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Una posguerra rosa

Un calor tan cercano

MARUJA TORRES

Alfaguara, Madrid, 1997

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La recreación de la infancia y la adolescencia en la posguerra ha sido entre nuestros novelistas un asunto recurrente y fecundo. De su mano hemos asistido a oscuras representaciones que exponían retratos sociales descarnados, sobre todo en los ambientes y los barrios más desesperanzados, y hemos sentido en propia carne el hambre, la falta de ilusiones y futuro, y la lucha por la vida. Como contraste, no han sido pocos los que en sus novelas han lanzado sus dardos afilados hacia la minoría dominante o hacia quienes, sin escrúpulos, como clase desocupada, despilfarraban lo que sacaban del sudor ajeno.

Maruja Torres, conocida articulista, cuyos mayores méritos literarios parecen ser, no la encarnadura novelesca ni el genio escritor, sino la gracia superficial y el ingenio frívolo, ha decidido echarse al ruedo narrativo –no es la primera vez– con un cuento barcelonés sobre la infancia y la adolescencia en la posguerra de un barrio marginal y obrero, o al menos así se dice en el libro, en el que las gentes pasan las de Caín para vivir y los niños –la narradora protagonista– padecen contagios de tuberculosis, o eso al menos también se dice.

Se dice, en efecto, pero no se siente, porque la historia discurre por otros derroteros muy distintos. Maruja Torres ha escrito una invención nostálgica, una posguerra rosa, en la que lo esencial no es la dialéctica del ser humano con las circunstancias adversas o con sus propias frustraciones, sino la mirada complaciente de la protagonista a las anécdotas ligeras que conformaban el vivir cotidiano, tanto familiar como vecinal. No existe, por tanto, un retrato social ni un relato existencial, que justificarían con creces una novela sobre la posguerra, sino una mitificación ñoña del pensamiento infantil al confundir –son palabras de la autora– la nostalgia por un sentimiento con el sentimiento mismo.

Desde un presente fechado en 1987, el personaje, que ha sido sucesivamente «una alumna aplicada, una universitaria brillante, una joven promesa, una escritora (de novelas policíacas) de éxito» (sic), bucea «en la bodega de la memoria» (sic) para revivir, entre supuestas dificultades económicas y consignas morales de andar por casa, su fascinación por el tío Ismael y por la prima Irene, el rencor soterrado hacia su madre y la tía Amelia, la mediocridad de sus vecinos y el despertar del sentimiento amoroso, localizados treinta y tres años antes.

Parece claro que la intención liminar del libro no es otra que la indagación en lo que tantas veces se ha denominado educación sentimental a través de un relato iniciático y de un personaje complejo en su evolución psicológica. No es el caso, sin embargo, de Un calor tan cercano. El propósito inicial se desbarata en anécdotas de melodrama radiofónico y detalles de fotonovela, y lo que es peor, a causa de un personaje plano, estereotipado y estático, cuyos únicos latidos, ese calor cercano que se anuncia en el título, surgen de los paseos turísticos por Barcelona, de contemplar los vestidos de su admirada Irene y de las fantasías escasas que su cabeza monta en torno a Ismael, y no de sus propias ilusiones y desencantos. Tampoco los demás personajes contribuyen a la caracterización novelesca, pues su esquematismo está definido de antemano por una cualidad dominante e invariable que los convierte en personajes tipo.

La gracia superficial y el ingenio frívolo pueden ser eficaces en la columna de un periódico, pero se vuelven en contra al encararse con una novela que exige, como poco, no una escritura ágil y una tipología tópica sacada de los mitos populares, sino la construcción de personajes dentro de un asunto, una trama y una estructura trabados entre sí con coherencia. Poca coherencia hay aquí, desde luego, cuando se mira la infancia en nuestra posguerra con ojos sensibleros y azucarados, se intenta una trama gratuita sin causas ni consecuencias y se proyecta una estructura de flash back cuyo único motivo de arranque es la pretendida y decepcionante intriga que suscita una fotografía insípida.

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