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El súper de Zorgbibe

Historia de las relacionesinternacionales (Vol. I) De la Europa de Bismarck hasta el final de la II Guerra Mundial

CHARLES ZORGBIBE

Alianza, Madrid, 1997

(Vol. II) Del sistema de Yalta hasta nuestros días

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¿Cómo se deslindan las relaciones internacionales de las que no lo son? ¿Cómo debe hacerse el «corte» entre lo que debe «entrar» y lo que no debe hacerlo en una obra, por añadidura, enciclopédica, de dos volúmenes, más de 1.300 páginas, y como período a tratar, de Bismarck a nuestros días y escala mundial?

A pesar del regreso de la historia política, évenémentielle, que se decía con desdén, tras el empacho econométrico, estadístico e infraestructural que habían sufrido los estudios de historia en tiempos del marxismo académico, sigue siendo relevante plantearse qué sentido tiene una narrativa que sólo verse sobre relaciones internacionales, y qué puede aportar una obra como la Historia de las relaciones internacionales, del francés Charles Zorgbibe, publicada por Alianza Editorial.

Dado que en un trabajo de semejantes características no es verosímil que haya investigación propia, materiales desconocidos o grandes revelaciones, su valor ha de hallarse en un tipo de narrativa relevante como discurso sobre el tiempo desde el que se escribe (como subrayan Rorty o Hayden-White); en el ordenamiento de los acontecimientos a tratar; en la selección y tratamiento de los mismos; en una capacidad de interpretación que no tiene por qué «dar sentido» a lo que casi todo el mundo está ya de acuerdo en que no lo tiene, pero sí que haga los «hechos» inteligibles, que busque las continuidades o las rupturas como una forma de pintar, en definitiva, una tela. Es decir, que el dibujo no estará nunca predeterminado, pero dibujo, aunque sea sólo en el ojo del autor, haberlo, haylo.

Desde esta perspectiva es casi inevitable que uno le haga todo tipo de observaciones a la obra de Zorgbibe, y de quien sea.

La narrativa es convencionalmente eurocentrista, lo que, siendo muy normal, ya no resulta óptimo. Así, la guerra anglo-boer, por ejemplo, merece muchas más páginas, y llenas, además, de una poderosa épica antibritánica, que todos los acontecimientos del mundo latinoamericano juntos, al menos en los que no sean parte los Estados Unidos.

El autor se entrega, por tanto, a tratar algunos temas que, visiblemente, le excitan, en perjuicio de otros que omite o despacha con una cierta desenvoltura, sin que por ello esté claro el criterio general que explique sus preferencias. Zorgbibe disfruta con las discusiones de Versalles y toda la fabricación del famoso «diktat» por parte de sus autores principales, Woodrow Wilson, que le fascina, y Clemenceau, personalidades que merecen muchas y muy buenas páginas. Jamás se menciona, en cambio, la marcha sobre Roma de octubre de 1922, y la consiguiente consolidación del fascismo no aparece hasta, prácticamente, el asesinato de Matteotti en 1924. El historiador parece más cómodo, en resumen, tratando lo que podríamos llamar aspecto «constitucionalista» de los hechos que en otros terrenos.

Desde esa perspectiva, y quizás porque uno tiene también sus prejuicios, parece más equilibrado el primer tomo que el segundo, en la medida en que los sobreentendidos del presente, que se tratan en este último volumen, pesan mucho más sobre un material próximo que sobre la trama general del siglo XIX, en torno a la que, lógicamente, puede haber mayor acuerdo entre los especialistas. Sirva esto para añadir que esa visión «atlantista» de las relaciones internacionales es, en realidad, «nor-atlantista», y que los países del sur de Europa, evidentemente de menor peso en el concierto de potencias que el mundo anglo-franco-germánico, se asoman más que aparecen en esta historia.

En lo más próximo, incluso, las inercias de terminología, a las que se apunta indiferentemente Zorgbibe, no pueden ser nunca del todo inocentes. Así, la guerra árabe-israelí de 1967 es siempre la «Guerra de los Seis Días», apelación de origen bien instalada en la literatura habitual, pero no por ello menos decantada hacia uno de los dos bandos.

El autor encuentra sus mejores momentos cuando se detiene a contemplar el sujeto o el objeto, cuando se le ve menos obsesionado por tematizar la obra en capítulos relativamente breves, que cubran el mayor campo posible, y que acarreen de forma bastante cronológica todo lo que lleva escrito y recogido en sus brazos pasablemente hercúleos. Por ello, las viñetas personales, la exégesis de los tratados, la reflexión sobre algunos «pudo ser» y bastantes «fueron» justifican la lectura, o la utilización como libro de consulta de una obra enormemente ambiciosa, aunque sólo sea por la cantidad de material removido por el autor.

Echamos en falta, finalmente, algún tipo de síntesis geopolítica de los últimos cincuenta años, que han sido tan unitarios en su estructura bipolar, y, presumiblemente por ello, también tan «explicables». De «Yalta a Malta», como se ha dicho, sí que ha habido «dibujo», aunque tan válida sea una narrativa que se aplique a subrayarlo como a discutir su significado.

Es esta una obra racheada, en suma, de la que se pueden recomendar muchas páginas y bastantes capítulos, sobre la que cualquier historiador se aplicaría, como en un trabajo de corte y confección, a quitar de aquí, poner allá, remeter un dobladillo o hacer una sisa. Pero, en cualquier caso, el supermercado de Zorgbibe está lo bastante bien surtido y estandarizado como para que el viaje de exploración y refresco no sea inútil. Estas cosas valen para lo que valen y ha de bastar con ello.

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Ficha técnica

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