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El crack

La fractura. Vida y cultura en Occidente, 1918-1938

Philipp Blom

Barcelona, Anagrama, 2016

Trad. de Daniel Najmías

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Comienza este libro a ritmo de jazz, de la música norteamericana que se enfrentaba retadora, contagiosa, fogosa y alocada, a las convulsiones políticas de un mundo a la deriva que, especialmente en Europa, terminó por vestir su marasmo moral con los ropajes del totalitarismo. Sirve como obertura de la obra la presentación de la música y cantante Mami Smith y la «subversión acústica» de su disco Crazy Blues, el primero en ser grabado por una afroamericana. En 1924, Julio Camba explicaba que el jazz era una forma de armonización de los ruidos callejeros; y así cabe comprender este nuevo tomo de Philipp Blom dedicado a la época de entreguerras del pasado siglo: como una armonización del ruido con que la Historia atronaba la vida y cultura en Occidente. Para conseguir esta conciliación en sus páginas, Blom recurre al mismo esquema de su anterior obra, Años de vértigo, estructurado en un plano doble, que podríamos imaginar horizontal y en paralelo. Por un lado, el superior, un orden cronológico, de 1918 a 1938, año a año y capítulo a capítulo, hasta un total de veintiuno, organizado asimismo en dos partes: después de la Primera Guerra Mundial (de 1918 a 1928), y antes de la Segunda Guerra Mundial (de 1929 a 1938). Por otro lado, en el inferior, en cada capítulo bulle el mundo con vida propia, en una mezcolanza aparentemente arbitraria y caótica, pero sujeta a un desorden controlado, si se me permite la paradoja, de temas y personajes variopintos surgidos de la historia y la intrahistoria. Así, entre las referencias «jazz-bandísticas», se entreveran Gabriele D’Annunzio, el racismo en Estados Unidos, Oswald Spengler, Al Capone y la Ley Seca, Einstein, Kafka, la República de Weimar, el enloquecido Berlín o el deslumbrante París de la segunda década del siglo y decenas de testimonios de escritores, soldados y gentes del común.

¿Y todo ello para qué? Para explicar cómo la gente de aquellos años había asumido una modernidad que no había nacido tras la Primera Guerra Mundial y que ya venía perfectamente ensamblada, y a gran velocidad, desde principios de siglo XX. Y cómo la asunción de esa modernidad vino de la mano de un conflicto brutal que nubló las perspectivas de futuro de millones de personas y que creó un vacío moral dispuesto a ser ocupado por dos ideologías totalitarias y criminales: fascismo y comunismo.

Un autor

Suele hacerse hincapié en la dualidad biográfica de Philipp Blom (1970), alemán de nacimiento e inglés por formación académica y por lengua de escritura. Nació en Hamburgo, se crio en Detmold y completó sus estudios universitarios en Viena y Oxford. Se remarca su paso por esta última como explicación de su escritura, de exposición clara y ritmo trepidante; didáctica y entretenida a la vez. Cayendo en los tópicos: nada alemana y evidentemente británica. En cambio, apenas se menciona lo que yo llamaría el puntal de su estilo, y es su faceta de periodista e historiador que, un par de veces, ha caído en la tentación de la novela. Periodista, historiador, novelista: todo ello tiene una raíz común, la escritura, pero necesidades distintas y, por tanto, diferentes artimañas técnicas para saciarlas. La mayor virtud de este libro de Blom, al igual que ocurrió en Años de vértigo, está en su capacidad de combinarlas con éxito, sin que se estorben o se superpongan. La claridad factual no está reñida con la musculatura narrativa, tan necesaria para contar decenas de historias para que parezcan engranajes diferentes de una misma máquina. Aquí cabe hacer una mención a la meritoria labor del traductor, Daniel Dajmías, que mantiene el pulso de principio a fin.

Con veinticinco años, Blom publicó The Simmons Papers, una novela de índole filosófica y con ribetes de humor, de algo más de cien páginas, en la que el protagonista es un profesor de filosofía encargado de redactar, para un diccionario, la parte dedicada a la letra P. Tras su muerte se encontrará un manuscrito en el que contará minuciosamente su labor. Blom escribió la novela en inglés durante su estancia en Oxford y él mismo se encargó de la traducción al alemán.

