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La despensa histórica de Juan Pablo Fusi

Breve historia del mundo. De la Edad Media hasta hoy

Juan Pablo Fusi

Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016

539 pp. 23,90 €

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La última obra de Juan Pablo Fusi nos remite a dos modalidades historiográficas de las que, sin embargo, el libro se diferencia notablemente. No se trata, propiamente, de un ensayo de World History, esa forma de historia universal que la cultura historiográfica occidental comenzó a practicar sobre todo desde la crítica de Oswald Splenger a la perspectiva eurocéntrica y la de Arnold J. Toynbee a la estrechez de miras de la historia nacional. El libro de Fusi renuncia a esa globalidad del relato y lo centra en la perspectiva occidental y, dentro de ella, en la experiencia histórica europea. Las entradas no europeas en su relato se refieren bien a extensiones de historia europea (como los Estados Unidos), bien a momentos y cuestiones que resultaron decisivas para Europa (como los capítulos que dedica a América Latina, Asia y África). Lo que el lector va a encontrarse, por tanto, no es un libro en la línea de la más asentada tradición de World History, sino un libro de historia global de Occidente desde la perspectiva europea.

La otra modalidad historiográfica en la que el título nos llevaría a pensar es lo que se conoce en el mundo anglosajón como Western Civilization, es decir, una historia del mundo occidental construida desde la asunción de que los fundamentos de Europa lo son de toda esa mitad del mundo. El libro de Fusi se distancia de esta perspectiva en un punto esencial: no considera la Antigüedad como el punto de arranque de la civilización occidental, sino que asume que la misma tiene que ver con la consolidación de la Christianitas. La antigüedad que interesa al relato es la que llega a la Alta Edad Media y la que recupera el Renacimiento, pero es una decisión relevante de este libro comenzar su relato por la conformación de la Christianitas, porque con ello se hace más fuerte y decidida aún su apuesta por una historia occidental europeísta. Su argumento al respecto, muy en la línea de Fusi, es más histórico que historiográfico: a partir del siglo IV, entre los edictos de Milán y Tesalónica, y en un largo proceso de setecientos años, el cristianismo se convirtió no solamente en religión de reyes y emperadores, sino, ante todo, en una cultura que estructuró el Occidente europeo, un espacio donde habitaban entonces unos treinta y cinco millones de personas. Entre las premisas culturales que se asentaron entonces en esa Christianitas estaba, precisamente, una idea de la historia. Entre la primera llegada del Mesías y la parusía se situaba entonces el inicio y fin de la historia, una historia necesariamente universal.

En forma de pequeñas entradas o capitulillos, esta peculiar breve historia del mundo va recorriendo los momentos estructurales de la historia europea, y desde su perspectiva, del hemisferio occidental y, parcialmente, de África y Asia, hasta finales del siglo XX. Para que el lector pueda hacerse una idea de lo que son tales capitulillos, el libro tiene cuatrocientos ochenta páginas de texto y setenta entradas. Esto quiere decir que a asuntos que normalmente ocuparían estanterías o, en algunos casos, bibliotecas, como el pensamiento moderno o la Primera Guerra Mundial, se les dedican unas seis páginas. Como el libro no trae explicación previa ni «instrucciones de uso» por parte del autor, cabe suponer que el propósito de Fusi ha sido ofrecer algo así como información de emergencia, es decir, una suerte de despensa a la que recurrir en busca de información de alta calidad. Esto es compatible, por un lado, con el índice, donde es realmente fácil detectar los asuntos, ordenados cronológica y no temática o estructuralmente, y, sobre todo, es coherente con la escritura del relato que ha escogido Fusi.

No es autor que a estas alturas tenga mucho que demostrar ni a la academia ni al público sobre su buen hacer historiográfico. En ambos espacios, público y académico, Juan Pablo Fusi es justamente uno de los buques insignia de la historiografía española. Ello se debe a que ha aportado análisis muy sistemáticos y precisos sobre aspectos relevantes de la historia española y europea, como la historia de los movimientos sociales o la de los nacionalismos. También al hecho de que es un excelente prosista, cuyos textos se leen y comprenden con facilidad. No es que la suya sea una escritura simple, sino que es clara, lo que permite al historiador conectar con un público lector que va más allá de la academia. Es esto lo que ha hecho de Fusi un tipo de intelectual muy peculiar en la España reciente, puesto que tal condición no proviene de una intervención en el debate público sobre asuntos políticos desde la auctoritas reconocida al buen académico (ahí entrarían, desde ideologías diferentes, intelectuales como Bartolomé Clavero o Fernando Savater, por ejemplo), sino que deriva de su propio discurso historiográfico (muy rara vez Fusi se ha pronunciado públicamente sobre asuntos políticos) transferido al ámbito público gracias a esa facilidad de su prosa para conectar más allá de la academia.

De hecho, se diría que este libro no está pensado en absoluto para la última, entendiendo por tal a los pares profesionales del autor. Parece estar concebido, en primer lugar, para los estudiantes de primeros cursos de varios grados que incluyen una materia de introducción a la historia universal. Por otro lado, es un libro dirigido claramente al público culto que requiere solventar una cuestión historiográfica con la rapidez de Wikipedia. A esa función, el libro que comentamos añade, precisamente, la auctoritas que se ha labrado Fusi a lo largo de su amplia trayectoria profesional.

