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Un antihéroe mozárabe

THE MOZARABIC CARDINAL. THE LIFE AND TIMES OF GONZALO PÉREZ GUDIEL

Francisco Javier Hernández, Peter Linehan

Sismel-Edizioni del Galluzzo, Florencia

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¿Cómo pudo llegar a vestir la mitra cardenalicia un nieto y sobrino de alcaldes mozárabes toledanos que celebraban sus juicios en árabe y escribían en esta lengua sus documentos? El singular y riguroso estudio de Francisco Javier Hernández y Peter Linehan da cumplida respuesta a esta cuestión, pero también a otras muchas. Siguiendo los pasos vitales de Gonzalo Pérez (1299), octavo hijo de una familia de la oligarquía mozárabe de Toledo que llegó a ser cardenal de la ciudad italiana de Albano, este libro nos introduce de pleno en la sociedad española y europea del siglo XIII , en una exposición en la que vemos actuar al biografiado como resultado de su lugar de origen, educación y familia, de las coordenadas que regulaban por aquel entonces la carrera eclesiástica, y también de su singularidad propia de individuo, libre de resolver con extraordinaria habilidad las situaciones complejas a las que tuvo que enfrentarse.

La historia de Gonzalo Pérez puede considerarse alegórica de la historia de la sociedad hispana de los siglos XII y XIII surgida a raíz de las grandes reconquistas entre el Tajo y el Guadalquivir. Una sociedad plena de peculiaridades debidas a su carácter fronterizo dentro del orbe romano y a la integración anterior de muchos de sus componentes en el orbe islámico. Una sociedad que poco a poco fue transformándose y separándose de su pasado para aproximarse a Europa. El protagonista de esta biografía histórica es un individuo que vivió a caballo de esas dos realidades, y que supo adaptarse a los nuevos tiempos con tanto éxito que alcanzó las cumbres del poder político y religioso, no sólo en su Castilla natal, sino donde mejor se simboliza la metamorfosis experimentada por la sociedad hispánica: en la curia pontificia.

DE TOLEDO A ROMA

Los primeros capítulos de The Mozarabic Cardinal nos sumergen de pleno en la fisonomía urbana del Toledo del siglo XIII , en el que se insertó con calzador la nueva catedral derribando la vieja mezquita, y en los antepasados de la familia mozárabe en la que nació Gonzalo Pérez. A lo largo del siglo XII , los ben Ha-rith fueron renunciando a sus nombres árabes y, al tiempo que adquirían otros más acordes con los nuevos aires, encararon su incorporación a otros oficios. Además del tradicional de jueces y alguaciles de Toledo, desde los tiempos de Fernando III parte de la familia inicia una nueva carrera, la eclesiástica, estrechamente vinculada al servicio regio y a los suculentos beneficios que reportaba: dos tíos y un primo de Gonzalo Pérez fueron obispos de Cuenca, un hermano y él mismo notarios de la cancillería de Alfonso X, precedentes familiares que explican en parte la ascensión del biografiado Gonzalo: obispo de Cuenca, obispo de Burgos, arzobispo de Toledo, canciller mayor de Sancho IV y cardenal de Albano. Aunque parezca increíble, la continuidad de esta dinastía episcopal no termina en él, ya que uno de sus sobrinos «heredó» el obispado de Cuenca y el arzobispado de Toledo.

