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Las vetas de Filón

OBRAS COMPLETAS (vols. I, II y V)

Filón de Alejandría

Trotta, Madrid

Trad. de José Pablo Martín, ?Francisco Lisi y Marta Alesso.

360 pp 22 €, 560 pp 30 €, 360 pp 22 €

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En el siglo i d. C. la figura de Filón de Alejandría se distingue como una de las cumbres del pensamiento griego. Pero no sólo griego. Filón representa el culmen de un experimento intelectual único en la Antigüedad, que el judaísmo alejandrino llevó a cabo con notable éxito durante tres siglos: la adaptación de la tradición bíblica al helenismo, ajustándola a los cánones culturales griegos sin perder la esencia propia. El primer gran hito de este proceso es la traducción de la Escritura hebrea y aramea al griego en el siglo iii a. C. Esta versión, llamada de los setentaSetenta fueron los traductores que, según la leyenda contada en la Carta de Aristeas, coincidieron milagrosamente en la integridad de sus traducciones, lo cual venía a probar que la traducción griega estaba tan inspirada como la redacción en la lengua original., es la que utiliza Filón, cuyo conocimiento del hebreo era probablemente muy limitado, para adaptarla a las categorías filosóficas y culturales griegas, en una obra muy amplia y variada: interpretaciones filosóficas de la ley judía, alegorías de episodios bíblicos particulares, monografías sobre temas específicos de cosmología, antropología y religión, y obras de defensa apologética de los judíos ante el primer pogromo de la historia, sufrido por su propia comunidad en Alejandría.

Filón participaba del esquema metafísico del platonismo medio, con múltiples aportaciones estoicas en el campo de la ética, tal como encontramos en contemporáneos suyos como Plutarco. Aplicó de modo decidido a la interpretación de la Biblia la numerología –«Filón el Pitagórico», lo llamaba Clemente– y la alegoría como métodos hermenéuticos para «salvar el mito», al modo en que los filósofos estoicos explicaban a Homero y Hesíodo. Adoptó more platonico la lengua de los misterios para describir el conocimiento filosófico y religiosoComo muestra Christoph Riedweg, en Mysterienterminologie bei Plato, Philo und Klemens von Alexandrien, Berlín y Nueva York, Gruyter, 1987, la imagen de la iniciación mística se expande con Platón, que es imitado por Filón y este a su vez por Clemente de Alejandría. . Defendió una ética ciudadana de base estoica similar a la que podemos encontrar en las epístolas pastorales del Nuevo Testamento. Y en su labor apologética desechó los argumentos más banales y presentó con brillantez la grandeza cultural e histórica de la tradición judía dentro del mundo helenizadoFilón no utiliza las estrategias de apologistas judíos anteriores (y cristianos tras él) como Artapano y Aristobulo, que debían parecerle demasiado burdas, como falsificaciones de poemas griegos o manipulaciones de la cronología para hacer de Moisés el maestro de Platón..

Poco después de su muerte, la destrucción de Jerusalén tras la rebelión judía contra los romanos, por un lado, y la expansión del cristianismo, por otro, provocarían un repliegue del judaísmo sobre sí mismo a partir del siglo ii d. C., y una vuelta a la tradición hebrea no contaminada por la cultura griega. Así, la obra de Filón fue abandonada por la tradición rabínica pero, en cambio, fue recibida por el ala del cristianismo que a su vez pretendía adaptarse a las categorías culturales y filosóficas griegasTanto en el judaísmo como en el cristianismo, la línea filohelenista se encontraba enfrentada a una orientación mucho más literalista y antigriega, que les acusaba de desviacionismo. Tertuliano (De praescritione haereticorum 7.9) acuñó el famoso lema: «¿Qué tienen que ver Atenas y Jerusalén, la Academia y la Iglesia, los herejes y los cristianos?».. Los cristianos no sólo transmitieron la mayor parte de su obra en múltiples manuscritos griegos y en traducciones armenias (doce de los cincuenta y uno tratados conservados se conservan sólo en versión armenia). Sobre todo, gracias a figuras como Clemente de Alejandría y Orígenes en la parte oriental griega, o Ambrosio en la occidental latina, que leyeron y adoptaron atentamente a Filón, esta vertiente helenizada del cristianismo había de imponerse y lograr la fusión de Atenas y Jerusalén que da forma a la cultura occidental.

