Buscar

Aspectos del mundo editorial

Correspondencia, 1984-1986

MIGUEL DELIBES, JOSEP VERGÉS

Destino, Barcelona, 448 págs.

Tiempo de editores. Historia de la edición en España, 1939-1975

XAVIER MORET

Destino, Barcelona, 312 págs.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Todo el mundo sabe que la cadena literaria necesita tanto de la labor del escritor como de quien la da a conocer, en nuestros días un empresario llamado editor. Sin embargo, este eslabón suscita mucho menos interés que aquél. De ahí la importancia de las obras, no frecuentes, dedicadas a la publicación de libros. Esta es la meta de un interesante trabajo de Xavier Moret, Tiempo de editores , cuyo subtítulo especifica su perspectiva diacrónica: Historia de la edición en España, 1939-1975 .

El propósito de Moret implica atender a un par de ejes no explícitos como tales, pero inevitablemente presentes a lo largo de todas sus páginas; por una parte, el proceso de reconstrucción de una actividad entre lo industrial y lo cultural que había tenido antes de la guerra un notable desarrollo en el campo empresarial y en el de la creatividad gráfica y literaria; por otra, la permanente intromisión de la autoridad política en forma de censura para sujetar también este influyente ámbito dentro del ideario que sustentaba la dictadura. Ambos ejes a veces se cruzan y de ello sale un mosaico de empeños idealistas, propaganda, intereses diversos, voluntarismos varios…

Es la visión panorámica de este mosaico lo más afortunado de la obra de Moret, que desvela a un lector ajeno al asunto los mimbres de un cesto que, además, procede de una de las actividades productivas notables de España, pues no en vano figura entre las potencias mundiales en esta parcela económica y su ámbito de acción se proyecta con fuerza en Hispanoamérica. Para quien conozca algo de tal materia, su utilidad resulta mucho más reducida, y ello se debe al enfoque adoptado por el autor, una mezcla de diletantismo de investigador de historia cultural y de reportero de prensa. Por eso combina documentos y entrevistas, y ello da agilidad a su obra, convirtiéndola en una crónica viva y animada. Si ésta era su meta, acierta. Pero en cuanto trabajo informativo deja bastante que desear.

El flanco del conocimiento a fondo y completo de la edición española entre las fechas señaladas muestra notables lagunas. No puede darse por bueno hoy el tópico reductor de un «falangismo de carácter abierto» como inspirador de las publicaciones auspiciadas por Dionisio Ridruejo, ni como causa de que el político y poeta, «harto de todo», se alistara en la División Azul. Cosa bien distinta de ninguna clase de apertura guiaba al, por otro lado, honesto Ridruejo. Lo explicó él mismo en sus memorias, citadas por Moret. Respecto de otras informaciones procedentes de recuerdos personales, hay que tener cuidado en darles credibilidad absoluta: Moret se fía al pie de la letra de lo que dice Carlos Barral en sus interesadas memorias, y tendría que haberlo contrastado con otras fuentes. En los empeños editoriales del grupo barcelonés de los cincuenta hubo más cosas que las que aquí se recogen por apoyarse en una información parcial. Por ejemplo, no se utiliza un libro básico –el de María Payeras– que detalla los entresijos que rodearon la «colección Colliure». Por ir a otro flanco, el de la edición de clásicos, bien está recordar la serie de Castalia, pero no admitiendo que antes de ella no hubiera otra colección buena de este tipo ni ignorando los clásicos de la Academia, los Castellanos de Espasa, los de la zaragozana Ebro –que tanto hizo por la lectura escolar– o las estampaciones de la Biblioteca de Autores Españoles de la madrileña Atlas. Moret ha hecho un trabajo meritorio, pero se diría que ha caído en un seguir las huellas de aquello que llega alguna vez a la notoriedad periodística, dejando fuera demasiados elementos fundamentales o dándoles un tratamiento insuficiente.

A la vez que la crónica de Moret, se publica un libro de verdad importante para otro aspecto del mundo editorial, su cara secreta, difícilmente accesible. Los archivos de las editoriales podrían ser una mina para reconstruir en toda su complejidad el fenómeno de la creación escrita. Según mi experiencia como director de algún frustrado trabajo académico relativo a este asunto, el fruto posible es más bien escaso por la desatención con que muchas firmas han cuidado sus documentos, a veces destruidos en uno de los procesos de cambio empresarial frecuentes en este sector. Se dio el caso afortunado, por el contrario, de que Josep Vergés, máximo responsable de Destino (tanto de la editorial como de la revista de este nombre), enviara a uno de los autores emblemáticos de su sello, Miguel Delibes, las cartas que ambos se cruzaron entre 1948 y 1986. Después de sopesar su utilidad, el escritor vallisoletano ha decidido con muy buen criterio darlas a conocer en un tomo rotulado Correspondencia .

