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Una literatura de eufemismos

Al otro lado del Muro. La RDA en sus escritores

Ibon Zubiaur (ed.)

Madrid, Errata Naturae, 2014

Trad. de Ibon Zubiaur

264 pp. 19,50 €

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1.

En su Breve historia de los libros prohibidos (Barcelona, RBA, 2013), el ensayista alemán Werner Fuld recuerda que, si bien la censura era considerada por las autoridades de la República Democrática de Alemania (RDA) «un problema específico de la política cultural capitalista que no existe en el socialismo», éstas la practicaron intensivamente hasta su caída en 1990. A las muchas particularidades de esa particularidad histórica que fue la RDA debe añadirse, en ese sentido, la de un convencimiento absoluto en las posibilidades de transformación de la literatura que condujo a que la estrecha vigilancia sobre su producción haya sido una de las prioridades del régimen. Además de una oficina estatal cuya misión era determinar qué debía ser considerado literatura en la República Democrática y qué no, la coacción de los autores a través de órganos colegiales supuestamente autónomos como la Unión de Escritores, la propiedad por parte del Estado de las editoriales y los medios de prensa, y la vigilancia sobre los jóvenes creadores para evitar cualquier posible «desviación» ideológica mediante la intervención en los manuscritos, las autoridades de la RDA contaban con la amenaza de cárcel, la prohibición de escribir y el exilio para acallar a las voces disidentes, que eran (potencialmente) todas: no se toleraba ninguna crítica al Estado o al Partido, así como tampoco la presentación bajo una luz negativa de cualquier persona de responsabilidad o de los productos manufacturados en el país. Entre los temas que no debían tocarse se encontraban el servicio secreto, el ejército, la policía y el sistema judicial, la huída de la RDA, la pornografía, la homosexualidad, la violencia, el alcoholismo, la adicción a las drogas, el desempleo, la contaminación ambiental y el suicidio; por lo demás, ciertos términos tenían que ser evitados: «consumismo» debía ser reemplazado por «búsqueda de bienestar material», «deforestación» por «daños forestales», «funcionario» por «colaborador» y «conflicto generacional» por «convivencia entre jóvenes y mayores».

2.

Al considerar la gran cantidad de restricciones que se presentaban a la producción literaria en la RDA, el lector tiende a preguntarse espontáneamente qué podía escribirse entonces en aquel país, una pregunta de difícil respuesta si se piensa en la escasez de las traducciones al español de sus autores más importantes y la nula publicación de los muchos libros acerca del tema editados recientemente en AlemaniaVéanse, por ejemplo, el libro de Armin Strohmeyr, Verlorene Generation. Dreissig vergessene Dichterinnen & Dichter des «anderen Deutschland» [Una generación perdida. Treinta poetas y poetisas olvidados de la «otra Alemania»] (Zúrich, Atrium, 2008) y el de Volker Weidermann, Das Buch der verbrannten Bücher. Zensiert, verschwiegen, vergessen: Autorinnen in Ostdeutschland 1945-1989 [El libro de los libros quemados. Censuradas, silenciadas, olvidadas: las autoras en Alemania del Este 1945-1989] (Düsseldorf, Patmos, 2009).. Para solventar al menos parcialmente este déficit de atención hacia una literatura prácticamente desconocida fuera del ámbito germanoparlante, el traductor y crítico literario Ibon Zubiaur (Getxo, 1971) ha preparado una antología de textos para la editorial española Errata Naturae.

Al otro lado del Muro. La RDA en sus escritores no es un índice exhaustivo de autores de la República Democrática; tampoco es una selección arbitraria: se mueve entre ambos extremos, con evidentes omisionesUna lista incompleta de ellas debería incluir los nombres de Johannes R. Becher, Anna Seghers, Georg Maurer, Hildegard Maria Rauchfuß, Hans Marchwitza, Heiner Müller, Harry Thürk, Reiner Kunze, Ludwig Renn, Erwin Strittmatter, Peter Hacks, Sarah Hirsch, Ulrich Plenzdorf y Christa Wolf, con los que podría hacerse otra antología., pero también con la inclusión de autores imprescindibles para el conocimiento de la producción literaria de la Alemania del Este como Stefan Heym, Brigitte Reimann, Günter de Bruyn, Irmtraud Morgner, Volker Braun, Wolfgang Hilbig y Günter Kunert, entre otros. Zubiaur no escoge de estos autores sus textos más conocidos ni aquellos que mejor se adhieren a una visión contemporánea de lo que sería una obra literaria «de calidad», y al hacer esto último es consecuente con las ideas consuetudinarias acerca de la literatura en la República Democrática, según las cuales la calidad era una cuestión secundaria y, en el mejor de los casos, un objetivo a largo plazo. Al otro lado del Muro pone de manifiesto, en ese sentido (y sin mencionarlos), los que son los dos problemas principales en relación con la recepción contemporánea de la literatura de la RDA: en primer lugar, su notable falta de valor estético; en segundo lugar, el hecho de que buena parte de ella fue producida sobre la base de unas consignas ajenas a la literatura que, con la desaparición del régimen político que las fundó y que le sirvió de legitimación, a menudo nos resultan desconcertantes.

