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Panorama catalán

VOCES. ANTOLOGÍA DE NARRATIVA CATALANA CONTEMPORÁNEA

Lolita Bosch (ed.)

Anagrama, Barcelona

Trad. de Anna Carreras y Tania Juste

356 pp. 19,50 €

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En esta década han aparecido, como mínimo, tres antologías de narrativa catalana. En 2001, la revista Lateral de Mihály Dés reunía en Mar y montaña a dieciséis cuentistas con una lúcida advertencia: «Nadie lee literaturas, sino más bien libros y autores. Percibimos las obras como entes individuales, no según la tradición o el contexto». De acuerdo con el título, la provechosa simbiosis de la langosta y el pollo en el platillo ampurdanés bautizado como «mar i muntanya», el antólogo resaltaba la vocación cosmopolita de unos autores catalanes con influencias carverianas, cortazarianas o germánicas: una literatura «normal» y alejada de las mitologías nacionalistas que puedan condicionar su difusión fuera de Cataluña. La selección de Lateral conjugaba a los consagrados Jesús Moncada, Valentí Puig, Baltasar Porcel, Carme Riera o Jordi Coca con Eduard Márquez, Jordi Llavina, Empar Moliner, Jordi Puntí o Vicenç Pagès Jordà, nacidos en los años sesenta.

Seis años después, en 2007, el crítico literario y orientalista Manel Ollé seleccionaba en Combats singulars diecisiete relatos de autores nacidos entre los años cuarenta y setenta. Del sesentón Biel Mesquida al treintañero Pere Guixà. Al igual que la compilación precedente, Ollé desechaba la tentación de identificar a sus antologados con plataformas generacionales, etiquetas comerciales ni «manifiestos crepusculares» (eran los tiempos de los escritores catalanes llamados «imparables», como Héctor López Bofill, Manuel Forcano o Sebastià Alzamora): Ollé se desmarcaba del nacionalismo que impregnaba a estos últimos. La literatura catalana no podía interpretarse desde el «resistencialismo» antifranquista ni se dejaba centrar únicamente en la lengua. Si así fuere, concluía el antólogo, «podría parecer que es una muestra residual de obcecación reiterada, la traza melancólica de una especie en extinción, que sólo interesa en función de ese relato nacional, que sólo interesa a quienes se sienten afectados o a los previamente interesados». Manel Ollé coincidía con Dés en la ambición de una «literatura catalana», donde el sustantivo pesa más que el adjetivo, una narrativa breve que transita los laberintos de la posmodernidad y los juegos del lenguaje para expresar asuntos universales. Y, en esa tesitura, lo único que importa es que la historia atrape al lector en pocas páginas (ese y no otro es el desafío del relato breve) y que la traducción de ese texto llegue a todos los rincones del mundo, independizado ya de su lengua originaria.

Sirvan estos prolegómenos para contextualizar Voces, la antología de narrativa catalana que edita y prologa Lolita Bosch, una escritora nacida en 1970 en Barcelona pero con un acervo literario enraizado en la cultura mexicana, como demuestra su antología Hecho en México. Más orientadas a la selección generacional –cuarenta y un autores menores de cuarenta y cinco años– que a la prescripción canónica, las Voces de Bosch componen una visión panorámica de lo que se escribe aquí y ahora en Cataluña. Lo que sorprende o preocupa es que en esta tercera antología siga siendo necesario –al menos, ese es el juicio de la antóloga– remarcar la vocación universal de la narrativa catalana: «Me he cansado de escuchar, desde que regresé a vivir a Cataluña, que la literatura catalana no está a la altura de otras cosas que leemos sin haber hecho antes una inmersión. Y también me he cansado de que nuestro diálogo con otras literaturas de otros lugares del mundo a menudo no nos parezcan de igual a igual». No creeemos que esa lamentación tenga sentido en el momento en que estamos leyendo la antología Veus en su versión castellana publicada por la editorial Anagrama. Tampoco es necesario que en el pórtico de cada cuento los autores deban contestar cómo se sienten escribiendo en catalán. En literatura, el texto se defiende por sí solo, sin muletas justificatorias. Y, en estas Voces, la sensación mayoritaria es positiva, habida cuenta de que su concepción panorámica pueda deparar algún acorde desafinado. Encontramos a escritores como Jordi Puntí, Toni Sala, Francesc Serés o Jordi Llavina, que ya estuvieron presentes en las antologías de Mihály Dés y Manel Ollé. Destacaremos a la marroquí Najat el Hachmi, con su fragmento de la novela El último patriarca, el vanguardismo de Manel Zabala o Ramon Erra y los prometedores Gerard Guix, Edgar Cantero, Jordi Lara o Marc Pastor, que ha deslumbrado a la crítica con su thriller de ciencia ficción El año de la plaga.

Entre los «veteranos», si se les puede llamar así, se confirma la madurez estilística de Puntí, Serés, Sala y Sánchez Piñol. La novela Maletas perdidas, del primero, demuestra precisamente que la literatura que se hace en Cataluña soslaya prejuicios culturales y aborda sin complejos el mercado europeo e hispanoamericano. Otro ejemplo es Albert Sánchez Piñol con su novela La piel fría, que ha atravesado todas las fronteras y es hoy título de culto: esa mirada original da uno de los mejores cuentos de esa selección, «Cuando caían hombres de la Luna»; o la solidez de Francesc Serés, con «Morir en Barcelona», magnífico relato que ya se incluyó en otra antología de Alpha Decay sobre tramas de serie negra.

Una polifonía que, como hemos advertido, puede presentar altibajos, pero que resulta una fotografía del momento literario catalán y, sobre todo, del salto hacia delante de las nuevas generaciones hacia temas universales. Una semilla sembrada en los años treinta por autores como Trabal, Calders o Villalonga y en los sesenta por Quim Monzó y Sergi Pàmies. Ahora hay que seguir escribiendo, y no dar tantas explicaciones, digamos lingüísticas, en el prólogo de la próxima antología.

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Ficha técnica

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