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El pensamiento flácido

Variaciones 95

SALVADOR PÁNIKER

Areté, Barcelona, 320 págs.

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Se le considera en ciertos medios y ambientes posmodernos de Barcelona escritor original, pensador profundo y provocador e intelectual de enciclopédica erudición. Salvador Pániker, por su parte, dice de sí mismo que es híbrido, «tántrico» (o sea, que, al parecer, se desgasta menos que los que no lo somos), e intelectual sin problemas de tesorería, lo cual, esto último, es en verdad digno de envidia y admiración (otra faceta muy encomiable es su defensa pública y activa de la eutanasia). También nos recuerda con frecuencia en sus libros de memorias su fragilidad física, sus achaques y su constitución enfermiza que, por un lado, no le impiden vivir un activo Indian summer sexual, principalmente a la hora de la siesta, a las puertas de convertirse en septuagenario y, por otro, parece ser un caso demostrativo de la creencia de Pániker de que si superamos el nefasto dualismo cartesiano de Occidente, y logramos la fusión y mestizaje de lo racional con lo místico, así como «el despertar búdico, la expansión de la consciencia y lo transpersonal», nuestras cualidades espirituales y místicas nos pueden compensar la pérdida de vigor físico y postergar ad calendas grecas el envejecimiento y el derrumbe de la carne.

Variaciones 95 tiene formato de diario (las anotaciones están fechadas en 1995), aspiraciones de libro sapiencial y contenido disperso y, frecuentemente, más desvariado que variado. Es la continuación de Cuaderno amarillo (con fechas de 1993 y 1994), y su reiteración. Así, por ejemplo, casi todas las consideraciones de 1995 sobre el temperamento enfermizo del autor, el ego y su trascendencia, así como el narcisismo de las continuas autocitas y las frecuentes referencias a los gurúes de la contracultura californiana, versión new age (generalmente, los teóricos con más vitola de intelectuales serios), no son sino repeticiones, casi da capo y sin variaciones, de aforismos y mantras ya recogidos en el volumen de memorias precedente: «En mi libro Filosofía y mística tengo escrito que la salud es siempre mística y que la mística tiene dos vertientes: espiritual e intramundana; en ambos casos se trata de trascender, o sea, salir de la cárcel del ego y volcarse en algo que a uno le importe más que sí mismo» (Cuadernoamarillo). Al igual que ésta para la salud, se podrían haber elegido con facilidad ilustraciones relativas a sus escarceos sexuales, sus numerosas elucubraciones sobre el mestizaje entre Oriente y Occidente, sobre la fusión del epicureísmo y la espiritualidad panteísta, y la interconexión entre la ciencia naturalista y la mística.

Mas Variaciones 95, pese a los ritornelli de sincretismo religioso (que el autor llama religión a la carta, sin que se sepa bien en qué consiste la diferencia), de forzadas conciliaciones de contrarios mediante el simplista expediente de escribirlos unidos por una barra oblicua –signo gráfico, por otro lado, cuyo uso es para separar–, de citas culteranas de Heisenberg y Gödel, mezcladas con aforismos místicos del maestro Eckhardt o recetas de rancio sabor a taoísmo trascendente, no es, o más bien, no pretende ser uno más de esos libros de misticismo oriental de baratija y esoterismo de tienda de «todo a cien» y herbolario naturista de la corriente más folclórica y cursi de la literatura new age. Las abundantes páginas dedicadas a la ciencia moderna y su relación con la espiritualidad y las humanidades, bastante pedantes, poco claras y escasamente interesantes, no contienen demasiados errores (algunos son de bachillerato elemental, como el relativo al análisis dimensional; otros, como el confundir el espacio-tiempo con un campo del mismo tipo que el electromagnético o el de la fuerza nuclear, o apoyar la equivocada interpretación bergsoniana del tiempo físico –por mucho influjo que tuviera sobre Prigogine–, algo menos evidentes). Como el autor es una persona muy leída y escribida, de vez en cuando, se pueden incluso leer cosas sensatas, como la negación de que haya alguna relación formal u ontológica entre la física cuántica y la mística oriental. También hay reflexiones acertadas sobre John Rawls, Jürgen Habermas o el matemático inglés G. H. Hardy, eso sí, siempre seguidas más o menos de cerca por sinsentidos y supercherías, como la creencia de Pániker en los poderes mentales del fraudulento doblador de cucharas Uri Geller.

Pániker se define, ante todo, como un pensador para élites. No es, ni de lejos, copartícipe del pensamiento único; y aunque coquetea con algunas ideas del relativismo cognitivo y el multiculturalismo de boutique, tampoco puede encuadrársele en la corriente del pensamiento débil. ¿Cómo es, pues, el pensamiento de Salvador Pániker? Por lo que se lee en Variaciones 95, el autor se autorretrata como un esteticista esnob y algo kitsch (que hace excursiones a Perpignan para comprar inyecciones de vitamina C y busca jerseys de cachemira en el Pedralbes Center); que tiene una gran opinión de sí mismo, la cual, según nos dice el autor –en los episodios narrados como crónicas y cotilleos de sociedad–, comparten muchos en su medio social e intelectual; que está de vuelta de todo; que no es ni retrógrado ni progresista, ni materialista ni místico, ni oriental ni occidental (sino todo lo contrario, añado yo); y que frente al relativismo nihilista de nuestra era propone, con tono siempre templado, una filosofía ñoña, rebuscada y epidérmica, a la que denomina «retro/progresiva», que se cocina según una receta que mezcla lo que él llama «progre» (derechos humanos, pluralismo, libertad) con lo que denomina «retro» (mística, meditación, sacralidad), y a la que añade, a manera de aliño, un toque de posmodernismo. Es, como si dijéramos, un buen ejemplo de lo que podríamos llamar pensamiento centonado. Con todo, si superamos sin perdernos en el marasmo de la exposición la explicación de Pániker sobre su particular teología del azar, o leemos sin perecer en el intento las divagaciones sobre fractales, mecánica cuántica, filosofía «retroprogresiva», epistemología, etcétera (que se nos presentan como preludios para la siesta –poscoital– de un fáustico), o no caemos fulminados por la efusividad de expansiones literarias del tipo «la noche es inauditamente tibia, clara, hermosa, detengo el automóvil y nos tumbamos sobre la hierba, cerca de la carretera, bajo el cielo estrellado», entonces es que hemos sido capaces de leer, con grandes penalidades pero sin mayor daño aparente, un texto que muy probablemente estemos entonces tentados de calificar como muestra cabal del, más que centonado, genuino pensamiento flácido.

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Ficha técnica

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