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Transmitir la incertidumbre

Los años indecisos

GONZALO TORRENTE BALLESTER

Planeta, Barcelona, 1997

240 págs.

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Queda lejos aquel autor complejo y rico que escribiera, entre otras novelas, Off side y La saga/fuga de J. B., pero, con todo, su reciente entrega, Los años indecisos, todavía mantiene visible el listón de calidad que define a un verdadero escritor. Gonzalo Torrente Ballester, a lomos de un rosario de anécdotas sobre las que se asientan los episodios más sobresalientes de una vida que inicia en la madurez –la del narrador/protagonista de Los años indecisos–, ha sabido buscar la esencia de lo sencillo evitando ropajes innecesarios y yendo directo al meollo. En principio, digamos que la densidad se ha trocado en concisión, sin abandonar lo eminentemente literario, aunque no alcance el esplendor creativo de un pasado reciente.

La última novela de Torrente Ballester aborda una problemática que podemos definir –a grandes rasgos, así parece indicarse desde su título– como de la «indecisión». Una «indecisión», encarnada y sufrida por alguien en el preciso momento de integrarse en la sociedad de sus mayores («Y tú, ¿por qué no trabajas?», le espeta al narrador/protagonista su amante ocasional, Iris, en un momento avanzado de la novela) y de experimentarse en el inicio de su educación sentimental; un problema y un proceso confusos, a veces hasta desconocidos aparentemente para quien los padece, pues bastante se tiene con perseguir quimeras, despertar al amor y, entre otras cosas, sentir las dentelladas de la vida. Este es el cañamazo clave de Los años indecisos: situaciones episódicas en la vida de un joven de diecinueve años, esparcidas en el tiempo de manera lineal y acaecidas en muy contados espacios (El Ferrol, Oviedo y Madrid). Es decir, que sobre unos materiales simples, cotidianos y, sobre todo, reiterativos, Torrente Ballester ha conseguido ofrecer misterio y, por añadidura, adecuarlo en un cauce puramente literario.

No obstante, a pesar de la aparente simpleza, el autor está jugando sobre seguro. Para quienes no conozcan su mundo narrativo, en Los años indecisos encontraran una sencillez desnuda que, además, rezuma interés por la familiaridad con la que está narrada lingüísticamente mediante un permanente sustentarse en lo oral (muletillas, afirmaciones afectivas, repeticiones, etc.). Y para quienes estén al tanto de la obra del autor gallego, qué mejor que la atracción de reconocer en esta entrega ambientes próximos, cuando no propios, a sus obras anteriores; o insinuaciones que pronto dejan de serlo para tender a la certeza plena (referencias continuas a «la tía Dafne» durante su estancia en Madrid); e, incluso, la posibilidad de rastrear determinados elementos que bien pudieran poseer un sustrato autobiográfico a pesar del guiño que representa el juego inicial en la especie de prólogo que abre el libro («Aquel tío… se parecía a mí en todo…»). Y además está la época, el sugerente lapso temporal, rápido pero preciso, que fue el paso de los «felices veinte» a la década de los treinta con algo de tragedia en lontananza (sublevación de Galán y García Hernández en Jaca). La gracia y el éxito de Torrente es que, en la superficie de la lectura, impera la sencillez, aunque, luego, subterráneamente, todo adquiera mayor complejidad. Y, sobre estos logros, aún es posible añadir otro: el de haber sabido evitar cargar las tintas tanto en el cuerpo del personaje como en el envoltorio de una época, tan crucial –próxima está la proclamación de la República, por ejemplo–. Torrente ha visto la fuerza en lo episódico, en lo cotidiano…, es decir, en el microcosmos, mucho más lleno de vida y quizá hasta de mayor vitalidad que el macrocosmos envolvente.

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Ficha técnica

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