En 2006 publicó otra novela, Luxor, en la que el protagonista termina en un hospital, tras un accidente, y tiene la suerte de coincidir con un compañero de habitación con quien puede jugar largas partidas de ajedrez. Diez años después publicó en alemán Bei Sturm am Meer, donde trata el periodo histórico comprendido entre 1940 y el año 2000.

Sus novelas parecen haber sido un paréntesis en su labor como historiador y en su trabajo periodístico. Además de sus libros de Historia, ha publicado artículos en periódicos alemanes y suizos, entre ellos en Süddeutsche Zeitung y en Die Zeit, y en periódicos ingleses, como Financial Times, The Independent o The Guardian, sin olvidar su peculiar labor en la prensa especializada en vinos.

Una exposición

En mi reseña de Años de vértigo hablaba de las grandes exposiciones que varios países preparaban para conmemorar el inicio de la Gran Guerra. Tuve ocasión de visitar en Berlín la que organizó el Deutsches Historisches Museum: unos mil metros cuadrados con proyecciones visuales y sonoras en casi treinta puestos y la muestra de medio millar de objetos provenientes de casi cien instituciones de todo el mundo: Ámsterdam, Bruselas, Moscú, Washington, San Petersburgo, Viena, Zagreb, Londres, París, Jerusalén, etc. Resultó un tanto decepcionante, montada a la habitual manera alemana, con numerosos paneles de farragosa lectura y sin la espectacular puesta en escena que ofrecen museos cercanos y semejantes en Cracovia o Budapest, por ejemplo. No obstante, hubo una proyección que resumía a la perfección la salvajada llevada a cabo en Europa con aquella guerra. Era un vídeo desgarrador, casi siniestro, pero necesario entre tanta explicación en apariencia tan didáctica como aséptica en realidad. Mostraba las consecuencias de los gases nerviosos utilizados en el frente. Veteranos de guerra aparentemente sanos que, de repente, se movían convulsamente, sin poder dominar sus miembros y sus movimientos. Blom les dedica el primer capítulo y habla de que sólo en Gran Bretaña la neurosis de guerra afectó al 10% de oficiales y al 7% de la tropa. De los supervivientes, cabe matizar, para que no olvidemos los millones de muertos que quedaron desparramados por los campos de Europa. No hay en el libro un análisis histórico de la guerra, que queda relegada a un plano secundario; no es el tema que se quiere tratar en él. Sí aparecen varios testimonios de sus consecuencias: el soldado Campbell Willie Martin, el soldado Meek, el soldado Smith, los recuerdos del pintor Paul Nash, del poeta Wilfred Owen o la novela autobiográfica de Vera Brittain, publicada en 1933, que demuestra cómo toda una generación se vio afectada por la desaparición de amigos o familiares que, al revés de lo que se piensa, no fueron especialmente animados o fervorosos a los campos de batalla.

Aunque Blom describe con un extraordinario pulso narrativo momentos históricos, resume batallas, expone el surgimiento y la expansión de ideologías y se centra en ciertas partes en la explicación de la Historia, las páginas más emocionantes y clarividentes son estas en las que detalla aparentes minucias. Las que dedica, en definitiva, a ejemplos casi intrahistóricos, cuyo símbolo último sería el memorial dedicado al soldado desconocido y que se construyó en casi todos los países que participaron en la guerra.

