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Fábula moderna

Grupo abeliano

CID CABIDO

Alianza, Madrid

Trad. de Sara Cid Cabido

160 págs.

1.538 ptas. 9,24 €

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Cid Cabido es un narrador gallego de 1959 que, a partir de unos comienzos un tanto difusos desde ópticas experimentales, ha terminado por inscribirse en el realismo. Bien que sólo en sus planteamientos de superficie. Porque detrás de unas situaciones –y personajes– en absoluto fantásticos, al menos en los entornos de aquéllas y en los aspectos y necesidades de éstos, nos hallamos con la perplejidad como unto del caldo que Cid Cabido nos sirve. Y sin unto, ya se sabe, no hay caldo gallego. Los nuevos planteamientos de Cid Cabido tuvieron Días contados (1991) como punto de arranque. Un libro de relatos que al fondo de su realismo estricto albergaba toda una teoría del absurdo. Luego de Días contados vendría Panificadora (1994), novela con la que Cid Cabido estrenaría el término «evidencialista» aplicado a su narrativa. A mí, Panificadora me pareció un libro de transición hacia esta muestra de poderío –y originalidad– que es Grupo abeliano; tarjeta de presentación de Cid Cabido en un mercado editorial –el español– poco conocedor de lo que se cuece en Galicia. Pues aparte de los consabidos Rivas, De Toro, Casares o Conde, los autores gallegos apenas si gozan de difusión fuera de su ámbito. Grupo abeliano, en fin, es la historia de unos inadaptados contada por uno de ellos. En Matemáticas, por cierto, un grupo abeliano es aquel que posee propiedades conmutativas. Siendo el padre del invento el noruego Niels Henrik Abel; como noruego es Edvard Munch, el creador de El grito, obra que ocupa un papel destacado en el libro de Cid Cabido. Estos son un par de datos eruditos, el primero omitido por el autor, lo que indica el alcance de las intenciones de éste. Cid Cabido, ya desde el primer momento –irrupción en el gobierno civil de los abelianos, con invitación al gobernador para que deje su cargo, lo que incomprensiblemente consiguen–, nos sitúa ante un torbellino de absurdos abocados a un cúmulo de sinsentidos. Que es, naturalmente, donde radica la subversión del discurso cidcabidiano. Sus personajes, dígase ya, son elementos disparatados pero a los que Cid Cabido cocina utilizando como soporte un sofrito de realidad. Superada la sorpresa inicial, el lector entra en una dinámica de circunstancias delictivas, de las que los abelianos irán saliendo tan perplejos como aparentemente ingenuos (gracias a la habilidad irónico-distanciada, con su aquel de tono de fabulista moderno de su creador), dejando tras sí un maremágnum de testigos, damnificados o cómplices que unir al presuntamente «fascinado» lector. Y aquí, por supuesto, he de situarme en plan radicalmente subjetivo, comprendiendo que Grupo abeliano puede irritar a aquellos lectores que, además de realismo, pidan lógica. En Grupo abeliano, la única lógica que aparece, lógica en el sentido común del término, es la que se utiliza por parte del autor para encadenar los elementos que puedan haber quedado sueltos. La larga marcha del grupo abeliano por una ciudad innominada, sin duda gallega, rodeada de un espacio rural, seguramente gallego, alcanza su punto culminante en la fiesta que tiene lugar en la mansión del más desclasado de los miembros del grupo. El resultado, de puro delirante, alcanza tonos esperpénticos y astracanescos. Luego vendrá un final tan abierto como sólo pueden tenerlo las novelas on the road, y ésta es –sin duda– una de ellas. Cid Cabido, se nota, ha leído bien a Kafka, Beckett, Ionesco y Bernhard, y no le son ajenas las películas de Fellini I vitelloni y de Lars von Trier, Los idiotas. Es decir, escritores y cineastas que han convertido el hecho de vivir en suma de perplejidades y, por supuesto, en fuente de provocación. A mí, el dogma de Von Trier me recuerda mucho al evidencialismo de Cid Cabido: que los personajes vayan actuando a su aire según las cosas ocurren. Del gamberrismo del film felliniano hay mucho en Grupo abeliano, aunque la palabra gamberro ya no sea lo que fue. La traducción de Sara Cid Cabido es de las que se dejan notar, lo que no es mala cosa cuando va acompañada de la corrección.

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Ficha técnica

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