Más allá de esa utilidad primera para la que el libro parece estar concebido, su lectura provoca también algunas cuestiones más de fondo que tienen que ver con «nuestra» propia cultura historiográfica (entiéndase europea). La opción elegida por Fusi, escribir una historia de Occidente desde la perspectiva europea y titularla (aunque esto parece más bien decisión editorial) Breve historia del mundo, trae a primer plano una cuestión que los europeos no hemos resuelto, sino que, como mucho, hemos parcheado, y que tiene que ver con el modo en que concebimos Occidente y el mundo. Como otras muchas veces, para bien o para mal (la mayoría para bien, a mi juicio), el caso nos remite a la Ilustración. En efecto, fue entonces cuando, liberado el pensamiento del providencialismo, se forjó una concepción racionalista de la historia que no tenía ya más fin que el progreso, como explicó Condorcet en un conocido bosquejo.

Con ello produjo un discurso historiográfico en el que necesariamente Europa se convertía en el norte al que apuntaba la aguja de la historia debido a que mostraba ante el mundo precisamente el mayor grado de progreso. Como recuerda Fusi, ese entusiasmo europeo encontró su cenit en 1900, como pudo verse en la Exposición Universal de París. Sin embargo, al entender de este modo la relación entre progreso e historia, la cultura europea produjo también una división del mundo entre adaptados e inadaptados a la modernidad (la única que ha considerado posible: la suya) que ha tenido, y tiene, un peso determinante en el modo en que esa cultura observa y estudia otras (y, por descontado, en el modo en que las trata políticamente). El punto culminante de ese relato ilustrado se daría entrado el siglo XIX en la obra del gran filósofo del siglo: Hegel.

En el caso de la historiografía española, este rasgo tan propio de la cultura moderna europea debería ser objeto de mayor atención, puesto que precisamente uno de los espacios que la cultura ilustrada consideró inadaptados a la modernidad fue el español. Esto quiere decir que, durante mucho tiempo, para la cultura europea, España ?y no solamente la América española? fue también «otro Occidente», un espacio no asimilable plenamente a la civilización europea, como ha mostrado un reciente libro de Xavier A. Miralles. Es bien conocido el esfuerzo historiográfico de Juan Pablo Fusi por argumentar contra esa idea de la irregularidad histórica de la España contemporánea hace solamente un par de décadas.

La historia de la cultura y de la colonialidad (en expresión de Walter Mignolo) ha venido sometiendo a crítica esa comprensión de la modernidad desde hace más o menos también ese tiempo, retomando caminos interpretativos abiertos previamente por pensadores como Edmundo O’Gorman. De acuerdo con estas aportaciones, la experiencia de la modernidad no debería entenderse solamente como una acomodación en mayor o menor grado (normalmente esto último) a los estándares noroccidentales, los de la civilización identificada como el canon del progreso que debería ser preservado frente a amenazas provenientes de otras culturas y «civilizaciones». Al contrario, son ya muchos los estudios que han profundizado en esas formas alternativas de modernidad o, para el espacio que este libro abarca, las distintas declinaciones de una misma modernidad que fueron forjándose desde el momento inicial del contacto entre Europa y el mundo atlántico.

A este respecto el libro de Fusi puede antojarse reproductor de esa misma corriente de fondo de la cultura europea, pero juega a su favor la honestidad historiográfica, pues un repaso a su índice advierte al lector con claridad de que está ante un libro que toma no solamente a Europa, sino sobre todo a la cultura europea como su eje. Es un aspecto que Fusi conoce particularmente bien y así se deja ver en un libro que dedica una buena parte del mismo a la historia de la cultura europea. El historiador del arte que siempre hubo tras el Fusi historiador de la política o de los movimientos sociales emerge con ganas en este libro. Sus comentarios sobre la historia de la cultura europea contemporánea, realizados desde la historia del arte y de la literatura, son de lo mejor que puede encontrar el lector en este libro. Ese asidero es justamente el que permite redondear en muchas ocasiones en seis páginas asuntos de tanto calado como los antes mencionados, permitiendo así también una lectura wikipédica de este volumen. Breve, en fin, porque lo es para el título que luce en la portada y prontuario también en tanto que suerte de despensa a la que recurrir para obtener información histórica de urgencia.

José M. Portillo Valdés es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco. Sus últimos libros son El sueño criollo. La formación del doble constitucionalismo en el País Vasco y Navarra (San Sebastián, Nerea, 2006), Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana (Madrid, Marcial Pons, 2006), La vida atlántica de Victorián de Villava (Madrid, Fundación Mapfre, 2009), Un papel arrugado (Vitoria, Ikusager, 2014) y Fuero Indio. La provincia india de Tlaxcala entre monarquía imperial y república nacional, 1787-1824 (Ciudad de México, El Colegio de México, 2015).

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Ficha técnica

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