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Lo sagrado en la literatura

El juego de lo sagrado: lo sagrado y el origen de la literatura moderna de ficción

CESÁREO BANDERA

Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 1997

252 págs.

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Este libro, escrito inicialmente en inglés (The Sacred Game. The role ofthe sacred in the genesis of modern literary fiction, 1994), y traducido al español por Esther Hernanz con la colaboración del autor, que revisó el texto, es un brillante y sugestivo ensayo de crítica y teoría literaria, al que no estamos demasiado acostumbrados por estas latitudes. Yo no sé si Cesáreo Bandera, de la Universidad de North Carolina, será demasiado conocido en el ámbito académico español, aunque recientemente acaba de participar en Pamplona en un congreso sobre «Divinas y humanas letras. Doctrina y poesía en los autos sacramentales de Calderón», con una ponencia sobre «Los autos de Calderón y la estética moderna»; es autor, además, de un libro sobre el Poema de Mío Cid, y ha trabajado sobre la retórica de Lost rabajos de Persiles y Segismunda, Quevedo, etc. Se trata de un profesor de literatura española, erudito pero con excelente sentido crítico, con el añadido de que en ocasiones hace publicaciones como esta que reseñamos y que no son habituales entre los profesores de literatura española (o de cualquier otro tipo de literatura, sea universal, nacional o local, como ahora se usa aquí). Precisamente su trabajo sobre el Poema de Mío Cid le proporciona, de manera accidental, la base de su indagación presente: la «alergia a lo sagrado» que define a esta época; pues habiéndole enviado el manuscrito de su trabajo cidiano a «un ilustre profesor de la Universidad de Madrid», para conocer su opinión, éste le contestó que el libro le parecía irreprochable; pero que «esta cosa le daba alergia» (y la «cosa» era que el Cid, aparte de ser un guerrero medieval típico, era modelo de cristiano). Del mismo modo que Edward Gibbon se animó a escribir su Decadencia y caída contemplando las ruinas de Roma, y Frazer salió en busca de La rama dorada después de ver un cuadro de Turner, Bandera indagó sobre la presencia de lo sagrado, o su ausencia, en el origen de la literatura moderna de ficción a partir de este comentario, algo frívolo, de un colega. Porque el término «alergia», demasiado común y muy empleado en contextos de cafetería («me da alergia ese tipo», etc.), resulta un poco chocante cuando se reitera para expresar la reacción del hombre moderno que Bandera, con tanta precisión, describe en su obra.

El hombre moderno, entendiendo por tal, exclusivamente, al de las sociedades industrializadas y laicas de Occidente, considera que la presencia de lo sagrado reprime su libertad; es, por lo tanto, la eliminación o, cuando menos, la separación de lo sagrado, la condición indispensable para su liberación definitiva. Que este hombre, «libre y laico», haya incurrido en sucedáneos de la sacralidad como la dietética, el socialismo o la nigromancia, no es cuestión que deba plantearse ahora; como señaló Chesterton, desde que el hombre dejó de creer en Dios, cree en cualquier cosa. Pero lo cierto es que una de las características del hombre moderno es la separación de lo sagrado, otorgándole un lugar aparte, cuando no lo ignora. Incluso desde una perspectiva ortodoxa se produce ese alejamiento, que a partir del Renacimiento llegará a ser instintivo: «Ni tiene para qué predicar a ninguno mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún humano entendimiento», escribe Cervantes en el prólogo a la primera parte del Quijote. Y Bandera se apresura a acotar: «Cervantes es ya un hombre moderno».

El rechazo de lo sagrado es un fenómeno renacentista, junto con la descalificación de la poesía, que viene de Platón. Señala, entre otras cosas, el final del pensamiento medieval. La Divina Comedia, por ejemplo, no hubiera sido posible fuera de la época exacta en que se escribió: «Es verdad que el logro de Dante fue realmente único –señala Bandera–. Pero ser único no significa estar fuera de lugar o de tiempo. La Divina Comedia pertenece por completo al contexto histórico de la Europa cristiana del siglo XIV . Es su expresión poética más grande. Ahora bien, el caso es que aproximadamente dos siglos después, esa extraordinaria «mezcla de lo humano y lo divino» (…) estaría completamente fuera de lugar, en realidad sería algo escandaloso e inaceptable. Lo que era perfectamente posible para Dante, resultaría imposible, insoportablemente embarazoso para Tasso, e incluso más para Milton». Y, en efecto, Tasso escribe en sus Discursos sobre el poema heroico: «El poeta haría bien en no tocar historias (que pueden ser sagradas); deben dejarse en su pura y simple verdad, puesto que su descubrimiento no supone esfuerzo alguno y la invención claro está no está permitida».

Bandera parte de que «esta reacción alérgica a la mezcla de lo humano con lo divino está relacionada con el proceso, generalmente reconocido, de desacralización que tuvo lugar en el período de transición de la Edad Media a la Era Moderna»; pero precisa, y esto tiene capital importancia en su ensayo, «que estas dos cosas, desacralización por un lado y reacción "alérgica" a la unión de lo sagrado y lo profano por otro, no solamente no son la misma cosa, sino que, en principio, son opuestas a pesar de que ambas parecen converger hacia la misma meta de mantener lo "humano" separado de lo "divino"».

El juego sagrado, al describir un proceso de «separación», permite que concurran diferentes saberes de carácter literario, histórico, sociológico y, naturalmente, religioso. En el aspecto teórico, Bandera reconoce su deuda con René Girard. Personalmente (y esto de modo general, no referido sólo a este libro), prefiero la crítica a la teoría. Aquí, como ilustración de la teoría, abundan páginas espléndidas de crítica literaria.

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Ficha técnica

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