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Hablar y escribir

Estudios lingüísticos sobre la relación entre oralidad y escritura

CLAIRE BLANCHE-BENVENISTE

Gedisa, Barcelona, 1998

Trad. de Lía Varela

176 págs.

El mundo sobre el papel

DAVID R. OLSON

Gedisa, Barcelona, 1998

Trad. de Patricia Wilson

352 págs.

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Las relaciones entre oralidad y escritura representan uno de los puntos de reflexión y de renovación en materias cercanas a la literatura oral. Desde el clásico trabajo de W. J. Ong Oralidad y escritura, las obras posteriores han venido a profundizar en las reflexiones del teórico norteamericano. En nuestro país han aparecido recientemente dos obras que renuevan las perspectivas de pensamiento sobre las teorías de encuentro entre las dos disciplinas: El texto de David R. Olson El mundo sobre el papel y la reunión de artículos Estudios lingüísticos sobre la relación entre oralidad y escritura de Claire Blanche-Benveniste.

Generalmente se ha pensado que la oralidad y la escritura son dos herramientas distintas que crean sistemas diferentes de cognición, de acercamiento a la realidad. Quizás fuera la obra de W. J. Ong, ya citada, la que de manera más didáctica y clara creaba dos mundos referenciales: el de las sociedades que no conocían la escritura y el que surge en las sociedades alfabetizadas. Para explicarlo de una manera simple, Ong mostraba en un capítulo excelente, que lleva por título «Psicodinámica de la oralidad», que ésta no sólo producía una retórica que ayudaba a la conservación memorística del saber tradicional, sino que creaba una «forma de pensar».

Una de las conclusiones básicas es que existe una diferencia de cognición entre las culturas orales y las alfabetizadas, de forma que se entendía que la filosofía, por ejemplo, era fruto de una cultura alfabetizada, que puede reflexionar sobre aquello que se refleja en un discurso fijo, y no cambiante, como sucede en la oralidad.

Más tarde la tesis se ha discutido, porque, quizás expresada de forma radical, muestra dos mundos separados. Las investigaciones posteriores muestran una diferencia entre oralidad y escritura que tiene que ver con la estructura del conocimiento, pero matizan la forma en que se produce, prestan atención al modo en que se produce, y diversifican las razones para ver la diferencia en ese salto entre una forma de cognición y otra.

En esta senda que se produce tras las tesis de Ong, se sitúan los dos libros que comentamos. La nítida y radical diferenciación entre las dos culturas, oral y escrita, ya no es sostenible, además ya no puede defenderse que la escritura lleve a la cultura, en un solo paso, a los logros técnicos y epistemológicos de la cultura occidental. De hecho, una crítica seria a Ong insiste en que su visión se ciñe excesivamente al Occidente moderno, dejando de lado formas de la oralidad, producidas en China e India, que se muestran estables en el tiempo, sin cambios, apoyados en una memoria excepcionalmente educada.

En esa brecha que enriquece lo que sabemos sobre los cambios culturales producidos en la Grecia clásica por la democratización –relativa– de la cultura, se sitúa el libro de Olson. Como en otros aspectos de nuestra cultura, aquí también ha llegado la hora del lector. La tesis que Olson defiende consiste en mostrar que la interpretación que el lector realiza de un texto escrito puede modelar la estructura del conocimiento. Olson, y también en otros aspectos BlancheBenveniste, afirma que, en contra de lo que se supone habitualmente, la escritura no muestra lo dicho: aspectos importantes de la oralidad, como el tono, la ironía, no se reflejan en la escritura, y por tanto, quedan lugares vacíos que la lectura debe llenar. Es el momento de la interpretación, porque la escritura no representa todo lo que la oralidad muestra.

De forma muy didáctica, Olson divide su libro en cuatro grandes ciclos: el examen de lo que hasta ahora ha producido la ciencia que podemos llamar oralidad, con especial atención a las teorías que unen en Grecia escritura con renovación conceptual; las relaciones entre habla y escritura; una interpretación de la historia de la lectura, que termina por ser una historia de la interpretación; una mirada circular, que ejemplifique la hipótesis sobre los artefactos materiales como mapas, dibujos y pinturas y sobre la filosofía del tiempo, para terminar con un resumen del libro.

Olson ha sabido escribir un libro apasionante, como él mismo dice balanceándose a veces «entre lo obvio y lo abstruso», pero siempre un libro que atrapa al lector y que no se queda en el dato, sino que teje una red de lecturas, que lleva al lector de la mano en un viaje de los grandes maestros: enseñándole cómo se acercan regiones alejadas a una interpretación. En este aspecto el capítulo sobre los mapas y la pintura resulta magistral.

El libro de Claire Blanche-Benveniste es una reunión de artículos, lo que lleva a una articulación menos unitaria, con alguna repetición, en torno a una hipótesis central, que ya hemos descrito: la inadecuación de la escritura para transcribir toda la riqueza de modulación del habla. Olson resulta, pues, uno de sus guías. La vertiente de análisis del habla, la vertiente más lingüística y menos especulativa guía sus pasos. Oralidad significa aquí registro utilizado por la persona moderna en el habla coloquial –de ninguna manera oralidad primitiva–, y a este respecto, resultan interesantes dos parcelas que se aportan en el libro: la descripción de las características de esa oralidad, y la revisión del concepto saussuriano de que el habla es la intersección del eje sintagmático y paradigmático. Blanche-Benveniste observa que en el habla el eje paradigmático actúa de manera factual, y no sólo en ausencia, en el eje sintagmático.

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Ficha técnica

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