Sin embargo, la obra de Filón, de enorme importancia como fundamento de este proceso clave, ha recibido tradicionalmente escasa atención, quizá por su carácter de intermediario que no pertenece plenamente a ningún campo: ni a la filosofía griega, ni a la patrística cristiana. En las últimas décadas, quizá por el nuevo interés que en el mundo global de hoy suscitan los procesos de interacción cultural, se ha reemprendido con vigor el estudio de la obra filoniana, por medio de traducciones anotadas de sus obras, de monografías y de artículos de investigación, especialmente en la revista Studia Philonica Annual. Hoy no es posible una plena comprensión de bastantes escritos del Nuevo Testamento sin conocer los textos de su contemporáneo Filón que tratan cuestiones muy similares. Y también es una figura indispensable, como Flavio Josefo, para entender la evolución del judaísmo helenístico e imperial. La obra del alejandrino es de gran interés, pues, para la filología clásica, el hebraísmo, la filosofía, la teología y la historia de las religiones.

Dirigido por el reconocido filonista José Pablo Martín, profesor en la Universidad de Sarmiento e investigador del CONICET, el proyecto colectivo de traducir directamente del griego y el armenio todas las obras de Filón, con una introducción particular para cada obra y extensas notas aclaratorias, incluye a especialistas de ambos lados del Atlántico, especialmente de Argentina, donde los estudios de filosofía griega tienen una fuerza notable. Con estas Obras completas, la editorial Trotta viene a llenar una laguna importante en nuestra lenguaTras la traducción de la mayor parte de sus obras por José Triviño (Buenos Aires, 1975-1976), muy deudora del inglés y sin apenas comentario, sólo algunas pocas obras de Filón se han traducido y estudiado en profundidad en los últimos años: Sobre los Sueños. Sobre José, trad. de Sofía Torallas Tovar, Madrid, Gredos, 1997, o Los terapeutas. De vita contemplativa, trad. de Senén Vidal, Salamanca, Sígueme, 2005. , y prosigue en su empeño de poner a disposición del público hispano ediciones rigurosas de fuentes clave para la comprensión del cristianismo antiguo, como ha hecho en los últimos años con los textos gnósticos de Nag Hammadi o la serie de hagiografías antiguas.

Han aparecido ya tres volúmenes (I, II y V) de una serie de ocho que no tardará en completarse. Las obras se presentan en un orden que combina la coherencia temática, la importancia relativa de cada obra y los géneros literarios, pese a que géneros y temas se combinan y solapan en diferentes tratados. La mayor parte de la obra filoniana se dedica a la hermenéutica bíblica, pero con tres métodos diferentes: el analítico en las Cuestiones, preguntas y respuestas en torno a un problema particular del Génesis o el Éxodo; el comentario temático, en una serie de tratados de exégesis ordenada del Génesis que componen la serie del Comentario alegórico; y el sistemático, en la serie de tratados llamada Exposición de la Ley, en los que la selección de pasajes bíblicos comentados no sigue el orden de la narración, sino que se escogen según su relación con el tema expuesto.

El volumen I comienza con una extensa introducción general del editor, que presenta de un modo accesible a los profanos la vida, la obra y las ideas de Filón en su contexto, así como su recepción cristiana. A continuación se abre la serie con las obras más significativas de interpretación alegórica de los primeros capítulos del Génesis (Sobre la creación del mundo y los tres libros de Alegoría de las leyes), que contienen algunos de los ejemplos más famosos de su método: toma el doble relato de la creación como la narración de un proceso en dos fases, la creación del mundo de las ideas y la del mundo material; los siete días de la creación representan el dominio de la hebdómada, de acuerdo con las teorías del platonismo pitagorizante de la época; y los cuatro ríos que surgen del Edén representan las cuatro virtudes cardinales.

El volumen II contiene diez obras más breves que continúan el Comentario alegórico, desde el capítulo 3 al 9 del Génesis, según el principio de la lectio continua: en estos tratados, narraciones como la expulsión del paraíso, el crimen de Caín o la ebriedad de Noé se interpretan desde las mismas premisas de alegoría y fusión de cultura griega y bíblica: Caín y Abel, por ejemplo, representan dos tendencias opuestas de la naturaleza humana, y así Protágoras, que ponía al hombre como medida universal, es «un engendro de la locura de Caín» (De posteritate Caini, 35). El Comentario concluirá con los siete tratados del tomo III, aún no publicado. El tomo IV contendrá los tratados Sobre los sueños (se conservan dos de una serie de tres), a caballo entre el comentario alegórico y la monografía particular, y obras pertenecientes a la serie de la Exposición.

