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Un Caín menor

ANATOMÍA DE CAÍN

Cristina Cerrada

Ediciones Baladí, Alcalá de Henares

206 pp. 17 €

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La andadura de Ediciones Baladí es aún demasiado corta como para prever si, aprovechando la contracorriente generada en los últimos tiempos por las editoriales pequeñas, se consolidará como una alternativa seria y dinámica o se conformará con establecerse en uno de esos remansos independientes, más o menos efímeros, en los que la excepcionalidad cultural sustituye a la excelencia artística. De momento, y en lo que concierne a su colección Caleidoscopias, parece que se ha querido apostar por la calidad literaria desde el principio, tanto con la cuidada edición de los libros como con la elección de Cristina Cerrada, autora del segundo de sus títulos, Anatomía de Caín.

La preocupación por la obra bien hecha ha caracterizado a Cristina Cerrada, en efecto, desde sus primeros libros de cuentos (Noctámbulos y Compañía), ejemplos del poder de connotación discursiva del género, hasta sus novelas (Calor de hogar, S.A., Alianzas duraderas o La mujer calva), piezas de un mundo literario en el que los conflictos personales se soterran bajo el anodino fulgor de lo cotidiano. Sin duda, las cualidades narrativas de la escritora madrileña, galardonadas con justicia con varios premios, y el contenido de Anatomía de Caín, ilustrado por Cristina Díez, habrán satisfecho al sello que los publica, pero no creo que esta novela corta pase de ser una obra menor en la trayectoria de su autora. De hecho, su mayor relevancia en este sentido sería la de avisar de cuál puede ser su contrapartida más probable si el exceso o la relajación suceden a la depuración y al celo habituales hasta el momento. El mayor problema de la novela tal vez sea previo a su escritura, pues es el enfoque temático de la fábula lo que parece conducir la narración a terrenos cuestionables. El primero de ellos, aunque no el más grave, es el de la previsibilidad de la historia. El joven protagonista, humilde vigilante de almacén y aspirante a escritor, se reencuentra con su hermano Abel, afamado poeta y presentador de televisión, años después de que éste y su madre lo abandonaran. Los hechos se suceden entonces conforme a lo esperable en las recreaciones modernas del episodio genesíaco: quien lleva el estigma de Caín carga con el castigo de ser extranjero en la tierra, pero también porta la distinción del elegido y la lucidez refractaria al maniqueísmo. En consecuencia, el protagonista de este relato restañará viejas heridas y emprenderá el camino hacia la salvación personal. Como consecuencia también de lo anterior, el desarrollo psicológico de los personajes, en especial el del protagonista, cuyo valor arquetípico informa con demasiada transparencia la trama, hace que se eche de menos la compleja y elíptica evolución de los conflictos personales que suele vertebrar las narraciones de Cristina Cerrada. Más bien al contrario, se insiste aquí en verbalizar las cicatrices morales y las esperanzas del carácter cainita con más énfasis del que necesitaría el discurso para que la candidez no adquiriese un tono bastante pueril, como de ópera prima, del que tampoco se libra la deriva simbólica del relato, una alegoría sobre el proceso de creación literaria que, en cualquier caso, demuestra que nadie sacará más provecho de las oblaciones del escritor que él mismo.

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Ficha técnica

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