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Mater sapientissima

El bebé

MARIE DARRIEUSSECQ

Anagrama, Barcelona

Trad. de Joaquín Jordá

127 págs.

12 €

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Una coincidencia casual: en el mismo año, las dos féminas escritoras con más éxito de ventas en España y Francia han publicado sendos libros fruto de sus recientes experiencias de maternidad. La una –Lucía Etxebarría– ha cosechado además el premio más goloso de este lado de los Pirineos: el Planeta (después de estrenarse en la literatura con el Nadal); la otra –Marie Darrieussecq– ya recibió las mayores bendiciones del público con su primera novela (Marranadas), sus 300.000 ejemplares vendidos y su traducción a treinta y cuatro idiomas. Otra coincidencia: ambas escritoras han sido objeto de polémica y acusación de plagio; la española por excesiva intertextualidad de versos e imágenes con el poeta Antonio Colinas, la francesa por un enfoque novelístico reconocido como propio por Marie N'Diaye. El éxito editorial y mediático sobrevenido a edad temprana crea inusitados aires de familia.

Con veintisiete años, Marie Darrieussecq publicó Marranadas, una fábula político-social algo larga y descontrolada en la que una mujer cuenta su metamorfosis en cerda. Marranadas resultó ser más festiva que kafkiana, más agresiva que reflexiva; quizá su autora pretendía lo contrario, pero esta fue la clave de su éxito y lo que permitió que millares de lectores se identificaran con la protagonista. Y, sin embargo, si Darrieussecq aspira a algo a través de su obra es a ilustrar el calificativo de «inteligente» que a todas luces cree merecer (¿otra coincidencia con Etxebarría?). El éxito de una primera novela crea expectativas no sólo en el público sino también en el escritor, y, asumido con excesiva ansiedad, provoca curiosas exhibiciones de uno mismo en las que se confunde la creatividad de la obra literaria con la transformación de la propia vida en opereta; chanza se ha hecho de las evocaciones que Darrieussecq hace de una infancia en la que jugaba con las muñecas a ser Bernard Pivot en Apostrophes; y casi que también cabe hacer chanza ante declaraciones como ésta que se lee en El bebé: «Antes, la idea de morir me fastidiaba porque tengo unos libros que escribir. Ahora me exasperaría dejarle solo [al bebé] sin conocerle mejor. (Estas dos visiones de la muerte no se oponen: se suman)». A fuerza de querer matizar inteligentemente el pensamiento surge el fondo banal: la muerte «fastidia» y «exaspera»; y surge también el fondo egotista: «yo» deseo conocer mejor a ese bebé, «yo» tengo unos libros (importantes) que escribir.
 

El bebé (uno de tales libros, supongo) nace con sentimiento de culpa; no porque la escritura quite tiempo al cuidado del niño, sino porque el niño infantiliza la escritura, o, al menos, eso siente la autora. Así pues, el libro se frena constantemente en la expresión del cariño y trata de objetivar los hechos y sentimientos, cosa que nos permite asistir, por un lado, al relato aséptico de las muecas y ruidos del infante, y, por otro, al esfuerzo por intelectualizar el estado de arrobamiento de la madre. La mezcla de ambos ingredientes provoca chocantes teorías: «El bebé sabe decir sí y no: rechaza el chupete con la lengua, o lo absorbe en la boca. Tanto la aceptación como el rechazo sólo dependen de él. Sobre el chupete ejerce su poder y su voluntad. El chupete inaugura su estructura neuronal: sí y no, 0 y 1. El chupete funda el sistema binario. Inaugura la dialéctica». Psicoanalistas, informáticos y filósofos habrían de saludar tamaño descubrimiento, imbuido, por otra parte, de su importancia: «Mi misión es de interés público». Cierto es que, de vez en cuando, cede su autoridad a terceros: «Espero de esos investigadores aquello de lo que yo me siento incapaz, una teoría del bebé, por lo menos un esbozo». E incluso se autocastiga: «El bebé vuelve idiotas a las mujeres».

Pero Darrieussecq, lo quiera o no, se dé cuenta o no, está también jugando a seducir al lector (o mejor a la lectora, y preferentemente madre primeriza, angustiada y enternecida) con esa denostada «idiotez», y la utiliza para buscar connivencia mediante confesiones que sabe serán indefectiblemente compartidas y aplaudidas, aunque en el fondo desvelen más capacidad de identificación egoísta que sensibilidad solidaria: «La seriedad espantosa de los niños que trabajan alfombras, confección, fábricas de ladrillos; imágenes de una campaña humanitaria. Nunca me habían afectado tanto las manipulaciones». Y este temblor extra aportado por el bebé al ánimo de la autora sublima a ojos del lector la «idiota» hipersensibilidad maternal. Este es un libro para mujeres intelectuales que se descubren de pronto culpables de ser madres: les ayudará a sobrellevarlo sin sentirse por ello menos inteligentes, y a redimir la «idiotez» de su estado. O eso pretende Darrieussecq, aplicándoselo en primer lugar a sí misma. Claro que también se puede negar la mayor: la «idiotez» maternal no es obligatoria, quizá es sólo una teoría de la autora, o tal vez su problema…

Supongo que el bebé le ha sentado muy bien a Marie Darrieussecq, pero lo que no le sienta nada bien a su obra es la autobiografía. La absorbente experiencia de ser madre se ha tragado aquí de paso la literatura. Mater sapientissima, no nos dejes caer en la tentación de creer que todas nuestras emociones y ocurrencias son escritura.

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Ficha técnica

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