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Cosmopolitismo de muy largo alcance

Los confines del mundo. Historia del cosmopolitismo desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII

Luca Scuccimarra

Oviedo, KRK, 2017

Trad. de Roger Campione

711 pp. 29,95 €

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Desde su mismo planteamiento, el libro de Luca Scuccimarra me ha impresionado tanto por la amplitud de su horizonte histórico como por el aguzado estilo crítico de conjunto y el manejo de numerosas fuentes. Es admirable siempre en el manejo preciso de los textos citados, bien elegidos y muy bien comentados. Desde los filósofos griegos a los grandes pensadores de la Ilustración, sobre los que él ha escrito en otras ocasiones, analiza y perfila en cada momento la noción de cosmopolitismo. Y atendiendo a la tensión dialéctica mantenida entre los partidarios de ese ideal universal y los defensores de una ética fundada en muy definidos valores patrios.

Desde luego, hay que comenzar por los griegos. Así, la primera parte del libro se titula «Ciudadanos del mundo: el modelo clásico», y los capítulos iniciales «Entre kosmos y polis» y «El canon estoico»; y el cuarto capítulo concluye evocando las figuras humanistas y pacifistas de Tomás Moro y Erasmo (con su Querela Pacis). Es un buen recorrido, muy bien iluminado con excelentes citas textuales. El autor acierta al poner de relieve cómo, frente al cosmopolitismo que ya apunta en algunos sofistas ?y en los cínicos de manera punzante?, la actitud de Sócrates resulta muy paradójica. Por un lado, Sócrates está totalmente integrado en la polis, al servicio de sus conciudadanos, hasta el punto de que prefiere la condena a muerte a un destierro de Atenas. Por otro, «en continuidad absoluta con la vida comunitaria de la polis, no puede evitar trascenderla» con sus críticas y su ideal teórico. En cuanto a Platón, éste piensa que el filósofo puede escoger emigrar a cualquier lugar del mundo favorable para realizar su ideal político, y Aristóteles parece algo ambiguo al respecto.

Pero tanto epicúreos como estoicos dan un paso definitivo al postular el cosmopolitismo ?al menos para filósofos amantes de la libertad? como una nueva mentalidad humanista: «Si Aristóteles había continuado pensando en la polis como el contexto natural para la realización del hombre virtuoso, súbitamente los estoicos abrían las puertas de par en par a un espacio de acción moral tan grande como la misma oikouméne: al que frecuentaba el Pórtico, de hecho, se le enseñaba que como ser racional era miembro de una comunidad que coincidía con todo el género humano, y que por tanto estaba obligado a respetar a la humanidad en cualquier circunstancia» (no olvidemos que con Alejandro se había abierto un mundo de inciertas fronteras).

No obstante, como se indica luego ?y me parece oportuno citarlo para señalar la agudeza crítica?, los estoicos, al diferenciar entre «sabios» y «necios», recortaban esa utópica comunidad universal: «De este modo, entre las mallas del cosmopolitismo histórico volvía a insinuarse el principio de una radical división del género humano, un ideal sustancialmente elitista y aristocrático que desprecia la masa de los necios y los malvados, y muy alejado de por sí de la perspectiva de una solidaridad universal entre los hombres». A lo largo de la historia volveremos a encontrar ecos, algo matizados, de esa escisión, que viene a decir: «Para el sabio, el mundo entero es una patria; pero tal vez no sea conveniente para gentes menos razonables».

El ideal cosmopolita del estoicismo se encuentra muy bien comentado en textos de Cicerón, Séneca y Marco Aurelio. Si bien en los tres se intenta a veces acompasar la teoría de los deberes a la patria romana, tanto en Cicerón, como luego en Séneca, la interpretación insiste en el reconocimiento de la fraternal condición humana «que une a todos los seres humanos en la común posesión de la razón (ratio) y en la, cuando menos, potencial predisposición hacia la sabiduría (sapientia). Y lo que resulta es una lectura más radical del canon estoico, según la cual no sólo los sabios sino todos los hombres pueden considerarse ?al menos en principio? miembros de pleno derecho de “esa gran ciudad” del mundo, que halla su fundamento en el respeto de una medida universal de justicia».

Y, a la vez, teniendo en cuenta la experiencia frecuente del exilio en la época imperial, se insiste en que el sabio halla su sitio en cualquier lugar del mundo: «A través de una lectura no meramente hedonista del tradicional dicho epicúreo ubi bene, ibi patria, vuelve así a plantearse, con tonos radicalmente individualistas, una apología del desarraigo destinada a imponerse posteriormente». De tal modo que, en el mismo Cicerón, «la condición del apátrida se impregna de un valor libertario, en algún sentido ajeno incluso a la línea más radical del cosmopolitismo helenista. En tiempo de crisis política y moral, la elección de abandonar la propia ciudad puede ser, en efecto, el único modo de continuar siendo fiel a uno mismo y a aquello en lo que se cree; porque la “libertad del exilio” sigue siendo siempre preferible a la servidumbre en el propio país» (algo así decía Plutarco en su tratado Sobre el exilio).

