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El panteón indoeuropeo

Los dioses soberanos de los indoeuropeos

GEORGES DUMÉZIL

Herder, Barcelona, 305 págs.

Trad. de David Chiner

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Comencemos recordando que de la amplia producción de investigación mitológica de Georges Dumézil (1898-1986) tenemos traducidos al castellano algunos títulos muy representativos, como Los dioses de los indoeuropeos (Seix-Barral, 1970), Mito y Epopeya I (id., 1977, en traducción de Eugenio Trías), El destino del guerrero (Siglo XXI, 1971) y Los dioses de los germanos (id., 1973); y Mito y Epopeya IIy III, Del mito a la novela, La saga deHandingus, La cortesana y los señoresde colores, Escitas y osetas, Mitología ysociedad (todos ellos editados en México por el Fondo de Cultura Económica). Ahora, es en la editorial Herder donde aparece este importante trabajo sobre los dioses soberanos indoeuropeos. Conviene, ante todo, distinguirlo del primer libro citado, pues éste es uno de los trabajos tardíos del gran investigador francés, revisado por él el mismo año de su muerte. Como su título indica, trata de los dioses de la soberanía, es decir, de las divinidades que, en la tripartición funcional de la mitología indoeuropea, corresponden a la primera función: los del poder supremo y la magia cósmica. Mitra y Varuna en la India, Ahura Mazda en Irán, Júpiter en Roma y Odín en el panteón germánico.

En buena parte se trata de un libro de síntesis, que insiste en su consideración básica sobre la estructura esencial del panteón indoeuropeo, tal como Dumézil la había rastreado y analizado en sus numerosas obras (por ejemplo, en MitraVaruna, de 1940, Júpiter, Mars, Quirinus, I-IV, 1941-1948, y Les dieux desGermains, de 1959). Estudia los aspectos característicos y convergentes de los dioses de la soberanía, en la mitología india védica, la irania, la romana y la escandinava. Es decir, en aquellas mitologías que parecen conservar mejor las trazas de la herencia indoeuropea. Dos son orientales y dos occidentales. El método de Dumézil tiene una firme base filológica; es decir, se apoya en un fino análisis de textos y comentarios para precisar la silueta de cada dios en su sistema religioso, frente a otras divinidades. Pero va más allá de las coincidencias etimológicas para fijarse en la función de los dioses en sus sistemas míticos respectivos. Zeus y Júpiter (de una misma raíz indoeuropea Dieu-) tienen la misma función que Odín en el mundo germánico y Varuna-Mitra en el védico.

El repertorio de dioses comporta en cada pueblo una serie peculiar de oposiciones y convergencias mediante las que se definen sus figuras divinas, pues el reparto de funciones y dominios es esencial en un sistema politeísta. Cualquier intento de definición funcional propone un análisis de los rasgos propios y relevantes de cada dios, dentro de lo que podríamos llamar sistema y en un análisis estructural, en un sentido amplio. Es muy importante subrayar que Dumézil lo lleva a cabo con una meticulosa precisión filológica del estudio de los textos fundamentales, con un conocimiento profundo de los mismos, investigando su contexto y significado original con una pericia admirable (como el lector advierte, Dumézil era un magnífico estudioso de numerosas lenguas antiguas, y conocía muy bien todas las que aquí entran en cuestión. Su pericia lingüística se refleja siempre, sin asomo de pedantería, en su lectura de las citas en las lenguas de origen). La estricta precisión en esos manejos de las fuentes mitológicas es lo que respalda luego el valor científico de sus síntesis y sus conclusiones comparativas, a veces de sorprendente audacia.

A diferencia del comparatismo ingenuo de un Max Müller, tan decimonónico y hoy tan desacreditado por sus exageraciones generalizadoras, la «nueva Mitología Comparada» de G. Dumézil ha conseguido su prestigio justamente por esa sólida base filológica y por su precisa cautela en sus comparaciones. Desde luego, las reconstrucciones mitológicas del mundo indoeuropeo son siempre más arriesgadas que las lingüísticas, pero esa búsqueda de precisión emula la de los filólogos y lingüistas.

Y evita forzar los paralelismos. Así, por ejemplo, en la India se conserva muy bien el reparto de la primera función, esto es, del poder religioso supremo entre las dos figuras de Mitra y Varuna: «Mitra es el soberano bajo su aspecto razonante, claro, formal, tranquilo, benevolente, sacerdotal; Varuna es el soberano bajo su aspecto agresivo, sombrío, inspirado, violento, terrible, guerrero». Pero esa división funcional está ya borrosa en otras mitologías; subsiste marginalmente en el mundo germano, entre Odín y Tyr, pero es apenas una vaga sombra en Roma, donde Dius Fidius, Juventas, y Terminus son reliquias vagas de esa posible dualidad de aspectos del dios soberano (en el caso de los dioses griegos, que Dumézil no toma en cuestión, está claro que Zeus, señor del rayo y de la justicia, ha subsumido ambos aspectos, pero los griegos aparecen en este terreno menos conservadores del primitivo sistema indoeuropeo). Justamente estos matices avalan, pienso, el interés del método comparatista, cauto frente a generalizaciones abusivas o excesivas asimilaciones.

En resumen, este es un buen exponente del método duméziliano, y un buen libro para reflexionar sobre su propuesta de reconstrucción de la ideología tripartita de la religión indoeuropea. La editorial Herder acierta al publicarlo en la misma serie en la que ha editado recientemente otros textos importantes de K. Kerényi, M. Eliade, Ll. Duch, etc. La traducción está muy bien cuidada, y es importante resaltar su mérito, dada la gran cantidad de nombres de varias lenguas en el texto (sólo he advertido un pequeño desliz: se nombra a «Denys» en lugar de a «Dionisio» de Halicarnaso).

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Ficha técnica

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