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Clima y desastres naturales como claves históricas

Clima, desastres y convulsiones sociales en España e Hispanoamérica, siglos XVII-XX

Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell y Armando Alberola Romá (eds.)

Alicante y Zamora, Universidad de Alicante y El Colegio de Michoacán, 2016

401 pp. 18 €

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Todo lo relacionado con el cambio climático nos toca de lleno y afecta a una parte no menor de las noticias transmitidas por los medios de comunicación y, por tanto, de nuestras conversaciones. Cuando ocurre algún fenómeno de efectos devastadores, como los huracanes Harvey o Irma, o el reciente terremoto que impactó en el sureste de México, el pico de atención informativa se dispara. Si el riesgo de la hecatombe es mayor, como ocurrió en el accidente de la central nuclear de Fukushima tras el tsunami de 2011, el número de noticias aumenta de forma exponencial.

Detrás de todos estos sucesos está la idea del calentamiento global. Una cuestión muy vinculada a este debate es cómo éste se ve afectado e intensificado por la acción del hombre, o si, por el contrario, como afirman ciertos negacionistas, se trata de un fenómeno estrictamente natural vinculado al comportamiento cíclico del planeta.

Desde hace un cierto tiempo, este tipo de preocupaciones ha comenzado a influir sobre distintas especialidades de las ciencias sociales e incluso de la historia. De este modo, se ha desarrollado una corriente de investigación vinculada al estudio histórico de los desastres naturales, bien sean estos provocados por contingencias climáticas (sequías, riadas o plagas de langosta), bien por otras causas, como terremotos, tsunamis o volcanes, o incluso por la acción humana, como ocurrió en 1986 en Chernóbil.

Precisamente el libro editado por Luis Arrioja y Armando Alberola se nutre de esta corriente, hasta tal punto que muchos de los autores de esta obra están integrados en la Red Internacional de Seminarios en Estudios Históricos sobre Desastres, denominada con el llamativo y acertado nombre de ALARMIR. Forman parte de ella académicos de España, México, Francia y Venezuela. En esta ocasión, la obra se dedica a España e Hispanoamérica, lo que, evidentemente, excluye a Brasil. Si bien es cierto que en esta ocasión no se incluye ningún trabajo sobre el coloso suramericano, el hecho de que algunos trabajos se extiendan más allá de las independencias, los siglos XIX y XX, e incluso haya uno dedicado a los volcanes en el siglo XXI, nos hace preguntar si no sería más conveniente hablar de América Latina en lugar de Hispanoamérica.

Hace tiempo que la historia económica, sobre todo aquella centrada en el mundo precapitalista y la economía agraria, prestaba especial atención a las sequías y la forma en que éstas afectaban el precio de los alimentos. Se atendía, en particular, al comportamiento de un alimento básico como los cereales, y las repercusiones que tenía su cotización en el mercado sobre la estabilidad social y política, pero también, en casos extremos, sobre los movimientos demográficos (mortalidad y migraciones, especialmente).

El pionero trabajo de Enrique Florescano sobre México es una buena prueba de ello. Hoy, quienes se ocupan del clima, los desastres y las convulsiones quieren dar un paso más y plantearse una serie de cuestiones adicionales que hasta ahora habían quedado al margen de la investigación. Esto hace que una de las primeras preocupaciones de aquellos que han decidido especializarse en esta rama de la historia sea el de las fuentes. ¿Cómo estudiar el clima y las diversas variables que lo afectan (comenzando por la temperatura y la pluviosidad) cuando aún no había surgido la meteorología y los instrumentos de medición no existían, eran de dudosa fiabilidad o es imposible acceder a los registros? Evidentemente, se trata de una limitación importante, pero esto no impide avanzar en la investigación a quienes se preocupan por estas cuestiones. Así, por ejemplo, en ciertas regiones de España o incluso de lo que era el imperio español en América, las rogativas pueden convertirse en un mecanismo importante que transmita la intensidad y la duración de las sequías. La búsqueda de fuentes útiles es inagotable y depende en buena medida de la documentación existente en los archivos y también de la imaginación de los historiadores para utilizarla adecuadamente.

