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La España de Wright

PAGAN SPAIN

Richard Wright

Nueva York, Harper Perennial

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El 4 de septiembre de 2008 se conmemoró el centenario del nacimiento del escritor norteamericano Richard Wright, nacido en Natchez –Estado de Mississippi– en 1908. Con este motivo, la editorial norteamericana Harper Perennial –y así lo hace constar en la portada del mismo– ha reeditado Pagan Spain, una de sus obras más curiosas y casi me atrevo a decir que desconocidas, pues es raro que sea citada entre las de su fecunda producción literaria, cuyo principal éxito fue la publicación en 1945 de Black Boy, novela clave que permitió descubrir la naturaleza de la personalidad adulta de Wright, su rabia y su radicalización. En ella, Wright revelaba las raíces de su pasado inmediato, su desvinculación familiar, su angustia, las tensiones raciales, la denigración del hombre negro como ente social, el deterioro y el cansancio existencial de la raza y, finalmente, la aceptación fatalista de su destino de todo un pueblo sometido a leyes semifeudales.
 

EXILIO EN PARÍS

Agobiado por la atmósfera de su país, y huyendo de la rigidez de la férrea línea estalinista del Partido Comunista norteamericano, al que pertenecía desde muy joven –en su ensayo «I tried to be a communist» («Intenté ser comunista»), de 1944, Wright ofrecía una meditación grave sobre los peligros de someterse a una disciplina represiva–, a mediados de 1947, y acompañado de su familia, se estableció en Francia, y en concreto en París, iniciando un exilio que iba a significar la pérdida de sus raíces.

Sus contactos con la élite intelectual francesa –Sartre, Simone de Beauvoir– le harían concebir una novela existencialista, pero sin atreverse aún a salir de su ámbito literario, donde los personajes debían ser negros, aunque posiblemente el color de la piel no era aquí realmente imprescindible. En 1953 publicó The Outsider, que es un estudio sobre el comportamiento de un negro a partir del instante en que debe adoptar posiciones de futuro sin haberse acomodado aún ni al pasado ni al presente. El protagonista es un outsider, un marginado que elige la libertad como único medio de averiguar el valor de su propia existencia, y que sólo al final –un final sangriento– descubre que su búsqueda le ha conducido a la nada.

En el origen de su rica vocación literaria estaba también su lucha por los derechos de los marginados, los millones de seres deprimidos por la pobreza y la voracidad de la sociedad norteamericana de la Gran Depresión, así como la íntima inquietud que le provocaba su compromiso con los que, como él, habían nacido con la piel negra. Wright es, por tanto, un escritor «de color», que identifica al ser humano degradado y la marginación social con el color negro.

En 1953, Wright, atraído por la búsqueda de sus orígenes africanos, visitó Ghana, colonia británica cuya independencia era inminente, invitado por Kwame Nkrumah. Al concluir su viaje, Wright regresó a París convencido de que su pasado africano se ocultaba tras una nebulosa, y es que Wright era negro, pero, por encima de todo, se consideraba occidental, ciudadano de un mundo industrializado, aunque desprovisto de una humanidad. Por ello, al regresar a París fue la escritora Gertrude Stein –la misma que en los años veinte animó a Hemingway a descubrir la magia de España– quien le sugirió: «Dick, deberías ir a España […] y verás de qué está hecho el mundo occidental». Como hombre de color –y como comunista–, Wright identificaba Occidente con el colonialismo y el imperialismo, pero como intelectual lo hacía con el tradicional humanismo de su civilización.
 

VISITAS A ESPAÑA EN 1954 Y 1955

Wright llegó a España en 1954 para comprobar si España estaba fuera de la órbita occidental, recorrer sus ciudades y palpar la presencia del mundo «franquista» en las costumbres religiosas y populares. En palabras de Emilio García Gómez, «Wright quedó impresionado por el trasfondo pagano de sus manifestaciones religiosas, la persecución oficial contra las mino¬rías protestantes y el descarado “fascismo” de las clases dirigentes», y por ello Pagan Spain (España pagana) sugiere ya desde su propio título el sentido de su obra, realizada a la manera de la rica tradición de los escritores anglosajones de descubrir España viajando a través de ella.

El manuscrito fue terminado después de tres viajes de investigación: el primero y el segundo desde mediados de agosto hasta mediados de septiembre y de principios de noviembre a mediados de diciembre, ambos de 1954, y el tercero de febrero a abril de 1955. El manuscrito final publicado está sensiblemente recortado respecto del original entregado y constaba de aproximadamente quinientas páginas, habiendo sido la reducción final aceptada por el autor. Entre los recortes se incluían sus viajes a Córdoba y su visión de las Fallas de Valencia. Se mantuvieron en el original final, entregado en julio de 1956, sus viajes y entrevistas mantenidas en Barcelona, Guadalajara, Granada, Madrid y Sevilla.