Aunque no siempre es fácil conocer todos los detalles de la vida de Gonzalo Pérez, dada la escasez de documentación, este libro consigue una reconstrucción muy verosímil y sugerente de muchos aspectos de la misma a partir del amplio conocimiento de los ambientes, individuos y preocupaciones existentes en un lugar y momento dados. Así, llegamos a saber cómo era la educación de un niño mozárabe en el Toledo del siglo XIII y cómo tenía lugar la entrada de los canónigos al servicio de la catedral, en la que, en los tiempos de la infancia de Gonzalo Pérez, estaban integrados los infantes Felipe y Sancho, hijos de Fernando III, a quienes probablemente acompañó en sus estudios en París. En esta época y en los años posteriores en Italia, donde Gonzalo llegó a ser rector de la Universidad de Padua y capellán del papa, el joven mozárabe tuvo que aprender a conciencia las reglas de funcionamiento de estos ambientes internacionales que luego le serían tan útiles para promocionar su carrera eclesiástica. También es siguiendo los pasos de esa carrera como el lector obtiene un retrato soberbio de la iglesia hispánica del siglo XIII . Muy subordinada a la realeza, que hacía y deshacía los cargos eclesiásticos –y los ingresos anejos a ellos–, en gran parte ignorante –ya que muchos clérigos eran incapaces de leer y escribir–, frecuentemente corrupta en materia económica y moral, la Iglesia hispana no era terreno fácil en que desenvolverse, menos si tenemos en cuenta el factor distorsionante que introducía la continua intervención de los pontífices para enderezar estos asuntos. Gonzalo Pérez supo combinar las dos potencias influyentes, la nacional y regia, y la internacional y pontificia, para obtener en cada momento su propio beneficio.

Los comienzos de su carrera se asientan sobre su capacidad profesional (excelente latinista, con estudios universitarios en Francia e Italia, sabía también árabe) y sobre la vinculación de su familia con la realeza castellana: obtiene las primeras dignidades eclesiásticas del infante Sancho, arzobispo de Toledo y hermano de Alfonso X, y, desaparecido éste, prosigue su avance con el puesto de notario de Castilla en la cancillería y el obispado de Cuenca (1273) gracias al propio Alfonso el Sabio. Pero, a partir de entonces, y probablemente debido al cambio de rumbo que tomaban los acontecimientos (rebelión de los nobles y del infante Sancho contra su padre Alfonso, renuncia definitiva de éste a las aspiraciones imperiales), Gonzalo Pérez parece haber decidido jugar a doble banda: logró directamente del papa en Beaucaire su promoción al rico obispado de Burgos (1275) y, después en Roma, al arzobispado de Toledo (1280), sin apoyo previo del rey, y se mantuvo fuera de la Península durante toda la guerra civil que enfrentó a Alfonso X con Sancho IV. Precisamente se editan en los apéndices de este libro un conjunto de documentos inéditos, borradores de su archivo personal, que permiten constatar el carácter calculador del arzobispo, que escribía simultáneamente al padre y al hijo, eludiendo las demandas de compromiso de los dos con la excusa de estar retenido por las deudas que él mismo se encargaba de renovar una vez y otra. Es a partir de su regreso a Toledo, tras la muerte de Alfonso el Sabio, cuando llega al cenit de su poder, de nuevo de mano de la realeza: canciller mayor de Sancho IV, mano derecha del rey, obtiene para la iglesia de Toledo beneficios sin número. La catedral es escenario de la coronación del nuevo rey y elegida como panteón real en un emblemático diploma que representa iconográficamente al arzobispo de Toledo y al rey como autoridades equiparables. Pero cuando sobreviene la minoría de Fernando IV, el arzobispo Gonzalo se ve privado de la cancillería y vuelve a poner entonces sus miras en la escena internacional. En Italia, once meses antes de morir, consigue del pontífice la púrpura cardenalicia (y empieza a aproximarse al rey de Aragón). Símbolo espléndido de esa naturaleza sibilina y dúplice, en lo cultural y en lo personal, que impregnó toda su vida es la planificación cuidadosa de dos tumbas, una en Toledo y otra en Roma.

