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Václav Havel y el poder de las palabras

Havel. Una vida

Michael Žantovský

Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016

Trad. de Alejandro Pradera

798 pp. 24 €

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La monumental biografía de Václav Havel (1936-2011) escrita por Michael Žantovský, amigo íntimo del biografiado y portavoz del primer gobierno democrático de Checoslovaquia (1990-1992), además de diplomático, escritor y traductor, tiene un doble valor literario e historiográfico. El autor es consciente de que «querer tanto al sujeto de una biografía de la que uno es autor no es necesariamente la mejor cualificación para escribirla, ya que conlleva el riesgo de caer en la hagiografía, carecer de perspectiva y distorsionar los hechos». O de todo lo contrario, cuando el biógrafo ha detestado al sujeto en cuestión, podría añadirse.

Sin embargo, no es este el caso de Žantovský. El libro no es hagiográfico, porque ofrece una semblanza de Havel con luces y sombras. Es, en realidad, una crónica de los hechos más relevantes en la vida de uno de los más grandes disidentes del siglo XX, sin dejar por ello de lado su faceta de escritor y dramaturgo. No obstante, y a pesar de lo amena que resulta la información recopilada sobre las raíces burguesas de la familia Havel, los colegios de elite checos, la creatividad infantil del pequeño Václav (que con sólo diez años quiso construir una fábrica llamada Dobrovka [«fábrica del bien»], que, sin un claro plan de producción, emplearía a noventa mil trabajadores), su formación como literato, sus inquietudes metafísicas, sus obras teatrales, ensayos, gustos literarios, juergas con los amigos, el ambiente bohemio de Praga, los líos de faldas, el culto semiclandestino al rock and roll y al jazz, el mayor atractivo del libro de Žantovský reside en la recreación del contexto histórico de la vida de Havel. Es allí donde el autor demuestra su maestría, situando la persona del dramaturgo y político checo en el centro de un conjunto de acontecimientos imprevistos o provocados por sus ideas y su actividad artística y política. Se trata de un relato que muestra la interdependencia entre la vida de Havel y la historia de su país, la Checoslovaquia comunista y poscomunista. En este sentido, la biografía del dirigente checo se asemeja a la de otros disidentes y opositores del comunismo, amigos y camaradas suyos, como Lech Wa??sa, Andréi Sájarov o Adam Michnik, que, como Havel, conocieron las cárceles comunistas a causa de su activismo político.

Entre los acontecimientos que condicionaron la vida de Havel destacan especialmente tres: la anexión de los Sudetes por Alemania en 1938, que estigmatizó a su familia, pues uno de sus tíos (Miloš) colaboró activamente con los nazis desde sus estudios de cine. La llegada al poder del Partido Comunista de Checoslovaquia en 1948, con el apoyo de la Unión Soviética, que puso fin a la feliz infancia de un niño privilegiado, alumno de un colegio exclusivo en Pod?brady (donde coincidió con el director de cine Miloš Forman) y lo confinó en la marginalidad del nuevo orden por ser un «elemento burgués». Finalmente, el régimen comunista le impidió matricularse en la universidad. Havel comenzó a trabajar en los laboratorios de la Escuela de Tecnología Química de Praga para «redimirse» de su origen de clase. Fue un lugar en el que encontró refugio y tiempo para dedicarse a lo que más le gustaba: escribir. En el colegio de Pod?brady no había destacado en habilidad alguna que se apreciara por entonces (como liderazgo, deporte o canto). Sin embargo, su talento para escribir y narrar historias lo había convertido en el cronista oficial de los campamentos escolares y más tarde lo aproximó a los círculos inconformistas y bohemios de la Praga de finales de los años cincuenta. Sus primeros encuentros con intelectuales checos se produjeron en el Café Slavia, donde se reunía buena parte de la llamada «Generación 36» y, posteriormente, en el Teatro en la Balaustrada (Divadlo Na zábradlí). Allí estrenó, con mucho éxito, su primera obra dramática, Una fiesta en el jardín (1964).

Cuando, en agosto de 1968, los ejércitos del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia para ahogar la Primavera de Praga, Havel era ya un escritor consolidado y un serio aspirante a revolucionario. En los veinte años siguientes, tanto su obra literaria como su actividad política iban a hacer de él un actor decisivo de los sucesos históricos que llevaron al colapso del sistema comunista, tanto en Checoslovaquia como en otros países de la Europa Central y del Este. Durante esa etapa de su vida, Havel elaboró lo que su biógrafo define como una «filosofía moral de tres conceptos».

