Buscar

Prótesis para las lenguas incompletas

Tierra sonámbula

MIA COUTO

Alfaguara, Madrid, 1998

296 págs.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Hace algún tiempo, la editorial Txalaparta traducía y publicaba un libro de relatos de Mia Couto: Cronicando. Ya entonces se indicaban las semejanzas no casuales que unían a este autor mozambiqueño con el uruguayo Eduardo Galeano. Esa intención gemela no se reducía al tratamiento innovador del lenguaje, sino que se contagiaba al estilo saltimbanqui, y a veces afectuosamente agresivo, con el que descomponían la realidad penosa de sus países y de sus compatriotas. Ambos han mestizado –porque las condiciones de vida se lo «permixigen»– el modo de entender la fractura que iba produciéndose a su alrededor. En la desgracia, ninguno de los dos quiso renunciar a la risa. Así combaten su propio dolor y alivian el de los otros.

En la introducción a Tierra sonámbula, su traductor, Eduardo Naval, insiste en las dificultades de su trabajo, prácticamente un proceso de sedimentación lingüística a partir de los espasmos experimentales con que Mia Couto retuerce su portugués mezcla de partitura oficial y afluentes «amozambicados». Desde esa perspectiva, la traslación problemática de un idioma a otro muestra que todavía existen diferencias al interpretar el mundo. Tal vez sea éste el germen de la diversidad cultural, y de las buenas maneras de enfrentarse a un solo sistema dominante, así como lo ha pregonado la escritora afroamericana Toni Morrison, avanzando mucho más allá de los mohínes superficiales que exhiben los movimientos políticamente correctos. Miguel Torga dijo que las colonias africanas no habían podido incluirse en una «forma heterónima de ser portugués». Pero, como el resto de los países del continente, necesitan una lengua europea para acceder a la exclusiva aldea global. Los esfuerzos por expresarse en las hablas nativas (recordemos el caso del keniano Ngugi Wa Thjiong'o) no han tenido éxito. Sin embargo, el verbo ha de adaptarse según las circunstancias porque en África no cuaja el orden a imagen y semejanza de las estructuras occidentales. Cito de nuevo a Torga, quien, al visitar Mozambique, escribe en su diario «la tierra me huye debajo de los pies».

También la huida es el recurso de esta Tierra sonámbula que se retira más allá de los hombres y sus violencias; allí, a lo que existe le pesa su propia subsistencia entre tanto sufrimiento y quienes habitan la geografía en fuga cuentan –«bioidiomáticos»– sus historias para aliviarse de las tremendas angustias en que se les ha encarnado la humanidad. Desahogarse para recuperar la tierra. Y se relata cada personaje, porque «los hombres son como las casas; hay que verlas por dentro».

Mia Couto utiliza la estrategia del manuscrito encontrado y crea dos historias paralelas que acabarán fundiéndose hasta el punto en que las mismas palabras se transformen en un terrón que se deshace entre los dedos del narrador y de los lectores. Un libro de arena a la medida nómada de las personas cuando se descarnan. El autor escoge de la herencia africana las fórmulas del tiempo mágico, la vida en otra dimensión, que el occidente (el muerto que mata lo que comunica) reduce a realismo fantástico, artificio, poco más. Tierra sonámbula retrata (con la inmediatez del tatuaje, no de la fotografía) lo que ya todos hemos asumido de las tragedias en África: cadáveres abundantes, miseria extrema, crímenes fáciles y, en apariencia, sin sentido, campos de refugiados, insensibilidad tan desmesurada que es causa de ficción en la distancia. Por eso, las paradojas sólo son tales si se observan desde este lado del fatalismo.

«–¿Está con buena salud, no es así, padre?
–Sí. Me hizo bien morir.»

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

2 '
0

Compartir

También de interés.

Una sociedad atenazada por el miedo