Pero son muchas más las cuestiones de interés que aprendemos a través de la actividad de Gonzalo Pérez (quien, por cierto, como se prueba en este libro, se ha conocido desde el siglo XVI con el falso apellido Gudiel debido a una confusión de su escudo de armas con el de la familia toledana de los Gudieles). Entre otros aspectos, destacaré el intelectual, ya que tras sus huellas vitales recorremos los escenarios en que actuaban las inteligencias más notables de la Europa de su tiempo, como Roger Bacon, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Witelo, Salio, Campano de Novara o Martín de Troppau. Aires europeos que quiso incorporar a su diócesis promoviendo la fundación de la Universidad de Alcalá. Y Gudiel también ordenó traducir a Avicena del árabe, coincidió con el traductor de Aristóteles, Hermán el Alemán, conocía las ideas del aristotelismo heterodoxo de Averroes y disponía de una amplia biblioteca personal. Los autores del libro sospechan que pudo participar en la creación de no pocas de las obras compuestas gracias al impulso de Alfonso X y de Sancho IV. Pero Gonzalo Pérez no parece haber sido tanto un amante del saber como un conocedor de su valor económico: los inventarios de los bienes muebles de que disponía, entre los que se encuentran los libros, revelan que éstos eran para él más un objeto de lujo que una herramienta de trabajo.

MÁS QUE UNA BIOGRAFÍA

Los historiadores hispanos de la Edad Media han frecuentado poco la biografía de personajes o el estudio de un período histórico acotado por los márgenes vitales de algún individuo. Pese a la importancia de las excepciones, como la memorable España del Cid de Ramón Menéndez Pidal, la única historia circunscrita a periplos vitales que ha tenido un notable cultivo es la de los reyes.Además, las biografías, si existen, suelen construirse sobre la reunión de las noticias dispersas del individuo, prescindiendo de la explicación del trasfondo social e histórico. El magnífico y voluminoso estudio de Francisco Javier Hernández y Peter Linehan abre un camino modélico que nos muestra cómo son posibles otras formas de llegar a saber, incluso muchísimo, sobre un individuo, a través de la indagación de su entorno y de su época (y viceversa). Gracias al profundo conocimiento de Toledo entre los siglos XII y XIV y de su documentación, una gran parte completamente inédita, que aporta Hernández al libro (y del que se habían beneficiado importantes libros del mismo autor, como Los cartularios de Toledo, de 1988, y Las rentas del rey, de 1993); y gracias al no menos profundo de la Iglesia hispánica, de sus integrantes y de sus relaciones con Roma de Linehan (del que son exponentes su clásico The Spanish Church and the Papacy in the Thirteenth Century, de 1971, y su monumental History and the Historians of Medieval Spain, de 1993) este libro es el resultado de más de dos décadas de investigación y la prueba de que la colaboración entre dos especialistas, tan poco frecuente en la práctica, hace posible obtener resultados exponencialmente enriquecedores que no podrían haber sido vislumbrados por ninguno de ellos en solitario.

No es la historia de Gonzalo Pérez el retrato de un héroe épico. Muy al contrario que el Rodrigo Díaz de Menéndez Pidal, el aquí biografiado es más bien el antihéroe, el individuo astuto y discreto, que sabe obtener de los demás el beneficio personal deseado. Nadie cantó sus virtudes, y ni siquiera sus colaboradores o las obras en que suponemos que intervino nos han dejado un perfil explícito de él. Pese a lo escurridizo del personaje, el mérito de esta gran obra de Hernández y Linehan es haber sabido interpretarlo a partir de sus actos: instalado en la cancillería regia junto a Alfonso X y Sancho IV, supo mantenerse al margen (y en el extranjero) durante la guerra civil entre ambos; cuando, por encargo de Alfonso X, tenía que haber obtenido en Roma la confirmación del arzobispo electo de Toledo, el pontífice decidió cambiar de opinión y elegirlo para el cargo; cuando, como arzobispo de Toledo, fue reclamado por otro papa para aclarar irregularidades en su diócesis, salió absuelto y nombrado cardenal de Albano. Como un auténtico Maquiavelo del siglo XIII , vemos a Gudiel salir airoso y siempre proyectado hacia arriba en su propio beneficio. No nos cabe sino desear que la traducción de este libro al español permita que otros lectores puedan pronto disfrutar de los detalles de esta apasionante trayectoria.

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