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Dictadores

La hora del barquero

VÍCTOR CHAMORRO

El Acantilado, Barcelona, 310 págs.

Premio Café Gijón de Novela

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Si bien Tirano Banderas está en la raíz de todas ellas, fue El señorpresidente de Miguel Ángel Asturias la que abrió verdaderamente el camino de la novela para abordar con amargura las miserias de las dictaduras que durante el siglo XX dominaron la realidad política latinoamericana. La literatura de dictador encontró seguidores en Augusto Roa Bastos (Yo el Supremo), Alejo Carpentier (El recurso del método), Gabriel García Márquez (El otoño delpatriarca) y, más recientemente, Mario Vargas Llosa (La fiesta del chivo).

En ese ajuste de cuentas de la ficción con la historia se describe la ambición desmedida del poder, su desprecio al pueblo y la tortura como herramienta para acallar a las conciencias críticas. Ahora, desde este lado del Atlántico, Víctor Chamorro recupera esa misma atmósfera de tiranía en Lahora del barquero: en una república latinoamericana gobernada por un régimen militar, el intelectual Jesús Maera rememora ante un torturador y un psiquiatra «de perilla blanca» los episodios más significativos de su vida, que le llevaron a incorporarse a la organización terrorista Liberti.

Sin renunciar a los arquetipos del género, Chamorro parece ser consciente de la distancia cultural y territorial con la que se enfrenta a los hechos, por lo que relega a un segundo plano el sufrimiento de los personajes ante la injusticia autárquica y opta por un universo, pretendidamente kafkiano, en el que prima el discurso intelectual entre la víctima y el verdugo sobre las razones de Estado que legitiman el ejercicio del poder y de la violencia. Ese ejercicio dialéctico proporciona a la novela una excesiva frialdad emocional, de la que no la salvan los intentos por humanizar al torturador Lino.

Es un duro ejercicio de lectura, en ocasiones muy fatigoso, porque la mayor parte de la obra está narrada en primera persona por el personaje principal, la víctima, lo que convierte a sus interlocutores en verdugos muy difuminados que a duras penas logran perder su carácter de sombras, de meros contrapuntos del protagonista.

Chamorro juega con el lector como el gato con el ratón. Le encubre la información con numerosas trampas. Le hace dudar de si el psiquiatra de la «perilla blanca» es un aliado de la democracia dispuesto a liberar psicológicamente a Maera o un instrumento más del equipo de torturadores del coronel Palito. El autor salta del surrealismo onírico en los monólogos del protagonista a la ironía realista de los diálogos que mantiene éste con sus interlocutores.

Hay que destacar, a favor de Víctor Chamorro, la calidad de la escritura empleada para sostener tantas trampas, contrasentidos y saltos temporales. La amnesia del personaje principal, inmerso en un estado donde confunde la realidad y los sueños, se ajusta como anillo al dedo a un estilo literario sonoro, que busca el surrealismo mediante la abundancia de metáforas. El novelista se vuelve poeta y dota a las frases de un ritmo interno, apoyándose en recursos como anteponer el adjetivo al nombre.

Chamorro, que en 1963 y 1964 quedó finalista del Premio Planeta, acaba de obtener, a los sesenta y tres años, el Premio Café Gijón de Novela con Lahora del barquero. Hay en sus páginas como un exceso de músculo literario, como si el autor necesitase mostrar a cualquier precio su magisterio. Pero lo cierto es que el lector, aun el lector más aplicado y atento, ha de hacer uso de mucha paciencia y emplear no poco esfuerzo para lograr descifrar el jeroglífico-libro, dividido en dos partes que, realmente, son tres.

El autor raciona hasta el límite la información que ofrece al lector. Éste, a salto de capítulo, ha de ir entresacando detalles, datos y conexiones entre los personajes para lograr construir el rompecabezas, que no será completado hasta las últimas páginas. Tamaño esfuerzo requeriría mayor premio.

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Ficha técnica

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