En la Europa cristiana, la Iglesia trata de imponer, en vano, una fraternidad universal frente al enemigo bárbaro. Surge la idea de la «cosmópolis cristiana» bajo el manto de la Iglesia, con ecos estoicos, a la par que se mantiene la guerra y las cruzadas contra los infieles. En los capítulos siguientes se evocan los conflictos bélicos en la Europa medieval y renacentista, y, frente a ellos, cómo los ideales cosmopolitas encuentran ecos en Dante, Erasmo, Moro y Montaigne. Algo nuevo surge de golpe con el descubrimiento de América. Las noticias del Nuevo Mundo, con sus salvajes, invitan a las nuevas reflexiones sobre la «heterogeneidad constitutiva del género humano», y promueven una conciencia que anhela un difícil cosmopolitismo global. Frente a la nueva barbarie, nuevas ideas acerca del jus gentium y la guerra justa. En este nuevo horizonte, Scuccimarra recuerda las ideas de quienes abogan por un justo tratamiento de esos «otros» recién descubiertos, en nombre de la fraternidad universal asegurada en el credo humanista: gentes como Vitoria, Las Casas y Montaigne.

No cesan en la Europa moderna los conflictos bélicos entre las naciones, guerras que ensombrecen la mirada de los intelectuales de uno y otro reino que en vano anhelan una «paz perpetua». Scuccimarra lo destaca con su habitual claridad: «el siglo XVIII, el siglo ilustrado por excelencia, constituye uno de los períodos más conflictivos de la Edad Moderna». En esa época tan envuelta en el fragor de los combates como marcada por fuertes debates ideológicos, los grandes pensadores insisten en el principio del «respeto universal de lo humano», norma que debe ser reconocida al margen de las diferencias étnicas, sociales y culturales. «Todos nacen iguales y con los mismos derechos naturales» (como escribe Thomas Paine), mientras que, con su escueto estilo, Kant, en su conocido texto, reivindica no sólo la idea de una «paz perpetua», sino también una «justicia global» para todos los libres «ciudadanos del mundo». Sin embargo, frente a ese ideal cosmopolita, se alzan en contra otras voces críticas: «en el debate de finales del siglo XVIII, el amor por la patria se va imponiendo progresivamente como una virtud moral incluso entre los que parecen más cercanos a los valores de la Ilustración». Tanto Fénelon como Diderot y, sobre todo, Voltaire, abogaban por ese noble humanismo universal, mientras que Rousseau viene a empeñarse en la defensa del «ethos patriótico», exaltando en tono vehemente «el naciente patriotismo nacional».

A comentar esa tensa y resonante polémica entre los más destacados pensadores de la Ilustración están dedicadas las últimas páginas de este libro. Quiero citar los títulos significativos de los tres capítulos finales: «El retorno de la patria», «Crítica de la razón utilitarista» y «En busca de una tercera vía». En esa dialéctica del cosmopolitismo parece haber «una divergencia insalvable entre las dos instancias ideales que desde hace tiempo centran la reflexión ilustrada sobre la política y la moral». Pero no se percibe el éxito de la supuesta «tercera vía». Resulta inviable el compromiso. Así que, aunque el autor cita un loable intento de combinar ambas tesis, no cabe duda que el debate queda abierto. Como él mismo reconoce en sus últimas líneas: «La alianza momentánea entre el patriotismo republicano y el cosmopolitismo de los derechos, sin embargo, podía ocultar, pero no cancelar, el profundo abismo entre lo particular y lo universal que la cultura de las Luces había alimentado en su interior. La historia misma de Europa entre revolución y restauración se encargaría de demostrar, al cabo de poco tiempo, lo nefasta que podía ser esta antinomia para los destinos del ideal cosmopolita».

Advierto que he prodigado las citas y abreviado comentarios críticos a este largo texto de más de seiscientas páginas. Creo que el excelente estilo expositivo, la claridad y la precisión en el manejo de los muchos textos aducidos no me permitían hacer otra cosa sin alargar estas líneas con observaciones de escaso interés, puesto que me convence en todo su experta panorámica y sus reflexiones críticas. El profesor Scuccimarra aporta con este libro de largo recorrido una lección histórica de la que es muy difícil disentir. Y lo hace con un excelente dominio del tema y tras muy atentas lecturas de los textos y autores citados. Y, desde luego, con numerosas y muy cuidadas notas y una amplia y actual bibliografía. En resumen, un amplio tema, que invita a reflexiones que pueden sugerir otras referencias a tiempos más cercanos, manejado y expuesto con magistral claridad.

Carlos García Gual es catedrático emérito de Filología Griega en la Universidad Complutense y académico electo de la Real Academia Española. Sus últimos libros editados, o reeditados, son Las primeras novelas: desde las griegas y las latinas hasta la Edad Media (Madrid, Gredos, 2008), Prometeo. Mito y literatura (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2009), Encuentros heroicos. Seis escenas griegas (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2009), Mitos, viajes, héroes (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2011), Enigmático Edipo. Mito y tragedia (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2012), La Antigüedad novelada y la ficción histórica: las novelas históricas sobre el mundo griego y romano (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2013), Sirenas. Seducciones y metamorfosis (Madrid, Turner, 2014) e Historia mínima de la mitología (Madrid, Turner, 2014).

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