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Karen Dawisha, in memoriam

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El 9 de marzo de 2015, Revista de Libros publicaba mi recensión sobre un libro titulado Putin’s Kleptocracy. Who Owns Russia? debido a la pluma de Karen Dawisha y que en 2014 había publicado en los Estados Unidos la editorial Simon & Schuster. En el texto que me inspiró su lectura, y que titulé «El Putinato», califiqué el libro de «estremecedor», adjetivo que seguiría manteniendo en los momentos actuales, por contener la mas profunda, documentada y desgarrada descripción del sistema neototalitario, corrupto y criminal que preside el que acaba de ser por cuarta vez reelegido como presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin. Sigue siendo un texto indispensable para comprender como el exagente de la KGB ha tejido los hilos de una maraña de poder marcada por la delincuencia y el abuso. Su autora, la investigadora y académica Karen Dawisha, ha muerto el 11 de abril de este año en la localidad de Oxford, en el Estado de Ohio. Tenía sesenta y ocho años.

Dawisha, que desde sus años estudiantiles había desarrollado gusto y conocimiento por todo lo ruso, desarrolló una larga y brillante carrera universitaria tanto en el Reino Unido, en la Universidad de Southampton, como en los Estados Unidos, donde trabajó para la Brookings Institution, y enseñó en la Universidad de Princeton y en la de Maryland, y recientemente en la Universidad de Miami, donde había fundado en el año 2000 el Centro Havighurst para Estudios Soviéticos y Postsoviéticos. Antes de la publicación de su libro sobre Putin había ya producido una abundante bibliografía sobre temas rusos y soviéticos, generalmente publicados en el Reino Unido por Cambridge University Press. Fue precisamente a esa editorial a la que en primera instancia ofreció su manuscrito sobre el autócrata moscovita, un ofrecimiento que fue rechazado por la editorial británica alegando que su contenido podría dar lugar a reclamaciones judiciales por difamación. Según The Washington Post, en su necrológica de la escritora y académica, el director de la editorial, John Haslam, justificó la negativa afirmando que «dado al carácter controvertido del tema del libro y su premisa básica de que el poder de Putin está basado en sus lazos con el crimen organizado, no estamos seguros de que haya una manera de reescribir el libro de modo que nos ofreciera la necesaria tranquilidad». Dawisha reaccionó airadamente ante la negativa de la editorial británica y en un escrito que remitió a la revista The Economist, y que también reproduce The Washington Post, se preguntó amargamente: «¿No es una pena que el Reino Unido se convierta en una zona de circulación prohibida para publicar la verdad sobre ese grupo? Esos oligarcas conectados con el Kremlin se sienten autorizados para comprar Belgravia, para asesinar a disidentes en Piccadilly con Polonio 210, pelearse entre ellos en el Tribunal Supremo y ocultar a sus hijos en las escuelas privadas británicas». Según mis noticias, hasta el momento actual, el libro de la profesora estadounidense se ha publicado únicamente en su propio país.

Dawisha frecuentaba Washington y participaba con regularidad en las sesiones académicas que sobre temas rusos y conexos organizaba el Hudson Institute, uno de los mejores y más activos think tanks de la capital estadounidense. Tuve ocasión de conocerla brevemente allí y de escuchar con atención sus impresiones y análisis, siempre cargados de información precisa y sólido razonamiento. Me habló con cierto detalle, ampliando lo que hace en su libro, de la admiración que siente por el fiscal español José Grinda, especialmente activo en su persecución en España y mas allá de las actividades delictivas de los oligarcas rusos. Y me habló de sus planes de futuro, fundamentalmente centrados en la continuación de sus investigaciones sobre la obscena conexión rusa entre crimen y poder. Dostoievski no andaba muy lejos.

Cuando supe de su muerte, recordando que su edad no era especialmente avanzada, y cual si fuera un reflejo condicionado, temí por un momento que pudiera incluirse en la ya larga lista de las desapariciones forzadas de los enemigos del «Putinato» dentro y fuera de la Federación Rusa. Parece que la verdad es más inmediata, prosaica y natural: ha sido un cáncer de pulmón el que ha acabado con su vida, según ha informado su familia.

Lamento su desaparición. Deseo que se encuentre en el Olimpo en el que la coloquen sus creencias. Y siento que su fallecimiento interrumpa la serie de sus investigaciones. Espero que al menos unos cuantos quieran preservar su memoria y decidan traducir a diversas lenguas su implacable y tristemente veraz radiografía del actual zar de todas las Rusias y de sus desmanes. Y confío en que, a diferencia de la timorata Cambridge University Press, haya una editorial española que vierta a nuestro idioma las páginas de su Putin’s Kleptocracy. El texto y sus lecciones ampliamente lo merecen. Para que al menos nadie en estos pagos pueda llamarse a engaño.

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Ficha técnica

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