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Lo veraz y lo inverosímil

LOS MISTERIOS DE BARCELONA

Antonio-Prometeo Moya

Caballo de Troya, Madrid

311 pp.

11,90 €

ÚLTIMAS CONVERSACIONES CON PILAR PRIMO

Antonio-Prometeo Moya

Caballo de Troya, Madrid

350 pp.

11,90 €

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Con una encomiable amplitud de espectro –temático y estilístico–, Antonio-Prometeo Moya (Montiel, 1949) ha dado a la imprenta dos libros que hacen honor a la divisa del sello Caballo de Troya, con el que Constantino Bértolo intenta introducir en un mundo editorial cada vez más industrializado, que no industrioso, «nuevos autores, nuevas propuestas y nuevas voces». De Moya no puede decirse que sea un nuevo autor, pero sí que su producción anda lejos de los caminos trillados del comercialismo. Lo que sí se corresponde con el lema del catálogo «troyano» son las fórmulas literarias de estas dos entregas editoriales que vieron la luz al unísono como una demostración de versatilidad creativa, Últimas conversaciones con Pilar Primo y Los misterios de Barcelona: la veracidad sostenida por un argumento de ficción y la apología de lo inverosímil, respectivamente.

Sostenidas sobre una estructura netamente periodística, aliñadas con morosas descripciones de la vida cotidiana de su protagonista, las Últimas conversaciones con Pilar Primo transcurren a finales de 1990, tres meses antes de la muerte por paro cardiaco de la jefa única de la Sección Femenina. La ficción: un joven profesor de ideas antagónicas a Pilar Primo de Rivera mantiene en el domicilio madrileño de ésta una serie de entrevistas en las que se recorre toda la andadura vital de la hermana de José Antonio, fundador de Falange Española y testigo mudo desde los retratos oficiales de la vida de millones de españoles bajo la férula franquista.

Albacea del Ausente, Pilar Primo colaboró con un régimen que adulteró los principios joseantonianos y utilizó yugos, flechas y camisas azules como mera coreografía de una retórica «Revolución Pendiente». El formato de entrevista permite a Moya destilar un acopio de datos sobre el trágico enfrentamiento de las dos Españas con más efectividad que el más riguroso ensayo histórico. Las conversaciones demuestran su alcance pedagógico: las peculiariedades del fascismo español como producto del dogmatismo de la generación del 98 que encabezó Ángel Ganivet. Una Falange que, a juicio del entrevistador, no admitía otras versiones de España.

El tono coloquial y la intimidad hogareña nos revelan el perfil más humano de una mujer condenada a símbolo, alejada de veleidades eróticas en una España nacionalcatólica y puritana. Antonio-Prometeo Moya sabe «encarnar» –en el sentido primigenio del verbo– las circunstancias de una soltería con hechuras de celibato religioso. Como en la foto de portada, el autor nos presenta una Pilar Primo que nunca se maquilló y que a partir de los treinta y cinco años empezó a parecerse a Elsa Lanchester, la novia de Frankenstein.

En las reflexiones que siguen o preceden a cada encuentro, el escritor nos introduce en el almario de Pilar Primo, condenada a ser el rostro robot de la feminidad que patrocinaba el fascismo y la guardiana de impasible ademán de un hermano convertido en mito estatuario. Humanizar a la mujer que fue símbolo no evita pasar revista a los errores de una ideología, a los crímenes de la represión en la posguerra y a las contradicciones de una Sección Femenina integrada por «niñas bien»: la violencia de los años republicanos y el enfrentamiento con La Pasionaria; el fusilamiento de un José Antonio que había madurado políticamente, ya distanciado del radicalismo nacionalrrevolucionario de Ledesma Ramos; los tiempos de clandestinidad y quintacolumnismo durante la guerra; las «patrullas del amanecer» y los viajes a la Alemania nazi; la creación del «Auxilio Social» y la rivalidad entre Pilar Primo y Mercedes Sanz; la Unificación, la Victoria y la agonía del falangismo puro, con Pilar Primo «reinando» en el castillo de la Mota. Confinada en el «búnker», con algunos de sus jefes abrevando en las corruptelas del franquismo, Pilar reivindica la acción social de la Sección Femenina en la alfabetización y la promoción de la mujer cuando en 1958 propuso la separación de bienes matrimoniales y la instauración de un salario para amas de casa con hijos.

En plena promoción de ese oxímoron que es la «memoria histórica», el ejercicio de Antonio-Prometeo Moya constituye una apuesta a favor de la reconciliación y contra el odio que huye del tópico y descree de sistemas ideológicos: «La información que está saliendo a la luz –escribe– confirma la sospecha de que republicanos y franquistas cometieron aproximadamente las mismas atrocidades, los mismos crímenes […]. España no es ni ha sido nunca imperial, ni franquista, ni republicana, porque España es las personas que la habitan y no las ideas que la gobiernan».

Y de la veracidad a lo inverosímil. De la seriedad a la comicidad. De la tragedia al esperpento. A partir de un título ligado a la tradición folletinesca que pergeñó Eugenio Sue y seguidores ibéricos como Antonio Altadill, en Los misterios de Barcelona Moya nos introduce en un mundo subterráneo con hé­roes imposibles y unas galerías donde transitan los fetiches del cine de terror serie B y la novela de intriga de principios de siglo como Judex. Vampirismo, fúnebres sagas familiares con tumbas en el cementerio de Montjuich, ecos operísticos, crepúsculos y órdenes esperpénticas como los Vigilantes, parados y jubilados cuyo objetivo es irse un día a Australia. Con un lenguaje y un dramatis personae deudor del Eduardo Mendoza más paródico, el autor de Los misterios de Barcelona inspecciona las alcantarillas de la ciudad condal bajo el escenario del Liceo, donde ensayan el tercer acto del Tristán e Isolda wagneriano. Cada capítulo ostenta un título grandilocuente, al estilo de aquellos folletines decimonónicos que dejaban al «desocupado lector» en ascuas al final de cada episodio para enardecer su curiosidad con el enigmático epígrafe de la siguiente entrega: Las ruinas del Laberinto, El mensajero de lo oculto, La voz del padre, La casa mecánica, El señor del subsuelo

Como en aquellas novelas populares, la singularización del protagonista, el fotógrafo Santiago Bocanegra que retorna a Barcelona a mediados de los años noventa tras una larga estancia en Rusia, da paso a una historia coral, donde los personajes secundarios van creciendo hasta configurar una traca final, que genera la confusión de los fuegos de artificio. Porque tal vez sea ese el único propósito de la novela: una relectura satírica de las novelas góticas de arcanos y contubernios subterráneos que copan hoy las listas de los libros más vendidos.

Entre la veracidad pedagógica de Últimas conversaciones con Pilar Primo y el folletín inverosímil de Los misterios de Barcelona, Antonio-Prometeo Moya surte al lector con un taller narrativo que postula la promiscuidad de géneros. Quizá sea más útil vindicar la primera opción que la segunda, con ese formato periodístico que permite al autor dosificar y, lo que es más importante, «razonar» la Historia desde dos puntos de vista antagónicos que aspiran a la comprensión del laberinto español que algunos políticos se empecinan en perpetuar. El otro laberinto, el de los misterios barceloneses, como el «laberinto de las aceitunas» o las «criptas embrujadas», es un divertimento que nos aleja de la racionalidad cuando no es estrictamente necesaria; y eso es la novela: evasión.

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Ficha técnica

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