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Pasión de editar

EL OBSERVATORIO EDITORIAL

Jorge Herralde

Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires

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Posiblemente Jorge Herralde no sea un gran escritor, y a Un día en lavida de un editor, testimonio bastante desaprovechado (desde el punto de vista literario) e incluido en este volumen, me remito.

Sin embargo, ya que en El observatorio editorial se desborda por todos los lados la pasión de hacer libros, no estará de más prestarle atención a éste. Reviste interés para el lector agradecido que sabe que el sello Anagrama es valioso y comprometido, como para el simple diletante que aspira a conocer qué cosa hay detrás de la vocación editorial de un señor que abandonó todo para reconocerse en un mundo libresco auspiciado por un catálogo óptimo. Por cierto que, como recuerda Fresán, autor del aparente prólogo de este libro mixto y robusto, Jorge Herralde se autodefine «como autor fantasma de una sólida novela-catálogo», lo que desde la presunción no deja de tener visos de realidad. Y es que Herralde tiene mucho de editor personalista y de esos que se inmiscuyen en su propia empresa hasta más allá de lo esperable.Y de nuevo me remito a este volumen, de edición argentina, como cuando los libros interesantes tenían esta procedencia, cargado de artículos, presentaciones, entrevistas y échale hilo a una cometa opulenta en la que a veces sobran enumeraciones (entrevista con Nuria Azancot) y en otras concisión (Raymond Carver Memorialen Londres), pero que en general resulta colorista y de vuelo más que ameno.

Es el caso de Canutos con Copi o Visita a Bukowski desde el Château Marmont donde ­ahora sí­ Jorge Herralde aprovecha su conocimiento directo de estos dos transgresores para hacer alarde de su talento (a la hora del retrato) y obtener magníficas instantáneas de ambos. Lamentemos también nosotros con Jorge Herralde que las fotos obtenidas por Bukowski en la memorable ocasión jamás apareciesen por parte alguna. Por supuesto, El observatorio editorial es un libro de personajes al que no hubiese hecho daño un índice onomástico en condiciones. Aparte de los citados por aquí se dejan ver «en persona» elementos como Roberto Bolaño, tan querido por Herralde antes y después de su muerte, en el candelero ahora por su 2666, Claudio Magris o Kapuscinski. Este último sigue siendo entre nosotros un escritor de culto, por lo que está muy bien que Jorge Herralde refresque su nombre como el de un autor esencial en tiempos en que la llamada levedad posmoderna continúa creando confusiones. Ese posmodernismo, primeros ochenta, que permitieron que Anagrama, también por los diseños de sus cubiertas, se convirtiese en editora puntera.Y Jorge Herralde recuerda también esos momentos en su libro, con hitos como el de John Kennedy Toole y su La conjura de losnecios, libro tan insólito que no vio la luz antes de que el autor se hubiese suicidado, siendo en España ­recuerda Herralde­ lectura veraniega hasta que el consabido boca-oreja hizo de él un libro para todas las estaciones y durante mucho tiempo. Otro best seller de aquellos años sería Bella del Señor, de Albert Cohen, a quienes ­autor y libro­ dedica Herralde un sabroso capítulo con su aquel de chafardería (o sea, cotilleo) literario, pues en él aprendemos que volumen tan exitoso procedía de Seix Barral, de las transacciones a que se vio obligado Pere Gimferrer entre la marcha de Mario Muchnik y la llegada de Mario Lacruz. Así que en esta recopilación de escritos de Herralde tampoco faltan chismes, los que hacían de Espriu un literato según Pla, quien definía al gran poeta catalán como un llaminer de la xafarderia (un goloso del chisme) según aprendemos ­también­ en Jorge Herralde. Un editor apasionado de libros ­tantas veces­ apasionantes.

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Ficha técnica

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