El libro está escrito con una extraña mezcla de narración en primera persona, de reportaje testimonial y de relato de anécdotas, y contiene algunos trozos de narración dramatizada, de forma que el libro sigue una estructura de documental cinematográfico. Y sorprende que, aunque Wright reconoce que su conocimiento del español sea «vago» y que en sus conversaciones con nativos mezclara francés e inglés, tantos españoles de la época conocieran inglés y francés como para entenderse con un estadounidense, en cuyo ánimo estaba además el afán de mostrar su pobreza e ignorancia.

El libro es una rara joya de la literatura y, además de interesar al curioso, es una escalofriante descripción de la sordidez de aquella España, vista con los ojos de un escritor ávido de denuncia. Pero el implacable tiempo ha envejecido algunas descripciones, disminuido la crueldad de algunas situaciones y relativizado algunas afirmaciones que suenan hoy demasiado aparatosas, rotundas y de conclusión demasiado apresurada en algunos casos. Wright se regodea con la explotación sexual de las mujeres, llegando a afirmar en la página 178: «En España el sexo se ha convertido en un medio de cambio para cualquier servicio hasta tal extremo que no se puede encontrar en ningún otro país europeo», y en la misma página: «Solamente Madrid, según un portavoz de la jerarquía católica, tiene más de cien mil prostitutas, cuarenta mil de las cuales no están inscritas ni en la policía ni en las autoridades sanitarias. Barcelona y Sevilla están llenas de mujeres hambrientas deseando ofrecer sus cuerpos por un trozo de pan o equivalente».

Por ello, concluye Wright que «España no es una nación europea moderna sino un bastión pagano, rehén de tradiciones, de procesiones, de confesiones, de ritos religiosos, de fiestas y de arcaicas actitudes frente a las mujeres». Para completar su visión en este sentido, el autor describe con cierto encanto y asombro las reacciones que la gente siente en una plaza de toros ante la lidia de un toro, percibiéndola como «otro rito religioso en el que el matador con su vestido de luces aparece como un sacerdote oficiando una ceremonia ante los miles de espectadores».

Wright asistió a varias corridas durante su estancia en España y resulta especialmente curiosa su descripción de las hazañas del diestro Antonio Borrero, Chamaco, que por aquellos años entusiasmaba a los aficionados de aquella cosmopolita Barcelona. Es de agradecer que un autor estadounidense contemporáneo de Hemingway siguiera los pasos ya iniciados por éste cuando publicó The Sun also Rises (1926), traducida como Fiesta, y Death in the Afternoon (Muerte en la tarde) (1932), y prácticamente poco después de que Barnaby Conrad publicara Matador (1952), y dedicara también su reflexión al mundo de los toros y de la corrida, aunque el libro de Wright no sea una obra taurina, pese a la engañosa portada de esta edición conmemorativa.

A los ojos de Wright, la obsesión española por las reliquias religiosas, las vírgenes sagradas, los ángeles, los santos, los símbolos mágicos y un cúmulo de dogmas ha atrapado a la población en supersticiones, represión sexual, miedos, y en una economía de privaciones, concluyendo que «en España todo era religión […] pero no por ello el país era cristiano».

 

AISLADO Y OLVIDADO, MUERE EN PARÍS EN 1960
 

De regreso a París, Wright comenzó una nueva novela, pero fue objeto de una serie de ataques personales, y hasta los jóvenes escritores negros que acudían a París en busca de ayuda y consejo rehuían su compañía. En Estados Unidos ya no tenía al público ni a los editores de su parte. No hay que descartar que fuera la propia CIA la que levantara en su contra una campaña de desprestigio. Wright cayó en una profunda soledad.

En el otoño de 1958 apareció su novela The Long Dream, proyectada en principio como un análisis de la segregación racial en el ejército norteamericano estacionado en Europa. Y nuevos proyectos ya no vieron la luz, agotado un tanto el interés por su obsesión literaria, entre ellos un proyecto de reportajes sobre diversos países africanos, que fracasó por falta de apoyo económico. Intentó sin éxito instalarse en Ghana como profesor y tampoco pudo vivir en Londres, debido a una larga enfermedad de tipo infeccioso y a la intransigencia de las autoridades de inmigración británicas. Esta serie de frustraciones personales, agravadas por la muerte de su madre en 1959, precipitaron la agonía moral e intelectual del escritor, acosado por la pérdida de ingresos editoriales y por el descalabro experimentado en Estados Unidos por The Long Dream.

Wright, extraordinariamente sensible, se refugió en la poesía, componiendo poemas tristes, que han quedado como su testamento, y a finales de noviembre de 1960 murió de un ataque al corazón. Sus cenizas reposan en una urna en el columbario de París. Tenía sólo cuarenta y dos años.

Es éste, pues, un libro interesante, que merecería una edición española, con hallazgos que estimularán nuestra memoria, evocándonos tiempos y situaciones muy duras de aquel tiempo en aquella España.

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Ficha técnica

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