos de Europa del Este. Aquella destrucción en 1918 fue un grave error y Fejtö critica acerbamente al presidente norteamericano Wilson, al anticlericalismo republicano francés en el poder con Clemenceau y a los nacionalistas checos Massaryk y Benes. Si algo ha demostrado el siglo XX en Europa, en opinión de Fejtö, es que el derecho de autodeterminación carece de sentido sin una perspectiva de unidad integradora multinacional. De ahí que, restablecida la libertad en las antiguas democracias populares, la única perspectiva racional para los pueblos que gobernaron los Habsburgo consista en integrarse cuanto antes en la construcción europea, cuyo precedente en muchos sentidos fue la monarquía danubiana.

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