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La Historia oculta

Los días frágiles

CARLOS PUJOL

Edhasa, Barcelona, 2016 págs.

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El barcelonés Carlos Pujol es un polifacético hombre de letras, un veterano (nació en 1926) de nuestra vida literaria, editor y traductor, que también escribe, pero sin esa urgencia de la notoriedad que tanto mueve hoy a nuestros autores. Ya ha publicado ocho libros novelescos de los cuales sólo conozco la mitad, número suficiente, creo, para hacer el perfil de sus aspiraciones: los cuatro comparten el gusto por la imaginación y una prosa de eminente cualidad narrativa. No es que escriba bien, en un castellano armonioso, con adjetivos precisos y reveladores, que lo hace, sino que su prosa tiene el ritmo y la gracia, la fluidez que pide un cierto tipo de relato tradicional. Esa prosa, además, se carga de un permanente movimiento de ideas que no interrumpen el desarrollo novelesco. Por otro lado, al leer a Pujol se tiene la impresión de que trabaja más por un disfrute personal, pensando acaso sólo en esos centenares de fieles que siguen su obra esmerada, que por otra clase de recompensas. En todo ello está, me parece, el secreto del asunto y desarrollo originales de Los días frágiles.

Porque eso, la originalidad, es lo primero que llama la atención de esta nueva novela de Carlos Pujol, lo cual no resulta de ninguna manera incompatible con las resonancias clásicas de la obra, que, además, el autor no trata de ocultar. Uno de los personajes aconseja a otro en la compra de una novela y le recomienda La cartuja de Parma porque, explica, «si aún no has leído a Stendhal has desperdiciado lo mejor de tu vida». Se trata, por supuesto, de un homenaje al autor de Rojo y negro, pero también de una cierta clave interna del propio libro de Pujol. En efecto, el fresco animado de la Italia posnapoleónica que hace Stendhal en ese libro tiene su correlato en el retrato no menos plástico de París en los días de la entrada en esta ciudad de las tropas hitlerianas que traza Pujol. Y, por otra parte, la presencia de aventuras, de personajes desmesurados o excéntricos, y de misterios y azares y situaciones curiosas es común a ambas novelas.

En Los días frágiles un adolescente español, exilado de nuestra guerra civil, cuenta las pintorescas peripecias de un grupo de singulares personajes en las fechas señaladas. Los personajes son como los actores desequilibrados de un momento histórico excepcional (de hecho esta concepción teatral del relato se refuerza al finalizar el libro con un divertido censo de dramatis personae). Mientras por París se extienden los rumores o el temor de lo que se aproxima, los protagonistas viven en una especie de estado de novela, una policíaca, otra de amor, una tercera de costumbrismo burlesco… También hacen librescas observaciones sobre ideales imposibles, sobre dificultades del día y sobre asuntos culturales… Y toda la historia se mueve en una realidad entre cotidiana y literaturizada, con frecuentes alusiones a lo novelesco. En fin, la novela ofrece una historia colectiva entre «el heroísmo y la incongruencia», fundamentalmente inventiva pero con un trasfondo real inquietante. La ironía, el humor inteligente, la gracia verbal, el desenfado de las situaciones o el juego literario que bordea la parodia de géneros convencionales son los recursos básicos de Pujol para poner en pie esta farsa simpática, pero no intrascendente. En Los días frágiles tenemos una de esas obras que demuestran que la amenidad y la broma no están reñidas con un fondo serio, con la revelación de unos modos de existencia en esos días frágiles a los que alude el título. Este fondo o cara oculta de la historia revela no poco escepticismo, un distanciamiento de la realidad bastante posmoderno, cosa notable en una obra de inspiración tan clásica.

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Ficha técnica

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