Una técnica

Como he comentado, bajo la superficie ordenada de los capítulos hay un desorden controlado, una especie de cauce aparentemente caprichoso por el que fluyen los temas y se hilan con una mezcla de osadía y seguridad capaces de avenirse entre sí. Blom dedica los capítulos referidos a los años de 1919 y 1920 a Gabriele D’Annunzio, los soldados negros que tras la guerra se quedaron en París y organizaron bandas de jazz, el surgimiento del Ku-Kux-Klan en Estados Unidos, el sinsentido cruel de la Ley Seca o cómo el pintor George Grosz describió con perfección expresionista, en su arte y en su escritura, el ánimo inquieto de una generación que, ante el desastre y la aridez existencial de los años inmediatos de posguerra, optó por negar aquella negación y transformar su furia en acción política. Así, en 1921 ya nos adentramos en lo que ocurría en Rusia. Kronstadt. Yezhov. Lenin. La Cheka. Stalin. Anna Ajmátova y la ejecución de su exmarido. Las detenciones. Los fusilamientos. La brutal represión. Como contraste, el Chicago de la Mafia y, ya en 1922, los esfuerzos de los activistas y defensores de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. De nuevo el jazz, que de algún modo no deja de sonar durante toda la lectura, y Josephine Baker y sus fiestas desnudistas en Berlín. Sin solución de continuidad, 1923, cuyo capítulo dedica a los avances técnicos y científicos ?la ciencia como metáfora de la sociedad, al centrar gran parte de atención en la entropía?; y 1924, con un paseo por el dadaísmo y el surrealismo en Europa y la aprehensión de la modernidad y la ciudad por parte del arte en Estados Unidos: Edward Hopper y Georgia O’Keefe.

El dedicado a 1925 puede ser un capítulo idóneo para explicar la técnica de Blom. Su intención es mostrar cómo los debates sobre Darwin y Nietzsche «representaban las dos maneras más importantes de invocar el espíritu de la época» y cómo la idea del Hombre Nuevo «era, a la vez, la promesa más seductora de la época y su mayor amenaza». Se referirá a un hecho ocurrido en Estados Unidos y que tiene que ver con «el juicio del mono», y para ello echará mano de uno de esos personajes que uno se alegra de encontrar en los libros de Blom. En Años de vértigo podía ser Otto Weininger, el desquiciado y desquiciante filósofo que se suicidó a los veintitrés años, judío antisemita y homosexual homófobo. Con Weininger, por cierto, puede uno toparse en la extraordinaria edición que la profesora Sela Bozal ha dedicado a los textos de Alfred Kubin publicados por La Balsa de la Medusa. Kubin y Weininger eran amigos, y el análisis de la época expuesto en la introducción del libro acompaña muy bien a este volumen de Philipp Blom. La galería de tipos humanos que aparecen en La fractura se nutre con uno especialmente pintoresco: H. L. Mencken. Henry Louis Mencken fue un crítico con un sentido del humor punzante y mordaz. En español apenas hay ediciones suyas, y todas están descatalogadas. El Prontuario de la estupidez y los prejuicios humanos se publicó en Buenos Aires en 1971, y de 2003 es la edición de La Fábrica de su En defensa de las mujeres. Del primero, no obstante, puede comprarse una peculiar edición electrónica, de la editorial Innisfree, dividida en varios tomos con títulos incomprensiblemente provocadores. Blom acierta al elegirlo, no como protagonista, sino como narrador, ya que es el autor de un reportaje sobre «el juicio del mono», o el «Juicio de Scopes», que se celebró en Dayton, estado de Tennessee. Una ley estatal prohibía la enseñanza de la teoría de la evolución, y por ello fue procesado el profesor John Scopes. Algún cinéfilo habrá que recuerde una de las películas que se rodaron sobre el tema, La herencia del viento. Fue dirigida por Stanley Kramer y protagonizada por Spencer Tracy. Blom no la cita, pues se basa casi en exclusiva en el reportaje de Mencken, lo que supone todo un despliegue de periodismo a la vieja y buena usanza, no exento de mordacidades y augurios pesimistas sobre la resolución del juicio.

Y así van sucediéndose los capítulos, con esta técnica de retales cosidos, más o menos a la manera de un blog, alumbrando hechos que llaman la atención, o protagonistas rutilantes, o personajes oscuros que supieron dar con la clave de su tiempo, mientras se acumulaban, año a año, las señales de alarma de lo que iba a acontecer con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. El lector seguirá el avance en zigzag por un mundo en bullente descomposición, de Berlín a Viena, de Viena a Broadway, y de Broadway a Berlín de nuevo, al mundo de los equívocos cabarets gracias a la película El ángel azul, y de ahí a hendirse como un cuchillo en la carne de los totalitarismos: Italia y Rusia, con la terrorífica historia de las hambrunas provocadas por el régimen comunista de Stalin, para pasar sin solución de continuidad a la Alemania nazi que surge en 1933, hermanada con la Unión Soviética en la purga y eliminación de las elites intelectuales.

