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Raro

Me queda la palabra

RICARDO BADA

Diputación Provincial de Huelva, Huelva, 1998

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Ricardo Bada, además de crítico de lujo, severo, polemista, cruento, como puede comprobar de vez en cuando el lector de Revista de Libros, es articulista, conferenciante y, sobre todo, hombre de radio, además de abogado y andaluz y autor de narraciones y poemas publicados en lugares tan dispares como Nueva York y Huelva. Si a semejante currículo le añadimos que Ricardo Bada vive desde 1963 en Alemania y que la emisora para la que trabaja es la Deutsche Welle habrá que convenir que este señor es bastante atípico. Recordemos que en los sesenta los emigrantes españoles ejercían oficios mayormente manuales y que la película que narra su «épica», aparte de Españolas en París de Roberto Bodegas, muy digna, no es otra que la infame ¡Vente a Alemania, Pepe! de Pedro Lazaga. Entre las múltiples actividades de Bada, ya digo, está la de conferenciante. Y utilizo el término con la mayor de las reservas porque, a fuer de raro, Bada no «lee» sus intervenciones públicas, aunque tampoco las improvise. ¿Qué es lo que hace entonces este abogado onubense del 39, de la quinta de José Luis Gómez, Jesús Hermida, Márquez Reviriego, etc., a la hora de llevar sus argumentos ante el público? Pues transmitir lo que ha escrito para ser oído y no leído. Este es un matiz importantísimo en la hora de las ponencias y discursos plúmbeos que nos abruman, y que han sido diseñados en función de su publicación posterior, lo que les obliga, en algunos casos, a llevar notas a pie de página que nos son endilgadas por el inmisericorde conferenciante. Ricardo Bada, ya digo, opta por camino bien diferente, el de inventarse una retórica propia que no teme a la reiteración o a la recapitulación para sus fines conferenciantes. Una retórica, en fin, nada molesta para el lector como puede comprobar quien se enfrente a Me queda la palabra, colección de conferencias, ponencias, fonencias, presentaciones, que Ricardo Bada ha venido dictando en los últimos años. Básicamente en torno a la literatura latinoamericana que es uno de sus puntos fuertes. El otro –entre otros– son las letras alemanas, lo que parece obvio y a veces, en casos semejantes al de Bada, no lo es tanto. De esta manera, en este libro y con el tono polémico, ameno y documentado que caracteriza a Bada, desfilan Cortázar (cuánto lo quiso y lo quiere Bada, y cómo se nota), Posse, Mutis, Sepúlveda, Vargas Llosa (qué poco lo quiere Bada y qué poco se nota), pero también Junger, Grass, Böll (qué soberbia reivindicación hace Bada de este escritor hoy más olvidado de lo que debiera). Entre unos y otros se cuela, un suponer, Ernest Hemingway, alumbrando una recurrencia badiana, la taurina. Todo ello, y bastantes más cosas, articulan un libro sabroso y de primera mano, muy directo, y que además ofrece la dualidad de aquello que siendo escrito para ser oído salta con elegancia (la que tiene) la barrera de la letra impresa.

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