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JOSÉ CARDOSO PIRES. EL DELFÍN

EL DELFÍN

JOSÉ CARDOSO PIRES

El delfín, de José Cardoso Pires, ha sido publicada por Alianza.

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Nacido en 1925, José Cardoso Pires falleció el pasado año, convertido en uno de los grandes novelistas portugueses del siglo. De su obra narrativa sólo se habían publicado dos libros en España, si la memoria no me falla: El delfín en 1970 y El huésped de Job en 1972, ambos en la Editorial Seix Barral. Este año de 1999, Alianza Editorial ha sacado a las librerías en su colección de bolsillo la primera de estas novelas y La balada de la playa de los perros, considerada como la novela que le consagró definitivamente. Como la narrativa portuguesa, aunque sigue siendo desconocida en España, ha progresado en su busca de lectores españoles gracias al tesón de algunos editores, no parece inoportuno insistir en la obra de Cardoso Pires.

La elección de El delfín como motivo de este comentario tampoco es gratuita. La relación de Cardoso Pires con los postulados del neorrealismo portugués está expresada en su nota a la edición de El huésped de Job, en la que afirma textualmente que era «una historia de provecho y ejemplo», pero no una historia documental. Y añadía que «si se les reconoce (a los personajes y a las circunstancias geográficas o de acción) alguna semejanza directa con la experiencia de la vida real, débese a la contingencia de todo acto del Hombre en el que se interfieren la imaginación y la memoria». Pero Cardoso no pertenece ni a la corriente más decididamente ideológica y testimonial del movimiento, ni a la más existencial de su coetáneo, el excelente Virgilio Férreira. Su escritura parece una síntesis extraordinaria de ambas líneas y, por lo tanto, algo nuevo, distinto, que es de lo que quiero hablar.

El lector de El delfín se encontrará de entrada con un texto en el que el narrador parece abrumarlo. En primer lugar, porque se identifica como un escritor que se presenta en la localidad de Gafeira, un año después de su primera visita, dispuesto a participar en la apertura de la temporada de caza y provisto de un cuaderno de notas de su anterior viaje y de una monografía de finales del XVIII sobre el lugar. Pero es que, además, se identifica también como el autor. Es, por lo tanto, un caso irrefutable de omnisciencia, una posición de narración más propio del siglo XIX que del siglo XX . Una de las condiciones del autor omnisciente es que –como su propio nombre indica– lo sabe todo, es decir, sabe el final de la historia que cuenta y, por tanto, su arte es el de ordenar la narración, cuyo final conoce, según un criterio narrativo. En la novela moderna, en cambio, el narrador suele situarse a la altura del lector y va sabiendo lo que sucede a medida que va sucediendo, por lo que lo suyo es que desconozca el final; esto vale para el monólogo interior, para el estilo libre indirecto y hasta para la narración pura de los hechos que se suceden.

Lo primero que llama la atención en la novela de Cardoso es que el narrador es, a la vez, omnisciente y acompañante de la historia; es decir, que cuenta una historia cuyo final conoce y cuenta otra mientras está sucediendo, sin conocer su final. En principio, la explicación es sencilla: Este escritor estuvo en Gafeira un año antes y conoció a una gente y una situación por las que han pasado unos sucesos que les han convertido en lo que son hoy; pero, por otra parte, hoy está siguiendo –hablando con unos y con otros y consultando su cuaderno de notas– su propia situación en este segundo viaje a Gafeira, y de eso no conoce ni conocerá final alguno hasta que la novela termine. El cruce de ambas posiciones de narración posee una riqueza expresiva y de sugerencia que es muy interesante en sí mismo.

Ahora volvamos a aquella frase de Cardoso: la contingencia en la que se interfieren la memoria y la imaginación; porque ese es el verdadero eje del admirable artificio literario montado por el autor. Esa contingencia es la novela, está claro. Lo que sucede es que si todo el espacio de la memoria pertenece al narrador omnisciente y todo el de los sucesos del día al narrador en presente, los movimientos de este último entre la gente y por el lugar, unidos a la consulta constante que hace al cuaderno de notas tomadas en su estancia anterior, comienzan a modificar su memoria al traerla a la realidad inmediata con nuevas preguntas y nuevas reflexiones sobre lo que en verdad sucedió con la doble muerte que pesa en la casa de los Palma Bravo (y del Delfín, último vástago de una familia de alcurnia); y no sólo sobre esas muertes, sino, además, sobre el término de Gafeira y sus gentes y sobre la laguna, lugar de caza y centro mítico del lugar; con ello logra el efecto de ensanchar extraordinariamente la novela. Al mezclar memoria anterior e imaginación presente, el narrador desdoblado establece un territorio intermedio entre lo sabido y lo por saber; la realidad presente fecunda la realidad pasada –la imaginación fecunda de la memoria– y convierte la narración en un espacio de sugerencia permanente.

El estilo es clave para hacer funcionar el mecanismo. Muy justo de expresión y muy preciso, a menudo inventarial y conminativo, no elude imágenes, pero no se recrea en ellas. Y, sobre todo, del mismo modo que pasado y presente se van entreverando en la novela, los tiempos verbales juegan de igual modo, incluso intercambiándose, hasta constituir una unidad de intención y construcción. Entonces la narración alcanza su esplendor. Estructura y estilo se reúnen así dando una lección de dominio narrativo sobre un asunto central: el empleo del punto de vista en la novela moderna.

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Ficha técnica

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