El primero de ellos es el «poder de los sin poder». Actualmente podría parecer un lema de los populismos rampantes, pero en los años sesenta y setenta poseía una clara vinculación con la lucha contra el totalitarismo soviético. Los checoslovacos no comunistas eran personas «sin poder» alguno. El segundo concepto, «vivir en la verdad», de resonancias evangélicas, pretende transmitir un mensaje sencillo: la voluntad de no adaptarse al régimen totalitario y de rechazar su ideología construida con mentiras utópicas. Para Havel, la capacidad humana de «vivir en la verdad», de afirmar «la auténtica identidad del hombre», es el arma fundamental que da poder a los sin poder. «Vivir en la verdad» es la mejor manera de resistir al comunismo. El tercer concepto, el de la «responsabilidad individual», se deriva de los otros dos, y refleja la convicción de que no es posible revolución alguna con un solo hombre, al tiempo que toda revolución comienza con la resistencia y la responsabilidad individual. Según Žantovský, un movimiento político ha surgido muy pocas veces no de una voluntad de cambiar el mundo, sino de la necesidad psicológica individual ?en este caso de la de Václav Havel? de encontrar un equilibrio en la vida. Una ambición que era al mismo tiempo modesta y pretenciosa. Hacerla realidad no exigía nada más ni nada menos que ser fiel a uno mismo. Su corolario consistía en ignorar o resistirse a exigencias normales en cualquier tipo de mundo, pero ominosamente imperativas e insistentes en el del socialismo totalitario. La Carta 77, un texto firmado por los intelectuales checoslovacos en defensa de los derechos humanos, y que a Havel le valió cinco años de cárcel, se inspiró en su filosofía moral. Y lo mismo puede decirse de la Revolución de Terciopelo de 1989, que produjo el colapso del comunismo. Los tres conceptos se convirtieron en las consignas básicas de esta revolución, primera en la historia que no se cobró ninguna víctima mortal.

La elección de Havel como presidente de Checoslovaquia en 1990 (cargo que ejerció hasta 2003) culminó la construcción del «poder de los sin poder». A su primer gabinete ministerial lo acusaron de bohemio (estaba compuesto por actores, escritores y traductores), más apropiado para dirigir un teatro que un país. Sin embargo, Havel y su equipo fueron capaces de lograr el apoyo político y económico de Estados Unidos y de los países de la Unión Europea, la retirada pacífica de setenta mil soldados soviéticos instalados en Checoslovaquia desde la invasión de 1968, así como lograr que su país pasara a ser miembro de la OTAN (1999) y de la Unión Europea (2004). Los primeros años de su presidencia estuvieron marcados por el esfuerzo para «volver a Europa» e incorporar de nuevo Checoslovaquia a las instituciones europeas e internacionales, así como por la fascinación que sintieron hacia su persona los líderes occidentales, además de por las muchas anécdotas de un gabinete que no se preocupaba de cuestiones de protocolo en las visitas oficiales a países extranjeros. Entre ellas, la más divertida fue la compra apresurada de trajes para toda la delegación checoslovaca, en la víspera de una cena con la reina Isabel II de Inglaterra. El hecho de que ningún miembro de la delegación checa tuviera un traje decente (algunos conservaban sus trajes de boda, que les quedaban ya muy mal) para presentarse ante la reina obligó al presidente a obsequiarles con uno por cabeza. La delegación entera se fue de compras a Harrods.

Durante su ejercicio del poder, Havel se sintió satisfecho por la oportunidad que se le ofrecía para realizar cambios decisivos en Checoslovaquía, a la vez que frustrado por la imposibilidad de hacerlo con la velocidad que le hubiera gustado. También sentía nostalgia de su faceta de creador literario, que pasó a un último plano. De esta época de su vida cabe destacar el profundo sentimiento de culpa que le produjo el «divorcio» pacífico entre Chequia y Eslovaquia en 1992, así como sus extraordinarios discursos cuando se dirigía a la nación, que siempre (y en contraste con la época comunista) describían la situación real del país. Estos discursos se ajustaban a sus tres conceptos filosóficos, que definían una ética más típica de un disidente que de un presidente del gobierno. Con los años, su popularidad entre los checos fue disminuyendo a causa de la creciente corrupción en la Administración, del fracaso de las reformas económicas y de los juegos entre bastidores de sus adversarios políticos. Terminaron de hundirla el apoyo incondicional que su gobierno brindó a Estados Unidos en el bombardeo de Serbia por la OTAN (1999) y en la guerra de Irak (2003).

Žantovský afirmó una vez de Václav Havel que fue el ejemplo supremo del principio de «lo que se ve es lo que hay». Havel. Una vida constituye la semblanza de un hombre auténtico, genuino y con defectos reales. Havel fue un hombre frágil, crónicamente inseguro, propenso al adulterio, al alcohol y a las depresiones (en ese mismo orden). Estuvo casado dos veces; primero (entre 1964 y 1996) con Olga Šplichalová, hija de padres obreros y, después de la muerte de ésta, con la actriz Dagmar Veškrnová (de 1997 a 2011), una de las firmantes contra la Carta 77 y en apoyo explícito del régimen comunista. Sus matrimonios nunca le impidieron tener dos o tres amantes al mismo tiempo. Havel no era un marido perfecto. Sin embargo, fue un amigo extraordinario, un buen dramaturgo del teatro del absurdo, un gran disidente y un político excepcional.

Havel. Una vida explica por qué Havel fue y sigue siendo el símbolo del moderno Estado checo y un emblema universal de la lucha por la libertad y democracia. Jan Pato?ka, uno de los filósofos favoritos del biografiado, escribió que «la medida de un hombre no se advierte en cómo afronta las metas que se ha marcado, sino en cómo sobrelleva los desafíos que la vida pone en su camino». Václav Havel convirtió los desafíos en metas, con la fuerza moral que sólo poseen quienes «viven en la verdad».

Mira Milosevich es investigadora principal del Real Instituto Elcano. Es autora de Los tristes y los héroes. Historias de nacionalistas serbios (Madrid, Espasa Calpe, 2000), El trigo de la guerra. Nacionalismo y violencia en Kosovo (Madrid, Espasa Calpe, 2001) y Breve historia de la revolución rusa (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017).

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