Una debilidad

Ante la exposición de la técnica de Blom se evidencia un posible punto débil: la elección de las fuentes. Al no tratarse de una monografía histórica que requiera de fuentes primarias, Blom recurre a una bibliografía en la que conviven obras memorialísticas con libros de historiadores que tratan de temas específicos. Para hablar de 1937 y la intromisión soviética en la Guerra Civil española, Blom cita, entre otros, a George Orwell, Antony Beevor y Paul Preston. Pese a la condición de obra subjetiva del Homenaje a Cataluña, nadie duda de la calidad del libro de Orwell, de su capacidad de observación y de la calidad de su análisis sobre cómo el Partido Comunista destruyó el POUM y aniquiló a los poumistas. Sin duda, se trata de un acierto para dotar al relato de Blom de la atmósfera de la época. En cuanto a Beevor y Preston, se trata de dos historiadores de prestigio, pero Preston incurre en algunos errores que Blom repite. Por ejemplo, cuando refiere que la violencia de los izquierdistas en los primeros meses de la guerra no fue, en general, planificada, «y puede definirse como obra de unas masas enfurecidas o de pequeños grupos que actuaban por su cuenta». Hoy sabemos que en realidad eso no fue así. Hay otros comentarios que podrían matizarse o incluso corregirse, pero, en cualquier caso, hemos de tener en cuenta que estos errores no afectan a la narración ni a las conclusiones que Blom pretende establecer. Como se ha visto, la narrativa de Blom se construye con una amalgama de numerosos hechos y personajes. Su forma de contarnos la historia de aquellos años no requiere de una precisión decisiva en todos ellos, pues la mayor parte son necesarios única y exclusivamente para hacer la crónica lo más trepidante posible, sin que los posibles matices afecten a las ideas que expone Blom. Con todo, esta supuesta debilidad de La fractura se ve compensada por una edición excelsa. Las notas son breves, en absoluto exhaustivas y, por tanto, manejables; la bibliografía, completa y mesurada; los índices, tanto el alfabético como ?especialmente? el analítico, una herramienta imprescindible para moverse entre los vericuetos del libro.

Un presente

Se intuye página a página, como también se intuía en Años de vértigo: cada retazo del pasado que muestra Blom puede acoplarse al presente; cada soplo de historia alienta una visión de los sucesos contemporáneos. Unamuno se refería a los buenos libros de Historia en En torno al casticismo: «Lo cierto es que los mejores libros de historia son aquellos en que vive lo presente, y, si bien nos fijamos, hemos de ver que cuando se dice de un historiador que resucita siglos muertos, es porque les pone su alma, les anima con un soplo de la intrahistoria eterna que recibe del presente». Ese trasvase de presente a pasado y viceversa, esos flujos y reflujos de hechos acaecidos que empapan el ahora, y de noticias actuales que impregnan el pasado, lo explicita Blom en un epílogo que, además de resumen de lo expuesto en las quinientas páginas anteriores, es una alerta ante ciertos paralelismos existentes entre la veloz época de entreguerras y el mundo cinético de hoy: «La alternativa a esa respuesta casi religiosa al vacío moral se vio igualmente limitada tanto en su alcance como en sus posibilidades, y recuerda no poco a nuestro proyecto: el paraíso del consumidor». El libro termina con una moraleja, equilibrada, asumible y alejada de dogmatismos o aleccionamientos sacerdotales: la consunción del diálogo y de la reflexión aviva el enfrentamiento y el desencuentro. Para Blom, es posible aprender de la Historia, y su libro es un esfuerzo por hacer entretenido y comprensible tanto el pasado como el presente, con el fin de vislumbrar los peligros del futuro.

Sergio Campos Cacho es bibliotecario, coautor de Aly Herscovitz y colaborador de Arcadi Espada en su libro En nombre de Franco. Los héroes de la embajada de España en Budapest (Barcelona, Espasa, 2013).

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