Hay que subrayar, de entrada, la abundancia del epistolario (y a pesar de ello da la impresión de no estar completo) que conforma un grueso volumen. Aunque la mayor parte de su contenido se refiere a cuestiones menudas de orden administrativo (porcentajes de derechos, liquidaciones, adelantos, tiradas y ventas…), tiene un valor añadido que abarca distintos e interesantes frentes. Por empezar por alguno, este medio millar largo de cartas trenzan el desarrollo de una amistad surgida a raíz de la concesión del Premio Nadal a Delibes en 1948 por La sombra del ciprés es alargada y consolidada a través del tiempo entre dos personas dispuestas a entenderse por encima de sus discrepancias. Escribe Delibes muy gráficamente en una breve nota preliminar que este epistolario no es sólo «el enfrentamiento entre un rácano editor catalán y un rácano autor castellano cargado de hijos». Se producen constantes matices, diferencias y reclamaciones económicas, y a veces el escritor se dirige al editor con un tono cortante que éste no se merece. También es verdad que el escritor admite a regañadientes algunas pifias del editor, como el excesivo número de erratas graves en varios libros. (Entre paréntesis, por cierto, este fantasma parece perseguir a la editorial Destino, porque también hay errores en el índice onomástico de la obra que aquí comento.) Pero, en conjunto, el escritor se lleva el gato al agua y el editor, a pesar de la mala fama de los de su oficio, transige. Todo ello se produce sin circunloquios, con una comunicación directa de la que sale indemne una sólida amistad coronada por un sentimiento elegíaco compartido.

La expresión franca es una de las características notables del epistolario, sobre todo en apuntes sumarios de Vergés capaces de sintetizar en una frase algo tajante sus juicios. No dejan de tener su gracia las opiniones negativas sobre José Manuel Lara («caballero de industria», lo llama), cuando estaba poniendo en marcha Editorial Planeta, si se tiene en cuenta que es quien hoy, ironías de la vida, publica en otra marca de su propiedad la correspondencia en donde se le acusa con razón de pícaro. O la no desencaminada, según se mire, opinión sobre Cela, del que su también editor afirma en 1965 que «está totalmente acabado como novelista». En cualquier caso, sale una imagen de Vergés como una persona perspicaz, independiente y de certeros juicios literarios (le hace muy finas observaciones al vallisoletano acerca de los componentes vanguardistas de Cinco horas con Mario o Parábola del náufrago).

Otro aspecto notable de esta correspondencia radica en su valor como documento indirecto de la vida cultural española durante el franquismo, más relevante por venir de personas que en principio simpatizaron con los vencedores: Vergés formó parte del grupo falangista burgalés capitaneado por Ridruejo donde se concibió la revista Destino y Delibes se alistó como voluntario en la Marina (experiencia revivida en su novela 377 A madera de héroe). Los dos testimonian un semejante proceso de desencanto seguido de un enfrentamiento que concluye en el lamento de Vergés, auténtica denuncia, por un desgraciado país «que no sabe manejar ni un mínimo de libertad».

Vergés y Delibes encarnan el derrotero de unos grupos sociales y culturales que algo explica la peculiaridad de la transición de la dictadura a la democracia: con posturas más vehementes en el editor (el cual no ahorra rejonazos a quienes le desahuciaron de su Destino liberal y progresista: el pujolismo y el transfuguismo ideológico del oportunista Baltasar Porcel); con un posibilismo cauto y astuto, inteligente y eficaz, también valiente, en el novelista y durante lustros director de El Norte de Castilla.

Más cosas de sustancia hay en esta Correspondencia. Por supuesto que una materia prima de buenísima calidad para los interesados por la figura y la obra del autor de El camino. Esa imagen que transmite, y por la cual tanto se le respeta, de persona recta e independiente, poco dada a los insufribles egocentrismos y vanidades frecuentes en los artistas, sale aquí reforzada, a la vez que se aprecia en él un gran sentido práctico (por ejemplo, en su interés por conseguir diversos premios).

En fin, también ofrece este epistolario una magnífica lección a la gente joven del mundillo literario; un modelo de cómo se fragua poco a poco una trayectoria literaria sólida, anclados los pies en la tierra y con un trabajo perseverante, siempre además pendiente de una incertidumbre fecunda. No es la literatura esa carrera loca por el premio y los dineros, por la fama, por estar en la pomada; no es ninguna operación triunfo para salir en los papeles y en la televisión como parecen entender tantos nuevos escritores que sólo se preocupan por los ceros de los adelantos de derechos. Es más bien un empeño de corredor de fondo, con el trabajo firme del día a día, con ganancias razonables que el tiempo incrementa, con un crédito que también el tiempo afianza, según se ve en estas cartas donde un escritor –uno de los mayores novelistas de la posguerra– se interesa por sus libros para vender un puñado de ejemplares más y un editor –uno de los más cultos y responsables de esta misma época– consiente en hacerle un adelanto o en aumentarle la cantidad mensual pactada para que pueda cambiar de coche, porque el actual está viejo y con tanta familia…

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

6 '
0

Compartir

También de interés.

Mujeres con acento