A medida que la prensa se extiende en número y en tirada, especialmente aquella de carácter regional y local durante la Ilustración, la posibilidad de construir series con información tomada de los periódicos impresos aumenta de forma considerable. En este terreno, es importante la capacidad de algunas fuentes de producir series históricas que permitan un adecuado correlato estadístico a los principales avances de la investigación. Esto hace que un buen número de capítulos de esta obra colectiva se dedique al estudio de las fuentes que puedan ser utilizadas por estos especialistas.

Hay, sin embargo, una cuestión que no termina de quedar clara de esta nueva disciplina, y ésta gira en torno a cuál es su principal objetivo: ¿el clima, los desastres o el sufrimiento humano vinculado a los anteriores? Sin embargo, Luis Arrioja se encarga de disipar todas estas dudas cuando apunta a que el estudio de la «dimensión histórica de los desastres» implica adoptar «una perspectiva que no se limita a examinar la variabilidad del clima y la presencia de los fenómenos naturales en si mismos, sino que analiza los contextos en que surgen y evolucionan con la intención de evidenciar que todo “desastre” o “catástrofe” natural es el resultado de una confluencia de elementos naturales, sociales, económicos y políticos».

Un tema relevante en muchos trabajos es el de cómo la acción humana, bien a través de la gestión gubernamental y de las políticas públicas, bien mediante el progreso científico y tecnológico, puede colaborar a mitigar el impacto negativo de los desastres sobre las sociedades afectadas. Por ejemplo, el capítulo dedicado a las riadas en Sevilla a mediados del siglo XIX apunta al modo en que el telégrafo ayudó a prevenir el desastre avisando con tiempo de la llegada de la inundación.

Por su parte, Rogelio Altez se pregunta por la relación existente entre pobreza y vulnerabilidad, y si inevitablemente esta última es causada por la primera, como aseguran muchos estudios en América Latina, especialmente aquellos financiados por gobiernos populistas. Este tipo de interpretaciones ponen el peso de la responsabilidad en la estructura económica mundial y en la explotación imperial, y concluyen que erradicando la pobreza se acaba con los desastres. Como señala correctamente Altez, esto es un error manifiesto.

Uno de los riesgos de los trabajos de este tipo, centrados en el impacto de las catástrofes, es caer en la pura descripción, en la enumeración de un desastre tras otro, sin profundizar en el análisis. Afortunadamente, hay excelentes excepciones que permitan avanzar en la interpretación histórica, como ponen de manifiesto los capítulos de Jesús Solís o el de Thomas Calvo. Este último incorpora una visión comparativa, muy necesaria en este tipo de estudios. Hay que tener en cuenta que en torno a 1680-1690, en plena «pequeña Edad del Hielo» (de comienzos del siglo XIV a mediados del siglo XIX), la meteorología golpeó al planeta con efectos negativos (frío y lluvia). Y si bien sus formas fueron diversas, algunas de sus consecuencias requieren un mayor esfuerzo en la comparación, no sólo entre Europa y América, sino también, en la medida de lo posible y de la disponibilidad de estudios, incorporando otras regiones del mundo.

En definitiva, estamos frente a un libro de especialistas para especialistas, que, sin embargo, cubre una amplia diversidad de temas, épocas y regiones, lo que hace que se revista de mayor interés. No obstante, el enfoque novedoso en torno a las manifestaciones catastróficas del clima, la naturaleza y la mano del hombre realzan el valor de una obra en pleno debate sobre las razones, o las sinrazones, de Donald Trump para retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París.

Carlos Malamud es catedrático de Historia de América de la UNED e investigador principal de América Latina en el Real Instituto Elcano. Sus últimos libros son Violencia y legitimidad política y revoluciones en España y América Latina, 1840-1910 (Santander, Universidad de Cantabria, 2004), Historia de América (Madrid, Alianza, 2005) y Populismos latinoamericanos. Los tópicos de ayer, de hoy y de siempre (Oviedo, Nobel, 2010).

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