Naturalmente, ambos problemas están relacionados, puesto que la escasa calidad de la literatura producida en la RDA está necesariamente vinculada, no sólo con el estado de intimidación permanente que padecieron buena parte de sus autores (incluyendo aquellos que pudieron sortear las restricciones contrabandeando sus obras fuera del país y publicándolas en el extranjero, principalmente en la República Federal Alemana), sino también al hecho de que, en el marco de la ideología dominante en aquel país, la literatura sólo era concebible como un trabajo equiparable al trabajo manual y únicamente tenía como función celebrarlo (lo que Hilbig denominó «el cínico acuerdo en el que se basaba la cacareada relación entre literatura realista y clase obrera en el socialismo real»), es decir, ser «útil» al régimen en su propósito de «construcción del socialismo».

No son pocos los autores incluidos en Al otro lado del Muro que narran, mayormente con decepción y hartazgo, sus visitas a las fábricas, ya sea para documentarse o para fomentar los vínculos entre los «obreros» y los «escritores» (por ejemplo, Brigitte Reimann, que fue obrera manual, y Franz Fühmann, quien aspiraba a plasmar «la poesía y la potencia creativa del trabajo manual pesado»), algo completamente impensable para un escritor actual, alemán o de cualquier otro origen. Aunque la escenificación del escritor como obrero o hijo de obreros y como socialista, la admiración hacia el régimen soviético (Stephan Hermlin) o las dificultades de la vida cotidiana bajo el socialismo aparecen una y otra vez en las obras que la componen, lo único realmente característico de la literatura de la RDA parece ser, como afirma Jurek Becker en la magnífica conferencia con que se cierra este volumen, su relación con la censura y esa aspiración a ser «socialmente relevante», que lastra la mayor parte de los textos de Al otro lado del Muro. Los mejores autores de la República Democrática sobrellevaron el carácter subsidiario y las exigencias que pesaban sobre la literatura a fuerza de ironía (Heym, de Bruyn), sátira (el notable Hermann Kant), disidencia (Heym, Loest, Hilbig, Kunert), integración (Hermlin, Helmut Sakowski, Fühmann) y contradicciones (piénsese, por ejemplo, en Stephan Hermlin, quien apoyó la construcción del Muro de Berlín y años después condenó la expulsión de Wolf Biermann), pero muy pocos de entre ellos pudieron producir algo realmente relevante con un lenguaje escindido entre las convicciones y las apariencias, es decir, con el idioma de un país en el que sólo podía hablarse mediante eufemismos.

3.

La subsidiaridad de la literatura a una cierta forma de representación de la vida cotidiana en la RDA y su «idealismo» (muy bien observado por Zubiaur, quien acierta al afirmar que el «realismo socialista» de estos textos no apuntaba a una representación de la realidad, sino sólo a la reproducción de aquello que la línea oficial del Partido sancionaba como «real») hacen que esa literatura no tenga, mayormente, otro valor que el del testimonio, de ahí que su presentación de tal forma que sirva a los efectos de «una historia» de la propia RDA desde su fundación hasta su disolución sea uno de los aciertos del antólogo. Un mérito añadido de la selección es que los textos reunidos en ella son casi tan pobres desde el punto de vista estético como la precaria vida cotidiana del país en que fueron escritos. ¿Qué otra cosa podía esperarse de una literatura en el marco de la cual, como afirmó Christa Wolf en 1958, el escritor «de talento» era «aquel que puede pensar y sentir lo que es correcto pensar y sentir y sabe cómo expresarlo»?

Wolf acabó convirtiéndose en informante del servicio secreto de la RDA harta de sus problemas con la censura, lo cual es un argumento en su contra, aunque no necesariamente en contra de su obra; otros escritores resistieron en la medida en que podían hacerlo, y Zubiaur no deja de rendirles un homenaje pertinente en los textos con que los introduce en Al otro lado del Muro. No siempre esos textos los presentan adecuadamente y, no pocas veces, el antólogo y traductor (las traducciones son brillantes) da por sentado el conocimiento de sus lectores acerca de algunos aspectos de la historia no sólo literaria de la RDA, del que aquellos posiblemente carezcanLos títulos de muchas de las obras mencionadas aquí no han sido traducidos, por ejemplo; no se ofrece información acerca de acontecimientos relativamente desconocidos para el lector hispanohablante, como la revuelta del 17 de junio de 1953, no se explica extensamente qué fue en realidad «la vía Bitterfeld» ni se ofrece información biográfica sobre personajes mencionados en los textos y escasamente conocidos en España, como Walter Ulbricht, Erich Honecker y Wolf Biermann., pero el suyo es un esfuerzo notable y muy necesario por dar a conocer una literatura que suspendió la pregunta acerca de la calidad hasta la llegada de un tiempo en el que el socialismo se hubiera realizado por completo («el estilo vendrá más tarde», afirma un personaje en el texto de Loest, y Sakowski afirmó: «Nosotros intentamos hacer arte, pero no escribimos para la posteridad, sino para la gente de hoy»); por supuesto, ese momento (ese «más tarde», la «posteridad») no llegó nunca. La burocratización de la literatura, la censura estatal y la coacción impidieron que la República Democrática produjese una literatura de calidad; sólo Hans Joachim Schädlich pareció comprender (y lo pone de manifiesto en el mejor texto de esta antología) que el género literario por antonomasia en la RDA y el único que podía prosperar en ella era el informe policial.

Patricio Pron es escritor argentino. Sus últimos libros son El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Barcelona, Random House, 2011), La vida interior de las plantas de interior (Barcelona, Random House, 2013), Nosotros caminamos en sueños (Barcelona, Random House, 2014) y El libro tachado (Madrid, Turner, 2014).

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Ficha técnica

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