Durante siglos las teorías filosóficas y científicas dominantes se han encargado de presentar justificaciones ad hoc del orden establecido, el cual –subrayando las diferencias biológicas del sexo femenino– reducía a la mujer a las tareas domésticas del ámbito privado, oficiando como máquina reproductora y propiciando que el varón se dedicase a tareas públicas más elevadas. Las mujeres filósofas o científicas fueron toleradas, e incluso admiradas, por sus coetáneos como excepciones (que no engendraban peligro si no constituían norma) y se las calificaba de «milagros de la naturaleza» o de «espíritus masculinos en cuerpos femeninos», convicción que permitió a Kant afirmar, sin ir más lejos, que a Mme. de Châtelet sólo le faltaba una buena barba para restablecer el equilibrio y armonía naturales. Como consecuencia, estas «mujeres sabias» excepcionales, que osaron robar prometeicamente el fuego de los dioses, fueron castigadas con la exclusión de una historia de las ideas caracterizada por su concepción androcéntrica, pues, con palabras de Celia Amorós, las razones de los olvidos de la razón se sustentan en una construcción patriarcal de la historia. Como muy bien ilustraba la fina ironía de Virginia Woolf, suponiendo que Colón o Newton hubieran sido mujeres, los documentos históricos se hubieran olvidado de recoger en sus páginas el descubrimiento de América o de la ley de gravitación universal.
En este contexto, Bruzzese y De Martino presentan de manera exhaustiva y sugerente a la vez una historia de las ideas en clave feminista, con lo que contribuyen al proyecto más amplio de reconstruir la historia olvidada de las mujeres, de su pensamiento, de sus escritos, de sus publicaciones. Las filósofas viene a compensar la tendenciosidad patriarcal, presentándose como «una síntesis divulgativa de los resultados de las investigaciones históricas y filosóficas de las grandes pensadoras de la cultura occidental, desde el mundo antiguo hasta el actual», pasando revista a aquellas mujeres que han dejado huella de su pensamiento y de su acción en diversos campos de la historia de la cultura, a lo largo de un esquema cronológico clásico. Y puede afirmarse que cumple satisfactoriamente con sus objetivos, en continuo diálogo con la trama histórico-filosófica de cada período aludido, consiguiendo además gran amenidad en la exposición y facilitando un pertinente aparato crítico (referencias bibliográficas y pasajes extraídos de las obras de las autoras) para posteriores investigaciones; un registro personal de autoras hubiera sido, con todo, de máxima utilidad. Acaso donde el tono de la obra se resiente –sin que esto llegue a quitarle un ápice de su valor– es en el último capítulo dedicado a «la filosofía femenina de la época contemporánea», pues el tratamiento esquemático de lo que ya es una amplia producción de pensadoras y de movimientos conduce a que algunas consideraciones sobre feministas actuales, como es el caso de Kate Millet, no sean del todo acertadas. Cuando la información desborda, exhaustividad y concisión están reñidas.
No quiero dejar de señalar que la parquedad con que los autores italianos trataban a las pensadoras españolas (que reducían a Teresa de Jesús y María Zambrano) ha sido remediada en la edición castellana que aquí se presenta con un riguroso apéndice a cargo de Alicia H. Puleo, especialista en epistemología feminista que colaboró en esta misma colección con su libro Dialéctica de la sexualidad (Género ysexo en la filosofía contemporánea). ¿Se hubiera podido llevar el esfuerzo a incluir el pensamiento feminista latinoamericano en esta obra –que sólo menciona a la mexicana sor Juana Inés de la Cruz, y ésta «como uno de los exponentes más representativos del Barroco tardío español»–? El surgimiento, la evolución y la cristalización de la conciencia feminista precisa aún de muchos trabajos de investigación, de los que aquí queda una valiosa muestra.