Un tenor distinto tienen las cuatro obras ya publicadas en el tomo V. Son las llamadas obras «históricas», aunque ninguna de ellas es solamente historia. La Vida de Moisés es una biografía del legislador de los judíos, basada en la que fue la obra de mayor difusión del autor alejandrino. Lo presenta a un público amplio, que incluye a los no judíos, con una aureola heroica similar a la que su contemporáneo Plutarco daba a los protagonistas de la historia griega y romana. La Vida contemplativa describe una comunidad ascética alejandrina no documentada en ninguna otra fuente, que Filón llama los «terapeutas», que parece prefigurar, con diferencias importantes como la convivencia de ambos sexos, el monacato cristiano que se desarrolla tres siglos después: durante mucho tiempo se sospechó de su autenticidad, o al menos de su adecuación a la realidad, pero los descubrimientos de Qumram han confirmado el realismo de la descripción de Filón. Finalmente, los tratados Contra Flaco y Embajada a Gayo denuncian vigorosamente la persecución a los judíos en Alejandría en el año 38 d. C., al hilo de su participación en la embajada ante el emperador enviada a Roma por la comunidad judía. La historia se entremezcla con la apologética e, incluso, con la sátira en sus críticas al prefecto Flaco y al emperador Calígula.

El tomo VI contendrá el resto de los tratados de la Exposición de la Ley, dedicados a la interpretación del decálogo y las leyes especiales. El VII contendrá las obras de Cuestiones. Otras obras filosófico-teológicas, que, sin renunciar a su fundamento escriturístico, vuelan más libremente en sus lucubraciones sobre temas específicos (Sobre la providencia, Todo hombre bueno es libre o Sobre la indestructibilidad del mundo) y los tratados de apologética aparecerán, junto con los fragmentos e índices generales, en el volumen VIII.

La traducción de todas estas obras exige competencia en la lengua de origen, buen estilo en la de destino y un conocimiento profundo de la materia. El elenco de los autores y revisores cumple con creces todas estas condiciones. Con pocos errores formales y escasas incoherencias (por ejemplo, algunos traductores escriben Crisipo y otros Crísipo), los pasajes discutibles en que la opción del traductor podría guiar al lector lejos de otras interpretaciones posibles se advierten generalmente con nota al pie. Filón es un autor que, a una prosa elegante y clásica, ejemplo del neoaticismo cultivado, une una gran capacidad de innovación léxica. Muchos de los significados que los diccionarios atribuyen a determinados vocablos filosóficos están documentados por vez primera en Filón, y es abundante también el número de voces hapax (que aparecen sólo una vez en la literatura griega). Los traductores solventan estas dificultades con habilidad, y no dudan en acudir a la nota explicativa cuando es necesario si no hay un equivalente exacto en castellano del término griego: así, kairós se traduce como «momento propicio», mientras que logos se deja en ocasiones sin traducir aprovechando su aceptación en el Diccionario de la Real Academia. Un problema añadido, y asimismo resuelto en las notas, es la frecuente presencia de juegos etimológicos, un método usado con asiduidad por la filosofía griega y que la literatura cristiana heredó, desde el convencimiento de que la forma de la palabra encerraba la verdad profunda de su contenido.

La calidad de la traducción y las notas permite al lector de la obra de Filón disfrutar de la viveza, originalidad y seriedad de sus razonamientos, amén de observar las sorprendentes conexiones que se encuentran con obras anteriores de la literatura griega (por ejemplo, Platón) y bíblica, por su gran capacidad de cita y alusión; con textos contemporáneos muy diferentes, como Qumram, el Nuevo Testamento o Plutarco, por la semejanza de fuentes y perspectivas; y con muchos pasajes cristianos de los siglos posteriores que proceden de él. Pero, además, permite leer a Filón como un pensador clásico, es decir, que sigue hablando más allá de su propio tiempo, y que lanza un mensaje inteligente y apasionado de tolerancia, amplitud de miras, racionalidad y piedad sincera. Conceptos acuñados por él, como la «paz profunda», que no atiende sólo a la falta de guerra externa, sino a la armonía interior de los hombres; su defensa de la coexistencia pacífica de cultos diversos; o su idea de la democracia como un disfrute general de los bienes más que el ejercicio general de los derechos políticos, son aportaciones originales de Filón para una época globalizada como la que le tocó vivir, y no dejan de sorprender por su actualidad en nuestros días.

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