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Borges profesor

Borges profesor

Emecé, Buenos Aires, Argentina

Edición, investigación y notas de Martín Arias y Martin Hadis

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Sin duda hay que considerar que la obra de Borges es estrictamente la que él dejó escrita (realizada por su propia mano o dictada), pero no podemos evitar leer sus entrevistas, que en ocasiones conforman libros, como parte de su obra: ahí hallamos observaciones y frases tan borgianas como en sus meditados ensayos, cuentos y poemas. Ahora se publica Borges profesor. Curso deliteratura inglesa en la Universidadde Buenos Aires. Se trata de un curso que Borges dio en 1966, y que fue grabado y transcrito por sus estudiantes. Sus editores, Martín Arias y Martín Hadis, nos informan que han sido fieles al estilo de Borges y que la labor mayor ha residido en reconstruir las transcripciones más o menos literales de nombres y los numerosos versos citados, a veces en inglés antiguo. El curso se inicia pues con las kennings y la genealogía de los reyes germánicos, llegando inmediatamente al poema épico Beowulf. Borges dedica, algo que no es extraño en él, más de una cuarta parte del curso a la literatura anglosajona, lo que supone un complemento de gran interés al breviario Literaturas germánicas medievales (1966), realizado con María Esther Vázquez, y el más lejano, Antiguasliteraturas germánicas (1951), en colaboración con Delia Ingenieros. Más importante es la aportación al estudio de la literatura inglesa en comparación a la excesivamente esquemática Introducción a la literatura inglesa (1965), que adolece de las mismas limitaciones (esquematismo y ausencias diversas, entre ellas: el habitual tono y los caprichos borgianos). Su última lección, la número veinticinco, está dedicada a Robert Louis Stevenson, dejando sin tocar el siglo XX , un siglo del que tuvo conocimientos parciales.

En primer lugar hay que decir que este libro no puede ser juzgado como tal, porque es un testimonio del Borges profesor retomado por unos eficaces investigadores: asistimos a sus opiniones y gustos, sin duda, pero se trata de un documento oral que ha sido transcrito para que podamos tener conocimiento de cómo daba sus clases, de cuáles eran sus criterios. Es algo más, porque Borges fue siempre Borges, en mayor o menor medida, y en estas casi cuatrocientas páginas encontramos observaciones, confesiones indirectas y aspectos didácticos de enorme valor.

En la primera parte, la que comprende la literatura anglosajona, los comentarios sucintamente literarios se ven amparados por una contextualización histórica que se da de manera más tenue en la que puede considerarse la segunda parte, la historia moderna. Borges, no sabemos bien por qué, comienza este apartado con Samuel Johnson, es decir, con el siglo XVIII : atrás quedan los isabelinos, John Donne, Shakespeare y, un poco después, Milton, es decir: autores que obviamente Borges conoce pero que en esta ocasión elude. Sin embargo, es abundante en su recreación del romanticismo, del que Borges sitúa sus inicios fundadores en la literatura inglesa (más exactamente, en Escocia), al contrario que Isaiah Berlin, que pensó que se origina en Alemania, con Johann George Hamann (1730-1785), al que dedicó un penetrante estudio. Para Borges, el movimiento romántico es inconcebible sin James Macpherson (1736-1798). También en el siglo XIX hay ausencias notorias, como las de Arnold, Ruskin, Hardy. No menos notable es su interés por William Morris, un poeta abundante y de una retórica que hoy nos parece que ha perdido su viveza, si alguna vez la tuvo.

Borges fue un lector extremadamente sensible a la originalidad de la metáfora, a la exactitud y creatividad de la abjetivación y, especialmente, al sentido del ritmo. Como profesor, pero también como crítico, combinó estas características con una gran capacidad para el retrato, para armar, con pocos elementos, una visión profunda y difícilmente alterable. Se podría decir que fundía las capacidades propias del poeta y del cuentista con las de un hombre cercano al pensamiento filosófico. Piense en los deslumbrantes textos de crítica publicados en la revista bonaerense El Hogar, recogido por Emir Rodríguez Monegal en Textos cautivos (1986). En cierto sentido, creo que sería exacto decir que Borges fue un lector de la estirpe de T. S. Eliot, escritor que desconfiaba de lo muy teórico a la hora de abordar un texto literario. Sus limitaciones están del lado del impresionismo, pero es verdad que muchos pequeños, pero preciosos hallazgos, le vienen también de él. Sus clases son generalmente descriptivas, pero no meramente descriptivas; es bien sabido que la descripción supone elección, forma, es decir: la descripción no puede darse vacía de contenido teórico. Son destacables sus observaciones sobre el doctor Johnson y su biógrafo, Boswell, y sus diferencias con las célebres conversaciones de Goethe recogidas por Eckermann. La primera obra le parece viva y dramática mientras que en la del autor alemán, a pesar de su obvio interés, ve algo de catecismo. Resulta curiosa la visión de Coleridge como persona: «No le interesaban los otros. Tampoco le interesaba convencer al público o convencer al interlocutor. Sus conversaciones eran monólogos, y él aceptaba la visita de extraños porque esto le daba la oportunidad de conversar en voz alta». Si sustituimos el nombre de Coleridge por el de Borges, la descripción sigue siendo más o menos justa. Es de remarcar también la visión cinematográfica que tiene de El extraño caso deldoctor Jekyll y el señor Hyde, de Stevenson, distinta a todas las que se han dado en la pantalla. En fin, como en muchos de sus escritos y entrevistas, en este curso encontramos rasgos de un humor inteligente, capaz de iluminar más que cientos de sofocantes tratados. ¿Cómo no aconsejar a tantos profesores que estudian la obra de Borges que aprendan de ese humor y de su lección de que la literatura, tanto para los que la enseñan como para los que la aprenden ha de ser, primero y finalmente, un asunto placentero? Sean las que fueren las limitaciones de este curso, destacan en él dos cosas: la presencia de un lector extraordinario que supo que la literatura puede ser cualquier cosa menos aburrimiento.

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Ficha técnica

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